He hablado más de una vez
de nuestro Ramón y Cajal y volveré con él cualquier día. Compañero suyo en el
Instituto de Huesca fue otro aragonés maravilloso y universal: Joaquín Costa. Y
si el joven Santiago fue una auténtica calamidad como estudiante, Costa debió
de ser el alumno ideal. Se matriculó un año después que Ramón y Cajal, pero con
dieciocho años de edad. Recibió sobresalientes y premios extraordinarios, fundó
siendo estudiante el Ateneo Oscense y recibió del director el encargo de suplir
a profesores en algunas ausencias, prolongadas hasta treinta y seis días.
Costa se adelantó a su
tiempo y luchó con toda su alma por su Aragón. Como un león. El “León de Graus” se ha llamado.
Porque fue grausino por propia voluntad cuando Monzón, su patria chica, le
volvió escandalosamente la espalda y al adelantarse a su tiempo tropezó, como
es natural, con los españoles de su época. Esos españoles de los que diría
Machado:
“En España de cada diez
cabezas, dos piensan y ocho embisten”.
Recuerdo ahora la
exclamación del político republicano al contemplar un gran rebaño de corderos:
¡Qué hermosa mayoría!.
La masa siempre es
aborregada. También en nuestros tiempos.
Renuncia a pensar y
delega en otras cabezas su capacidad de razonar. Lo vemos con muchos políticos,
escritores, periodistas. Decía el epigrama:
“Por no saber Juan qué
hacer
a periodista se echó
y el público lo leyó
por no saber qué leer”.
Cuando vayáis a Graus,
deteneos ante la estatua de bronce de Costa. Es un monumento erigido por
suscripción nacional en 1929, dieciocho años después de su muerte cuando se
empezó a reconocer su mensaje.
En el mismo monumento
aparece con letras doradas: “Escuela, Despensa, Política Hidráulica”.
¡Con qué razón decía
García Mercadal que Costa, había muerto de asco, más que de otra enfermedad!
Vio los problemas de
Aragón; apuntó las soluciones más evidentes, pero fueron cayendo todas en saco
roto. En su tiempo, los políticos -aunque parezca raro- se preocupaban más de
su medra personal que de los intereses comunes.
A nuestro pensador se le
cita mucho, pero se le lee poco, y se le medita menos. Y casi todos sus
renglones seguirían siendo válidos hoy.
Aunque le dolía España
como al poeta, Aragón fue para él…
Mejor, se lo dejo decir
al mismo Costa:
“Aragón es el ídolo de mi
alma, después de Dios; patria adorada donde han nacido mis primeras ilusiones y
mis primeros tormentos”.
Todo lo aragonés le
interesa. Son abundantísimos sus apuntes (inéditos, claro) que hacen referencia
a la fabla aragonesa, a las costumbres populares, hasta detalles tan
aparentemente triviales como los apodos de los pueblos. Es curioso ver a este
hombre que diserta sobre los grandes problemas de Aragón y España, recoger, en
cuartillas sueltas con una ternura conmovedora coplillas como:
“En Bolturina “astados”,
todos de curas y frailes,
Secastilla vinateros
gente muy desagradable”.
O bien:
“En la Almunia poco trigo
porque el terreno lo
trae.
En Fonz está la plaga
porque las doncellas
paren.
En Estadilla los jueces
que sentencian las
verdades.
En Estada está el tesoro
que los obispos traen.
Y todavía:
“¡A l'Aínsa, nabateros!
mucha bolsa y pocos
dineros”.
No voy ni siquiera a
glosar su figura. Otros lo han hecho ya espléndidamente y su figura ha hecho
correr ríos de tinta. Pero sí quiero fijarme en un aspecto de lo más aragonés
que he encontrado en él: la virtud defecto de decir siempre lo que pensaba.
Ahí va una anécdota que
escribía Gil y Gil, catedrático y foralista aragonés, y que dedico a nuestros
chavales de hoy:
Hizo que le presentaran a
Costa, siendo estudiante, y muchos años después recordaba el cariño con que le
atendió el pensador. Y recordaba también que en la conversación le preguntó don
Joaquín:
-¿Estudias mucho?
-Bueno, no mayor cosa.
-¡Pues está usted robando
el dinero a su padre!
Menos conocida, es otra
anécdota que recogí en Estadilla.
Era alcalde de la villa
por aquellos tiempos don Matías Blanco y le pidió a Costa que viniera a dar un
mitin. Él fue primero a visitarlos y les preguntó qué ideas políticas tenían.
-Nosotros somos
republicanos.
-¡Mentira! -exclamó con
vehemencia-, porque en España no hay más que un republicano y medio. El
republicano soy yo y Lerroux, que es sólo medio republicano.
Luego se arrepintió de lo
dicho y le mandó recado al alcalde de que iría a dar el mitin. Pero también
Matías Blanco tenía su orgullo y le contestó que si venía a Estadilla daría el
mitin en el retrete.
Costa lo dio en privado,
en casa Heredia.
En cuanto repasas
despacio la vida de un aragonés, sale lo que sale…
¡Y en Costa también!
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