Se dice que todos los
caminos conducen a Roma, pero nuestra provincia de Huesca, es especial porque
resulta, además de encrucijada geográfica, cruce de civilizaciones, de razas,
de culturas, de siglos, de lenguas, de todo. Basta con pensar en el emparedado
que ahora nos hacen vascos y catalanes por la izquierda y la derecha; España y
Europa por arriba y por abajo. Y Huesca en medio. Como aislante. O, mejor aún,
como lazo de unión. ¿Os imagináis juntos a catalanes y vascos?
A todo el mundo le choca
constatar cómo en unos pocos kilómetros cuadrados se pueden encontrar unos ríos
tan moros como el Guatizalema y el Alcanadre, tan castellanos como el Aguas
Limpias, tan latinos como el Flumen -en latín, “flumen” significa precisamente “río”-, tan vascos como el
Estarrún, tan aragoneses como el Aiguas Tortas o el Barranco Fondo.
Aquí, por lo visto, ha
habido de todo. Y desde siempre:
Abundan más los vascones,
como es lógico, en toda nuestra toponimia. Oza, por ejemplo, significa “frío” y Vero quiere decir “caliente”.
Y, por supuesto, son el río más frío y más caliente de nuestro Alto Aragón.
Con el agua fría se
podría discutir, ya que abundan las fuentes frías. Las “fonfridas”.
También el agua caliente
abunda, aunque menos. Tenemos caldas como las de los Baños de Benasque y
Panticosa.
Con el río Vero es muy
claro. Yo les pedí a mis amigos de Lecina que me midiesen la temperatura en la
surgencia del Vero que tienen allí mismo. Y el resultado fue claro: tanto en
invierno como en verano hay una diferencia de 5 a 8 grados a partir de la
surgencia. Es más, en invierno flota sobre ella una especie de vaho vaporoso,
como cuando echamos aliento en las mañanicas de enero.
Lo de los Baños de
Benasque es diferente. Me contaron en Benás que el diablo estaba muy disgustado
porque las brujas del valle eran muy vagas y apenas hacían ningún mal: ni
provocaban tormentas, ni mataban mulas, ni arruinaban cosechas. Nada de nada.
El resultado del enfado de Pateta fue echarlas a todas a la hoguera que hizo
debajo de la montaña, que aún sigue ardiendo, y por eso las fuentes de los
Baños salen calientes.
Nuestra toponimia no
puede mentir, aunque hay que reconocer que no siempre resulta clara su
interpretación. No sé qué porcentaje de topónimos latinos, árabes y vascones
tenemos. Habría que preguntárselo a algún especialista.
Pasa algo parecido con
los apellidos. Muchos de ellos son patronímicos y descienden de pueblos como
Buisán, Ayerbe, Lascorz, Ena, Oliván, Rasal, etc., y debieron de aparecer
conforme la Reconquista bajaba hacia el sur, que se iba poblando con gentes de
la montaña.
Pero hay otros de claro
origen vascón. Bueno, alguno pensará que estoy obsesionado con lo de los
vascones. No hace mucho me protestaron por la palabra “gabacho”. Y yo no tengo
la culpa de que las palabras estén ahí. Y creo que la dejé bastante clarica
para el que la quiso entender.
No obstante mi aclaración
otra vez.
Digo gabacho en vez de
francés. ¿Es que les tengo manía? Servidor no tiene manía a nadie y por
supuesto odio el insulto. Y tengo que tirar de la filología para explicarme.
La terminación –cho en
castellano tiene un claro significado despectivo; así decimos: un libracho, una
casucha, un pueblucho…
Pero en aragonés no. La
desinencia en –cho la recibimos ya de
los vascones y para ellos tiene un matiz diminutivo y cariñoso; así dicen
Javiercho, amacho (madrecita)…
Para nosotros, un
perdigacho significa una cría de perdiz, con toda la ternura que inspira. Y así
decimos también engardacho, aligucho…
La palabra gabacho es
también diminutivo cariñoso y vendría a significar los habitantes de los Gabes;
es decir, de los pirineos franceses, en donde los ríos reciben ese nombre: el
gabe de pau, el gabe de Lourdes…
Eso es, ni más ni menos,
lo que en aragonés quiere decir gabacho.
