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domingo, 5 de octubre de 2014

LA PLAZA DEL PILAR

Sin restar méritos a las demás plazas antiguas de Zaragoza, porque todas tienen su historia, habremos de conceder a la del Pilar una marcada preferencia.
Uno, que desconocía la historia de ella, intentó recoger lo más que pudo de las vicisitudes y cambios que ha pasado hasta la actual trasformación, en lo que hoy conocemos como el salón de la ciudad.
Para conseguirlo, he consultado muchos libros en bibliotecas y escritos, que debo agradecer a amigos que para que los dejara tranquilos un preguntón como yo, tuvieron a bien el prestarme.
Guardo en los aposentos de la memoria, cuyas puertas no han cerrado los años, recuerdos de tan destacado pormenor y de otros varios más por si acaso, temeroso de que llegase a flaquear, caso frecuente, cuidé de hacer anotaciones que sirvieran de unión para historiar esta plaza legendaria de muy diversas fisonomías a través de las épocas; ¡Cuántas costumbres y acontecimientos habrán desfilado por la plaza del Pilar!
De los primeros latidos de su historia no queda más que un lejano eco dormido en su recinto. Cuando los moros se apoderaron de la ciudad, los cristianos mozárabes se agruparon en esta parte de la población, en tomo a una capilla dedicada a la Virgen del Pilar, que ya existía, y en el fosal existente a la sazón, fueron sepultados sus restos. Después de la reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador (1118) llegó a servir dicho fosal de cementerio general para los feligreses de todas las parroquias.
Y así sucedió en tiempos del antiguo templo de Santa María la Mayor (derribado en el siglo XVII para construir el actual) por sentencia anterior de don Sancho de Ahones, obispo de Zaragoza en 1220. El sepultar cadáveres de todos los fieles junto a la iglesia del Pilar, era normal, pues los enterramientos siempre se hacían junto a las iglesias. De esto tenemos pruebas en casi todos los lugares de Aragón. Sobre aquel fosal, solía reunirse a veces el Concejo para tratar de asuntos importantes; y eso aun después de adquirir la Casa del Puente como primer ayuntamiento de la ciudad. Estas reuniones tenían lugar dentro del claustro de la iglesia, próximo a la capilla de Santa Ana, donde se encontraba el cementerio particular de la parroquia de Santa Marta que por entonces ese nombre tenía.
Pasaron años y ya en 1332, la plaza del Pilar comenzó a presentar otras derivaciones. Entonces se estableció el mercado principal por autoridad del almutazaf, hasta que Jaime II lo mandó trasladar a la actual ubicación del mercado central.
Por unas y otras razones, en 1617 seguía considerada la plaza como lugar profano. El Cabildo de la Seo alegó ante la Sagrada Congregación de Ritos, que esta plaza era un lugar abierto por el que entraban caballerías y se vendía pescado los días de cuaresma y viernes y sábados restantes. En efecto, así se hacía en desvencijadas garitas frente a la posada llamada "de los Huevos" (situada en lo que es hoy número. 23), hospedería de infinidad de arrieros y trajinantes. También se efectuaban ventas de bienes muebles e inmuebles. Motivos fueron éstos, aparte de algunos divertimientos que en ella tuvieron lugar, para que el arzobispo de Zaragoza don Alonso de Aragón diera en 24 de octubre de 1513 una sentencia, prohibiendo al Capítulo de la Colegiata de Santa María que sacase por la parroquia otra procesión que la de Santa Ana (autorizada por privilegio apostólico).a no ser con licencia del Prelado o prior y Capítulo del Salvador. Desde 1890 desfiló por el templo.
En el siglo XVII se celebraron en la plaza del Pilar, justas, torneos, cañas, fuegos artificiales, toros y otros regocijos de la época, aunque no con la frecuencia observada en otros lugares de la ciudad, más propios para tales esparcimientos. Según documentos de ese siglo, con motivo de ser beatificado con gran pompa en el año 1664. San Pedro Arbués, hubo varias fiestas en Zaragoza.
En la plaza del Pilar se corrieron cañas y los caballeros don Francisco Pueyo y don Antonio Luna, lidiaron toros que causaron numerosas víctimas. Después ya sé sabe que tales festejos taurinos siguieron de lleno como antes, en la plaza del Mercado (hoy de Lanuza) hasta ser inaugurada la Plaza de Toros en 1764.
