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sábado, 2 de marzo de 2013

La boda “el baile”

Después de la sobremesa, que duró lo suyo, se organizó el baile. Habíamos dispuesto el cobertizo grande, bien escobado y rujiado, y arreglado con guirnaldas caseras. La iluminación también estaba dispuesta y hasta teníamos preparados unos quinqués de carburo, por si nos fallaba la corriente o nos la escamoteaban los bromistas, que todo podía ser. En las paredes habíamos colgados mandiles y colchas y la sala quedaba preciosa.
Unos tíos nos habían prestado su gramófono, de enorme bocina y todos los discos bailables que tenían, y con buen abastecimiento de agujas que cambiábamos cada cinco o seis piezas para no estropear las placas y para que sonaran mejor. La rondalla solamente actuaría al final del baile para las jotas de despedida.
Los mozos tenían medio secuestrada a la novia y las mozas al novio, de modo que no les dejaban ni acercarse y mucho menos bailar juntos. Todo presagiaba las bromas que tendrían que aguantar más tarde.
El caso más curioso de "secuestro" lo he podido presenciar en algunos lugares. Era costumbre que los mozos subastaran a la novia para dormir con ella esa noche: si el novio quería dormir con ella, tenía que comprarla en subasta. Si no pagaba la merienda que estipulaban, tiraban la novia al abrevadero.
La consigna que, parecían tener los jóvenes era agotar del todo a los novios. Los chicos bailaban sin parar a la novia y las chicas al novio, al que sólo dejaban respirar para ofrecer vino a los asistentes.
Además de cansarlos, de esta manera efectuaban un marcaje continuo sobre ellos para que no pudieran escapar aquella noche ocultándose en algún sitio.
Los viajes de novios apenas se daban entonces y en todo caso nunca se iniciaban el día de la boda. Urbez y Marieta Tresa pensaban ir nada menos que a Zaragoza, porque mi hermana tenía ofrecida una visita y una vela a la Virgen del Pilar.
Ah, los amigos habían regalado a la novia un tarro de miel muy adornado. Se creía que la miel favorecía la fecundidad y era bueno que la tomase. De ahí viene, probablemente, el nombre de "luna de miel".
Lo más característico de la juventud en la noche de bodas eran las bromas continuas. Lo que voy a contar ahora no es que se lo hicieran todo a nuestros recién casados, sino cosas que he oído contar a lo largo de los años y que vale la pena recoger. Menos mal que, quitado lo del "caldico" a la cama, en mi pueblo no se hacían otras bromas más pesadas.
En muchos lugares, también a los novios les hacían arar en la tornaboda. También trillar y se les paseaba en trillo por el pueblo. Los ataban al brocal de un pozo; se les uncía un yugo y se les paseaba por las calles.
Desde luego ya habían roto varios platos según la creencia de que "vajilla rota bendice las bodas".
Y también habían hecho las representaciones de rigor en forma de comedias que auguraban sudores sin fin a los cónyuges.
Pero la jugada fundamental se basaba en no permitir que los novios se acostasen en toda la noche y que ni siquiera pudieran estar juntos; en descubrir cuál había sido su refugio en caso de que lograsen escabullirse con la ayuda de algún familiar, para alojarse en la casa menos sospechada.
Se suponía que si los invitados quedaban burlados, iban a registrar todas las casas de los más allegados a los novios.
¿Los encontrarán? ¿Les dejarán dormir? Seguiremos…