Antaño, cuando se cerraba una casa recuerdo que
decían: "tal casa se cerró
por no haber hecho disposición a tiempo" (generalmente entonces por no tener
descendencia); y esa vivienda se "amortaba"
o clausuraba.
Ahora el dicho valdría,
pero el argumento quizás sea otro. Muchos chicos y chicas (de éstas
menos) se han quedado para dueños de la casa (herederos), pasando ya del
medio siglo de vida, y... siguen solteros. Algunos pueblos como Plan, en
el invierno de 1983, intentaron resolver el problema realizando una "caravana de mujeres", convocando a
través de los medios de comunicación a éstas, para que acudieran allí a
casarse.
Existen dos indicadores
muy claros de esta crisis, desde hace muchos años en nuestros pueblos. Uno es
la emigración, de la que todo el mundo habla; y el otro, menos tratado, pero no
menos real y dramático, “la soltería”.
Hay que matizar que ambos siempre han existido, aunque con distinta
importancia que en este momento.
Siempre ha habido
solteros y solteras en muchas casas, los "tiones".
El tión era un hermano o hermana del heredero
que, se quedaba a trabajar para la casa. En esta situación no se cobraba
remuneración alguna, excepto una manutención en el más amplio de los sentidos.
Ayudaban en el hogar haciendo las faenas más duras y menos prestigiosas. Tener un tión se consideraba,
comúnmente, una suerte, y además una señal de prosperidad. Se decía "que era la mejor lotería que podía tocarle a un heredero".
Pero el hecho de que la
soltería afectara más a hombres que a mujeres, y más concretamente a los
sucesores de las casas, de las pocas que iban quedando habitadas en nuestros ya
de por sí vacíos pueblos, hacía prever un futuro un tanto negro para muchos
techos.
Con su desaparición, y
esto ha quedado muy claro a lo largo del tiempo, ha ido emparejado fatalmente,
al derrumbamiento del propio pueblo.
En estos momentos podría
facilitaros el nombre de varios lugares que, de no ser por un "milagro", no tardarán, por
este argumento, en pasar a ser un simple recuerdo, y esta es la realidad:
Disminución de la
población, aumento del número de personas solteras, desplazamiento de la
soltería hacia el grupo de mayor edad, mayor proporción de solteros entre
hombres y herederos..., en suma, una temible crisis de muy difícil remedio.
1950 Mediano (Abrevadero y fuente) |
Cuando comienzo a recoger
nuestras costumbres, (tengo que retroceder a los sesenta y setenta), ya
compruebo preocupación en nuestras gentes con la soltería, y había opiniones
para todos los gustos.
Unos decían que la culpa
la tenían las mujeres, porque a las casas de los labradores y agricultores no
querían ir, sacando el pretexto de que les tocaba trabajar más, y sin tan
siquiera disponer de un tiempo para ellas.
Otros, que si el fallo
era de los hombres, que cuando charraban con las zagalas se les ponía la "boca pastosa", y se les
cortaban las palabras. No eran nada ligones.
Algunos, más
tradicionalistas, afirmaban que anteriormente el 40 o 50% de los casamientos
eran preparados por otras personas que solucionaban el futuro de la casa. La de
bodas que han sido arregladas por los párrocos de los lugares…
Cuando repaso estas
expresiones y las comparo con la actualidad, no quiero dar mi opinión, que para
nada sirve; pero quiero compararlo con el pensamiento de nuestros mayores, en
una serie de refranes, coplas, dichos de antaño, recogidos principalmente de el
Sobrarbe, aunque hay varios de otras partes del Pirineo Aragonés, que tienen
relación con cualquiera de las facetas del
problema.
Inicialmente dejar claro
que estoy convencido de que ninguno de los tres argumentos puestos a la
palestra son el verdadero conflicto, sino que se trata de algo más serio,
complicado y generalizado, no únicamente de la comarca de Sobrarbe, aunque en
principio parezca me estoy ocupando tan sólo de ella.
Es bien cierto que allá
por aquellas añadas la mujer tenía más deberes que derechos y estaba consagrada
exclusivamente al hogar, que generalmente no era el suyo, al que pasaba al
casar con el heredero de otra vivienda, como se solía decir: “ha calentar el fuego ajeno",
siendo considerada como la "joven"
o "forastera".
Ella, administraba los bienes domésticos, corría a su
cargo el educar la descendencia, muy numerosa por entonces; guisaba y disponía
las comidas familiares y de los jornaleros, limpiaba la casa, lavaba, fregaba,
hilaba el cáñamo y la lana dedicada al vestido de los suyos, asistía a las
ferias del contorno encargándose de las compras de todo género, llevaba el
huerto de la hacienda, se cuidaba de los animales del corral, iba al campo a
llevar el almuerzo a los hombres o a ayudar a la recolección, transportaba
pesadas cargas en la cabeza, sobre una almohadilla redonda de tela enrollada
que le servía de cabezal donde cargaba el cántaro para buscar agua a la fuente,
la canasta con la pesada colada de regreso del riachuelo o lavadero… en
resumen, cualquier tarea considerada entonces propia de su sexo que estuviera
por hacer, le correspondía a ella.
¿Os extraña de que muchas
mujeres no quisieran casar con herederos?
En estos últimos tiempos
todo este machismo ha cambiado y en la actualidad todos somos un poco más
iguales.
Tampoco os recomiendo, si
escucháis el refranero popular, hagáis caso de tantas coplas, donde se confunde
a la mula u otros animales con la mujer, sintiendo más la pérdida, en
ocasiones, de la primera que el fallecimiento de la segunda.
Son estrofas, la mayoría
con pésimo gusto, del pasado, y sólo como tales hay que ingeridas.
“Ocurre
con a muller
lo
que a ro burré d'o chitán ,
que no
se li'n beyen ras faldas
dica dimpués de mercalo”
“Ocurre
con la mujer
lo
que al burro del gitano,
que
no se le ven las faldas
hasta
después de comprarlo”
Pero también hay
repertorio despectivo alusivo al hombre.
“Hombre
casado,
burré
domado”.
“Me
casé con un pastor
pensando
de gananziar,
se
morieron as guellas
y
me quedé el animal”
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