En “El Diario de Huesca”
en Junio de 1888 se habla de unos curanderos -no especifica el número, pero hay
que contar con dos o más- que hacen curaciones hipnóticas. Se les denomina “los
Apóstoles” y tienen su “cuartel general” en Tabernas. Ese modo de hablar parece
indicar que iban por los pueblos haciendo sus sesiones, aunque volvían a
recalar siempre en Tabernas.
Ahora bien, en el pueblo,
no ha quedado ni rastro de ellos.
Tampoco sabemos en qué
consistían sus métodos en una época en que la ciencia hipnótica todavía estaba
en mantillas.
Algunas personas mayores
de Tabernas habían oído decir que hace unos cien años, en casa J. había
reuniones espiritistas.
¿Estaban relacionadas con
“los Apóstoles”? ¿O eran la misma cosa no muy bien conocida y definida en el
pueblo? Es una pena que no dispongamos de más datos ni mayor información.
La primera noticia que
tuve del curandero de la Almunia de San Juan fue a través de unos conocidos,
completamente convencidos de sus poderes. Ellos me contaron esto:
“Es ciego. Diagnostica
por lo que le dicen; luego, al tacto en la palma de la mano y en la arteria del
cuello. No emplea hierbas. Es también adivino. Cuando estuvimos nosotros,
enseguida adivinó que éramos tres, dos hombres y una mujer y que el que los
acompañaba era el que peor estaba aunque no iba a visitarse.
“Mi hermano al final de
la consulta le preguntó dónde podía haber perdido la alianza. El se concentró y
le describió un campo cerrado con una gran piedra a la entrada y le dijo que
perdió el anillo junto a ella aunque tal vez no la encontrara por haber
labrado. Es verdad que lo perdió allí. Dicen que le preguntan para encontrar
coches robados...”
Naturalmente que lo
visité para que me contara lo que le pareciera apto para publicarse. No estoy
autorizado para contar todo lo que me dijo. Se llama F. C. y no es ciego de
nacimiento. Ya curaba antes de serlo. Descubrió como por casualidad sus dotes
curando a un tocino. Y pensó que podía también hacerlo con personas.
Habla con voz fuerte,
pausada, con autoridad, diría que solemne y casi profética y desde luego revela
una riqueza de vida interior como sucede con frecuencia a muchos invidentes.
Aunque le había aclarado
que no iba como paciente, me dijo que yo eso no lo sabía. Que muchos habían ido
con otro motivo y habían encontrado en su casa algo que no buscaban y se empeñó
en diagnosticarme dolencias antes de que empezáramos a hablar. Debo reconocer
que no acertó en mi caso, a no ser que tenía los bronquios y garganta estropeados
por fumar, cosa que puede asegurar cualquiera que hable un cuarto de hora
conmigo. Me habló de dolencias de columna y quieras que no me “corrigió” una
desviación y para hacerla me hizo crujir todo el rosario de vértebras. Me dio
algunos consejos para mis malas digestiones y mi insomnio (?) y a continuación
me habló de su vida y sus métodos, de los que no debo hablar a petición suya.
Lo encontré un hombre
bueno, curioso, de gran convencimiento y fe en Dios y en sus propias
facultades. Con una voluntad de hierro, que se contagia, y creo sinceramente
que ha podido hacer curaciones espectaculares sobre todo lo que suponga la
presencia de un factor psicológico determinante.
Me acompañó hasta la
puerta. Recuerdo su despedida:
- Mira ahora el cielo, el
sol, la vida... ¿No te parece todo más claro y brillante que antes?
En esa línea de
curanderos hay que incluir a Emilio (omito su apellido y el pueblo en que
vivió). Nació en Benabarre a finales del siglo pasado -1897- pero no vivió
allí. Son muchísimas las personas que testimonian su calidad de curandero, y
adivino.
Cuando me presento a
conocerlo, su consulta parece una capilla, o mejor un museo de santos.
Hay docenas y docenas de
cuadros de santos, de estatuillas, imágenes de Olot, según me dice él regalo de
personas a las que ha curado.
Todo lo hace con
medallitas de Santa Teresita del Niño Jesús pues me asegura que tiene una gran
devoción. También al Sagrado Corazón de
Jesús, y a todos los santos.
Para que las medallas
surtan su efecto deben estar bendecidas por él mismo tres veces, en días
diferentes. El ritual es colocarlas sobre una estampa del Corazón de Jesús y
rezar una larga oración en voz baja, que no se le oye aunque forma las palabras
con los labios. Luego, las unta con agua bendita que tiene en un frasco y con
saliva suya. Las seca con una toalla y las entrega. El agua bendita se la
procura, el día de Sábado Santo, que lleva su propio cántaro a la iglesia para
que quede bendecida.
A Emilio lo cuida un
matrimonio de mediana edad que le profesa una auténtica devoción porque él curó
a la señora que estaba paralítica en una silla de ruedas y ahora hace todos los
oficios de la casa mientras el marido es el introductor de los enfermos o de
los que acuden con otros problemas.
Porque Emilio lo remedia
todo. A él llegan matrimonios con problemas familiares de todo tipo, igual de
herencias que de malas relaciones entre los cónyuges o con los hijos;
empresarios en apuros, enfermos de cualquier clase...
“El que lleva la
medalleta -hay que llevarla siempre encima- bien colgada al cuello o en un
bolsillo tiene una especie de seguro a todo riesgo, que le protege de todos los
males: no ha de temer robos, ni accidentes de carretera, ni laborales, ni
achaques a su salud”.
El me dice que han pasado
por sus manos unos quince millones de personas, lo que evidentemente es
imposible ya que aun visitando a diez personas diarias todos los días del año
hubiera necesitado más de cuatro mil años. Lo que es cierto, sin embargo y lo
atestiguan sus vecinos es que acuden a él muchas personas, a veces hasta
autobuses de Barcelona.
Me comenta convencido:
“Tengo ese don de Dios. Hago muchos milagros”.
A una pregunta mía
contesta que sí:
- Sí, rezo horrores.
Todos los días. Y el rezo es de Dios. La oración de las bendiciones de las
medallas me la enseñó Dios mismo.
No está de acuerdo con la
orientación actual de la piedad. Y esto me lo comenta sin que yo le pregunte:
- Todo tiene que volver a
la religión de antes. Dios quiere a todos los santos y ahora los quitan de las
iglesias. Pero lo peor de todo es matar. Dios no puede perdonar al que ha
matado a otro.
¿El secreto de sus
remedios?
- Todo lo hago con la
mano y la saliva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario