Sin ánimo de analizar
métodos y resultados. Sin intención de tomar parte alguna ni a favor ni en
contra, vamos a repasar los curanderos videntes que conocemos por estas
tierras. Como se ha podido observar, en ningún momento he juzgado la
autenticidad o falsedad de los curanderos. El hacerlo corresponderá a la
medicina especializada. El caso de los videntes y clarividentes entra en el
terreno de la parapsicología y ella tiene la palabra.
Como persona que ha
recogido costumbres y tradiciones oralmente, lo único que me interesa es la
creencia de la gente. Y el dato está allí. Cada vez más personas acuden al
tarot, a las pitonisas, astrólogos y adivinadores. ¿Dónde está el truco y dónde
la ciencia? Yo, solo me limito a contemplar una realidad y darla a conocer.
En el Altoaragón la
brujería no por menos estudiada es menos abundante que en cualquiera otra
.región de España, bien sean meigas, lamias, sorguiñas o bruxas. Y el Turbón,
Tella, Plan, etc. pueden rivalizar perfectamente con la Cernégula burgalesa o
las navarras Urdax y Zugarramurdi.
Es lógico, pues, que
junto a las brujas hayan pululado los “debinadores” o adivinos que deshacían
los entuertos producidos por aquéllas, aunque sólo fuera detectando qué persona
había producido el “mal de ojo” o el “incortamiento”.
.Pero aquí y ahora
dejamos ese tipo de videntes -aunque tal vez en otra ocasión recojamos el tema
casi inédito- y. nos limitamos al vidente que emplea su arte primordialmente
para diagnosticar enfermedades y curar. Y digo primordialmente, porque casi
siempre los mismos clarividentes, a manera de zahorís a distancia, se
especializan también en encontrar objetos perdidos, coches robados, documentos
desaparecidos...
Hace mucho conocí a B.
Puerto. Es ciego. Afable y acogedor, contagia su propia fe a las personas que
trata. No tiene ningún inconveniente en que escriba y divulgue lo que me
cuenta, amparado además por su título sanitario que le permite curar.
- “Vivía en Graus -me
cuenta-. Era instalador electricista cuando a consecuencia de un golpe tuve
desprendimiento de retina y aunque me operaron en Barcelona, me quedé ciego.
Esto fue hace algunos
años. Ahora tengo cuarenta y dos. “Me afectó mucho. Quedé desesperado,
acobardado. No hacía más que pensar “¿para qué vale un ciego?”
Se bajaba a la bodega de
casa, en Graus y allí, a solas, se pasaba las horas rumiando su tragedia y
preguntándose cómo podría sacar adelante a su familia ya que estaba casado y
con hijos. En esa bodega, precisamente, fue donde empezó a tener visiones.
El sonríe al contármelo,
como calibrando la ironía de “un ciego que tiene visiones”. Le dejo a él que
narre estas visiones:
- “Primero era una cruz
cuadrada, como cromada de oro por los bordes, que se me acercaba. Me impresionó
mucho.
También una palmatoria
con la vela encendida que viene y se me para delante. (Pasa del pretérito al
presente, pues me confiesa que las visiones no han cesado). Un señor como
envuelto en humo o una nube: lleva un libro de piedra en la mano. Nunca le vi
los pies ni más abajo de la rodilla a causa de la nube. Los ojos negros, pero
tiene como una coseta roja en la niñeta. Se me acerca, me mira, pero no me
habla...”
No fueron -ni son- ésas
las únicas visiones, diríamos de simbolismo religioso o sacral. También se le
aparecen animales: me habla de un elefante, una tortuga, tres caballos blancos
que se le acercan y se le quedan mirando.
Estas visiones le
impresionaron pero no le asustaron, porque todas venían “en son de paz”.
A mi pregunta de cómo
interpreta estas visiones, él, muy seguro me contesta:
- Todas estas visiones
interpreto que son el bien. Ya las primeras veces las interpreté como fuerza
curativa.
También él quiere saber
mi opinión y si hay algo de malo allí. Yo lo tranquilizo y le digo que mientras
piense en hacer el bien a los demás, no debe preocuparse. (Y yo, con el
atrevimiento de dar consejos…)
- Sí, siempre lo empleo
para hacer el bien, porque presiento que tengo una fuerza terrible que podría
hacer mucho daño. ¡Hombre! Una vez una señora me timó con los cupones y le
deseé una diarrea... Creo que marchó a todo correr...
La primera cura la hizo a
una mujer muy gorda y con fuertes dolores de riñón. La curó y perdió once
kilos. “Si les pongo la mano en el estómago, ya no tienen hambre”. Se empezó a
correr la fama.
Curó a otra señora con
cáncer en el pecho izquierdo, ya desahuciada de los médicos. Después de curada,
que fue a San Sebastián los médicos le dijeron que nunca había habido cáncer
allí... “pero ella y yo sabíamos que era verdad”.
- “Llevo veintitrés casos
de cáncer curado”
Su método ya no puede ser
más sencillo. No emplea hierbas porque dice que no las conoce. Sencillamente
pone la mano en donde está el mal y se concentra. Con la mano así empieza a
repasar una por una todas sus visiones. Generalmente le basta una sesión.
El diagnóstico es
parecido:
- “Cojo las manos del
paciente y ya sé lo que tiene”.
Como quiero saber si es
el único con “poderes” en la familia, me dice que hay dos hermanos de su madre
que también curaban. Uno de ellos, en Francia, aún cura.
Me asegura también que
tiene una gran fuerza para hacer vibrar las cosas, moverlas sin tocarlas. Lo
hace pocas veces porque “en casa si lo hago, los niños se asustan”.
Le pide a su mujer que me
cuente lo que le pasó a ella una vez, por entrar en el cuarto sin llamar. Y me
lo cuenta. Al parecer su marido estaba con la visión del señor de la nube (al
señor no lo vio) y la nube, al abrir ella se retiró y desapareció por la
cabecera de la cama. Se dio un susto de muerte pues no sabía nada aún de las
visiones de su marido. No le dijo nada.
Sólo más tarde, parece
que se calla algo, pero rubrica: “He pasado mucho miedo”.
El relacionar la medicina
popular con lo desconocido, lo espiritual, lo extrasensorial, tampoco parece
que sea precisamente de ahora. Ya hemos visto que grandes médicos medievales y
renacentistas utilizaban un buen porcentaje de esoterismo.
Y tendremos que seguir
hablando de ellos…
Hay tantas cosas que
contar…
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