Si uno es aficionado a la montaña, se ha podido
tropezar cerca de la frontera con una especie de pilote con una cruz grabada y
un número. En realidad no está cerca de la frontera, sino en la misma muga. El
palo vertical de la cruz indica exactamente el encuentro de Francia y España.
Otras veces, en vez de pilote, el dato está labrado en la roca, como en el caso
de la muga 305 que puede observarse junto a la carretera en el antiguo puesto
fronterizo de Somport.
La primera marca dentro de Aragón también es así y
lleva el número 273. Se encuentra en el puerto de Ansó o Pertrechera, no lejos
de la mesa de los Tres Reyes, el punto que reunía el reino de Francia, el de
Navarra y el de Aragón. . Este verano os invito acercaros por la zona de Ansó y
llegar hasta la “Mesa de los Tres Reyes”, al menos en la imaginación. Allí se
eleva, majestuosa, a 2488. metros de altura, no lejos de Ansó y por encima de
Petrechena.
Así la llaman también los franceses, Table des Trois
Rois. En una guía gala del Pirineo, especifica que se llamaba así porque estaba
en la muga del reino de Aragón, del de Navarra y del de Francia y en ella se
podían sentar para conversar los tres reyes, a la misma mesa, pero acomodado
cada uno dentro de su territorio.
No es la única que tenemos. Con el mismo nombre se
denomina también al lugar que dividía los reinos de Aragón, Navarra y Castilla
y que corresponde a los términos municipales de Tarazona, Ágreda y Fitero,
respectivamente. En ella nos consta que se reunieron nuestro Alfonso II con
Alfonso VIII el de las Navas, de Castilla y Sancho el Fuerte de Navarra y nos
los imaginamos respaldados cada uno por sus guardias reales.
Tampoco parece absurdo que los muchos tratados de
señalamiento de fronteras y amojonamiento de los tres vecinos requiriese alguna
vez la presencia real. En el archivo de Ansó se encuentran abundantes tratados
ya desde el siglo XII. El último, que sepamos, la Concordia entre los valles de
Ansó y Aspe en 1608, que por cierto está redactado en aragonés.
No creáis que eso de los límites es tan fácil como
lo decidieron los de Pomar con sus vecinos de Estiche, allí en el Cinca. ¡No lo
sabéis? Parece que litigaban los dos pueblos y no parecía muy claro dónde
estaba la raya de los dos municipios.
Pomar del Cinca (Huesca) |
A fin de solucionarlo de una vez llegaron al acuerdo
de decidirlo con una prueba deportiva. ¡Que bien si los problemas se resolvieran
así en vez de hacerlo con las armas!. Pues bien, la prueba consistía en una
carrera entre dos mozos, uno de cada pueblo, que representaban a sus
municipios.
El de Estiche saldría corriendo en dirección a
Pomar, al mismo tiempo saldría de su pueblo en dirección a Estiche. En el punto
en el que se encontrasen los dos mozos se pondría la frontera de los dos
pueblos.
Parecía una
medida muy equitativa. Cada pueblo eligió a su mejor atleta. Pero los de Pomar
fueron muy cucos y antes de la carrera obsequiaron al zagal de Estiche con
ciruelas calientes. Las ciruelas hicieron su efecto rápidamente en el estómago
del corredor, le removieron las tripas y tuvo que pararse por el camino seis o
siete veces para aliviar su diarrea. Cuando se rehizo, ya estaba llegando el
otro a Estiche. Esto a propósito de límites. Perdón por la digresión pero me
puede el contaros cosas de esta nuestra tierra.
La Mesa de los Tres Reyes, desde luego, resultaba
propicia para el diálogo. ¿Quien sabe si allí también se ventilaron los problemas
de Petilla de Aragón?
No sabemos muy bien por qué Pedro II de Aragón la
cedió en prenda a Sancho de Navarra a principios del siglo XIII y algunos años
mas tarde Jaime I la cedió definitivamente a los navarros. No debía de
considerarla de gran valor, ni él ni sus sucesores ya que en el año 1502,
Carlos III de Navarra intentó devolverla al rey de Aragón, Martín el Humano, y
éste no la aceptó.
¿Se trataría el negocio en la Mesa de los Tres
Reyes?
Las gentes de “la bal de Onsella” dan otra versión
mucho más simpática y no sabemos si tienen razón, por que lo cierto es que
tengo gran fe en las leyendas, más que en los cronistas e historiadores. La tradición dice que el rey
aragonés y el navarro se la jugaron a las cartas y la perdió nuestro monarca.
La apuesta era Petilla de Aragón y Gallipienzo de Navarra. Si la suerte nos
hubiera sido propicia, Petilla sería nuestra y también Gallipienzo como enclave
dentro de Navarra. Pero entiendo por que perdió nuestro rey.
La jugaron a la brisca. Si se la hubieran jugado al
guiñote, otro gallo nos hubiera cantado.
Aclaro que cuando me contaron la historia en Undués,
lo decían con toda seriedad y parecían convencidos. Da lo mismo. Ya no queda
asignatura pendiente por este asunto. Solo el sentimiento de frustración.
Y conozco
alguna pareja guiñotera que se enfrentaría ahora gustosa a los navarros pera jugarse cualquier cosa:
aunque fuera Zaragoza por Pamplona. Pero, al guiñote, ¿querrán ellos?...
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