A finales de 1718 se iba a inaugurar el nuevo templo del Pilar, el actual, con la fachada principal a todo lo largo de la plaza.
 Una gran preocupación se dejaba sentir. Su suelo ofrecía una altura considerable con relación al pavimento de la nueva iglesia.
Cómo sería que por algunas partes se hicieron gradas para bajar al templo. Muchas veces fue consultada la opinión de arquitectos sin llegar a una solución. Los escarpes no satisfacían los deseos. Cortar un terreno dejándolo en plano inclinado resultaba poco práctico. Efectuar un desmonte completo equivalía a una empresa costosísima.
Existía también el peligro de las casas que circundaban la plaza si se quitaba .la tierra descubriendo cimientos. ¿Qué hacer?
Nuestros zaragozanos habían fraguado un plan. El carácter aragonés no se arredraba así como así. ¡Un plan! ¿Por quién se trazó? Nada se supo. Un buen día, el 26 de noviembre de 1717 (fecha en que la iglesia del Pilar celebraba la fiesta de .los desposorios de Nuestra Señora), después de cantarse vísperas y completas en ambos templos metropolitanos, acudieron a la Plaza del Pilar relevantes personalidades.
El primero, el arzobispo don Manuel Pérez de Araciel y Rada, y tras éste, el Deán y demás miembros del Cabildo. Asimismo estuvieron presentes todos los regidores.
Plaza del Pilar años 20
La profusión de zapas y espuertas que aparecieron amontonadas en la mañana de ese día, guardadas por obreros que el Concejo reunió, hubo de llamar poderosamente la atención, y por ello acudieron al ámbito de la plaza infinidad de curiosos. Por la tarde, en el momento apuntado, comenzó la faena. El propio arzobispo tomó la primera espuerta cargada de tierra y se la dio al deán; de manos de éste pasó a las de otros prebendados y de ellas a .las de los regidores y así sucesivamente hasta llegar la carga inicial al Ebro.
Asombrado el público e imbuído de singular entusiasmo, se prestó de buen grado a colaborar, conocida la finalidad.
Pronto acudieron los Capítulos de las parroquias, Comunidades. religiosas., señoras de todas las clases sociales y hombres de varia condición, entre ellos, muchos obreros que habían dado fin a la jornada, sin pararlos ni en el frío ni la nocturnidad. No se hablaba de otra cosa en Zaragoza.
En fechas sucesivas, tales fueron .los ofrecimientos, que se hizo preciso regularizar el trabajo y señalar horas. Aquellas personas que por su estado de salud o atención de obligaciones ineludibles, no podían colaborar en la prestación personal, enviaron importantes limosnas para gratificar a trabajadores menesterosos y atender otros gastos.
Extendida la noticia a villas y lugares de la redolada, todos sus moradores quisieron participar en los trabajos, solicitando permiso de la Iglesia como una gracia, y venían a la ciudad según los avisos, en tropel, trayendo sus vituallas para no ser gravosos, a cuyo fin, el Concejo atorgó franquicia para su introducción. No se cobraban los abastos. Se distinguieron en la faena, que no conoció preferencia alguna, los labradores que con sus yuntas labraban la plaza y arrastraban la tierra utilizando sus carros y galeras.
Este espectáculo, duró 38 días. No. hizo falta más tiempo. El día 2 de enero de 1718, se había dado cima a la colosal empresa sin lamentar ni una sola desgracia ni un solo hecho desagradable.
Por fortuna ninguna casa peligró. Sus dueños debieron profundizar los cimientos aumentando a todas un patio y un cuarto. Para allanar el piso de la plaza con el pavimento de la nueva iglesia, se sacaron a juicio de cálculos técnicos unos 12.960 estados de tierra. (Un estado de tierra equivalía a 11,179 Metros cuadrados).
El caso fue que el templo actual se inauguraba el 11 de octubre de 1718, y que, meses antes, estaba lista la plaza del Pilar, con rudimentario pavimento de tierra apisonada, al mismo nivel que el de la iglesia.
Muy avanzada la segunda mitad del siglo XIX el 4 de noviembre de 1866, la subidica del Mesón de los Navarros empezó a dar paso a la magnífica calle de Alfonso que se abriría con máxima celeridad. Años más tarde, se construyeron las casas del Pasaje.
El día 13 de marzo de 1867, se trazaban los primeros jardines; muy ampliados y modernizados después, ya bastante entrado el siglo XX.


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