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lunes, 15 de julio de 2013

Joaquín Costa

He hablado más de una vez de nuestro Ramón y Cajal y volveré con él cualquier día. Compañero suyo en el Instituto de Huesca fue otro aragonés maravilloso y universal: Joaquín Costa. Y si el joven Santiago fue una auténtica calamidad como estudiante, Costa debió de ser el alumno ideal. Se matriculó un año después que Ramón y Cajal, pero con dieciocho años de edad. Recibió sobresalientes y premios extraordinarios, fundó siendo estudiante el Ateneo Oscense y recibió del director el encargo de suplir a profesores en algunas ausencias, prolongadas hasta treinta y seis días.
Costa se adelantó a su tiempo y luchó con toda su alma por su Aragón. Como un león. El “León de Graus” se ha llamado. Porque fue grausino por propia voluntad cuando Monzón, su patria chica, le volvió escandalosamente la espalda y al adelantarse a su tiempo tropezó, como es natural, con los españoles de su época. Esos españoles de los que diría Machado:
“En España de cada diez cabezas, dos piensan y ocho embisten”.
Recuerdo ahora la exclamación del político republicano al contemplar un gran rebaño de corderos: ¡Qué hermosa mayoría!.
La masa siempre es aborregada. También en nuestros tiempos.
Renuncia a pensar y delega en otras cabezas su capacidad de razonar. Lo vemos con muchos políticos, escritores, periodistas. Decía el epigrama:
“Por no saber Juan qué hacer
a periodista se echó
y el público lo leyó
por no saber qué leer”.
Cuando vayáis a Graus, deteneos ante la estatua de bronce de Costa. Es un monumento erigido por suscripción nacional en 1929, dieciocho años después de su muerte cuando se empezó a reconocer su mensaje.
En el mismo monumento aparece con letras doradas: “Escuela, Despensa, Política Hidráulica”.
¡Con qué razón decía García Mercadal que Costa, había muerto de asco, más que de otra enfermedad!
Vio los problemas de Aragón; apuntó las soluciones más evidentes, pero fueron cayendo todas en saco roto. En su tiempo, los políticos -aunque parezca raro- se preocupaban más de su medra personal que de los intereses comunes.
A nuestro pensador se le cita mucho, pero se le lee poco, y se le medita menos. Y casi todos sus renglones seguirían siendo válidos hoy.
Aunque le dolía España como al poeta, Aragón fue para él…
 
Mejor, se lo dejo decir al mismo Costa:
“Aragón es el ídolo de mi alma, después de Dios; patria adorada donde han nacido mis primeras ilusiones y mis primeros tormentos”.
Todo lo aragonés le interesa. Son abundantísimos sus apuntes (inéditos, claro) que hacen referencia a la fabla aragonesa, a las costumbres populares, hasta detalles tan aparentemente triviales como los apodos de los pueblos. Es curioso ver a este hombre que diserta sobre los grandes problemas de Aragón y España, recoger, en cuartillas sueltas con una ternura conmovedora coplillas como:
“En Bolturina “astados”,
todos de curas y frailes,
Secastilla vinateros
gente muy desagradable”.
O bien:
“En la Almunia poco trigo
porque el terreno lo trae.
En Fonz está la plaga
porque las doncellas paren.
En Estadilla los jueces
que sentencian las verdades.
En Estada está el tesoro
que los obispos traen.
Y todavía:
“¡A l'Aínsa, nabateros!
mucha bolsa y pocos dineros”.
No voy ni siquiera a glosar su figura. Otros lo han hecho ya espléndidamente y su figura ha hecho correr ríos de tinta. Pero sí quiero fijarme en un aspecto de lo más aragonés que he encontrado en él: la virtud defecto de decir siempre lo que pensaba.
Ahí va una anécdota que escribía Gil y Gil, catedrático y foralista aragonés, y que dedico a nuestros chavales de hoy:
Hizo que le presentaran a Costa, siendo estudiante, y muchos años después recordaba el cariño con que le atendió el pensador. Y recordaba también que en la conversación le preguntó don Joaquín:
-¿Estudias mucho?
-Bueno, no mayor cosa.
-¡Pues está usted robando el dinero a su padre!
Menos conocida, es otra anécdota que recogí en Estadilla.
Era alcalde de la villa por aquellos tiempos don Matías Blanco y le pidió a Costa que viniera a dar un mitin. Él fue primero a visitarlos y les preguntó qué ideas políticas tenían.
-Nosotros somos republicanos.
-¡Mentira! -exclamó con vehemencia-, porque en España no hay más que un republicano y medio. El republicano soy yo y Lerroux, que es sólo medio republicano.
Luego se arrepintió de lo dicho y le mandó recado al alcalde de que iría a dar el mitin. Pero también Matías Blanco tenía su orgullo y le contestó que si venía a Estadilla daría el mitin en el retrete.
Costa lo dio en privado, en casa Heredia.
En cuanto repasas despacio la vida de un aragonés, sale lo que sale…
¡Y en Costa también!


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