Cierro mi digresión y a
perdonar. Siempre me voy por los cerros de Úbeda. Ya sé que es un defecto mío,
pero no lo puedo evitar.
A lo que iba. También
tenemos apellidos de origen vascón. Tenemos la idea de que los apellidos vascos
son larguísimos. No, no. Los nuestros son mucho más sencillos, pero no menos
vascos, estando camuflados en su sencillez: Lera, Arreba, Gari, Lara, Ochoa,
Blasco.. .
Pero dejamos esto aquí
para seguir con la encrucijada, que no es solamente de razas y lenguas.
Nuestra tierra fue paso
de peregrinos. Peregrino era el que iba a Santiago, como romero -de ahí
romería- el que iba a Roma y palmero el que acudía a Tierra Santa.
Creo que no se ha
estudiado suficientemente el fenómeno de las peregrinaciones y romerías de la
Edad Media. Yo me imagino a toda Europa como un cúmulo de procesiones
entrecruzadas: los que desde Inglaterra, Escandinavia y Castilla acudían al
Santo Sepulcro de Jerusalén, que se tropezaban con los que desde Polonia,
Letonia y Portugal se dirigían al sepulcro de San Pedro en Roma y con los que
desde Grecia o Dinamarca peregrinaban al sepulcro de Sant Yago en Galicia.
Peregrinaciones que
duraban muchos meses, a veces años, y que pusieron en contacto a las gentes y
culturas de toda Europa. Ellos fueron los medios de comunicación en una época
en que el turismo era bastante más complicado que en nuestros días.
Pues bien, el paso hacia
Santiago pasaba por el Alto Aragón. Por todos los caminos se va a Roma, sí,
pero no a Santiago, y la mayoría elegían en el Pirineo el “Summum Portum”, el Somport.
Y, ¡atención!, esto hizo
que fuera nuestra tierra una de las primeras europeizadas y abiertas al mundo.
Pero hizo más.
Cuando se estudia el
arte, en concreto la pintura, la escultura y la arquitectura, enseguida se tropieza
con la joya del románico. El Alto Aragón es privilegiado en románico, y no
solamente en el edificio religioso, sino también en el civil o profano. Ahí
está Loarre, con su castillo románico, sin parangón posible.
Los focos del románico
español son claramente Jaca y Santiago, ambos con una zona de influencia
increíble que lo irradian como las ondas en el agua cuando tiras una piedra en
la balsa. El románico es jacetano o jacobeo o una mezcla de los dos cuando se
encuentra en las zonas en que las ondas de influencia se entrecruzan.
Más tarde, también será
el encuentro, el cruce, del mudéjar y el románico.
Alto Aragón, pues,
encrucijada de culturas. Encuentro de África con Europa, atajo del sur hacia
Francia, aunque una mala administración -y, además, miope- y una poderosa
fuerza vasca y catalana hayan forzado el camino por los dos extremos del
Pirineo en vez de coger el alcuerce natural del centro. Recordad que el
meridiano llamado cero, de “Grinish”
-de Greenwich, para entendemos-, pasa entre Huesca y Barbastro, y por Tarbes se
va directo a Londres.
Empeñarse en ir a París
desde Madrid o Valencia por Irún o Portbou es dar un rodeo incomprensible.
Pero, claro, lo de siempre... y lo dejo en puntos suspensivos. Pero si se
quiere traer a España una superlínea eléctrica de alta tensión, eso sí, todos
están de acuerdo con que tiene que pasar por nuestro Pirineo, porque es el
camino más directo y, además, arruina y contamina una región pobretona, poblada
por un puñadico de personas -tres y el de la guitarra- incapaces de influir ni
de defenderse.
Y lo que yo digo: si el
Alto Aragón es ante todo una encrucijada, que lo siga siendo para todo: para lo
malo, lo regular y lo bueno.
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