No había pasado demasiado
tiempo cuando se decidió hacer el "ajuste". Como en mi pueblo no
teníamos ningún lugar especialmente indicado para esta reunión-ceremonia se
haría en casa de Cacho, que era terreno neutral y tenían amistad con las dos
familias. Esto era importante y cuando los novios eran de diferente pueblo se
buscaba alguna ermita o paraje a mitad de camino.
Contaba hace tiempo que dudo si todavía se mantiene erguida la Carrasca
Borracha en plena sierra de Guara, no lejos de la peña Peatra, encima de Bastarás,
sin otra misión en nuestros días que asombrar orgullosa a los escasos paseantes
que por allí se acercan. Y junto a ella, nada. Ni una mala caseta, ni una
borda, nada.
Sin embargo, la Carrasca
Borracha fue antaño un sitio de encuentros, lugar de descanso y charlas
distendidas. Unto de reunión de montañeses, de las gentes que bajaban de
Pedruel, Las Almunias, Rodellar o Las Bellostas con sus machos cargados de
patatas para la tierra baja y los que subían de Angüés, Labata, Ibieca o Casbas
con sus recuas portadoras de aceite o vino.
Y por poner otro ejemplo, también en Robres tienen su Peña del Ajuste. Está allí en
Miralbuenos, que está junto al camino de Grañén. Se encuentra en un tozal y la
vista desde ella es preciosa, aunque solamente sea para justificar el nombre de
Miralbuenos, y más cuando el trigo todavía no quiere amarillear y los campos
están cuajados de amapolas. Ya sabéis que a los de Robres los llaman “ababolicos” y a mucha honra
que lo llevan ellos.
Lo más singular de la
piedra es su nombre y el oficio que desempeñaba.
Todo el mundo sabe que el
ajuste era el hito más importante en la concertación de un matrimonio en unos
tiempos en que hasta la voluntad y el cariño de los novios parece que no
pintaba demasiado. Los representantes de las dos partes, generalmente los
padres, se reunían para fijar las aportaciones que los pretendientes harían a
la boda.
Allí desmenuzaban, paso a
paso, desde el ajuar de la novia hasta las tierras del novio, pasando por los
gastos de la boda y los doblones en metálico que aportaría cada casa. Y todo
sazonado por los comentarios del aponderador, que ensalzaba las cualidades del
mozo casadero y la calidad de los bienes que traía.
Y claro que a veces se
pasaba un pelín. Todos habéis oído hablar del aponderador de Burriana, que de
tanto aponderar deshizo la boda.
¿Que no? Os lo recuerdo,
aunque ya lo han contado otros con más gracia que yo.
Pues se ve que el
aponderador de Burriana debía de ser un lince. Probablemente le habían
prometido una buena comisión si la boda se llevaba a cabo. Por eso, a cada
palabra del padre del zagal añadía su comentario visto con lentes de aumento.
El padre comentaba:
-El mozo pondrá un
campico que tenemos en el secano.
El aponderador le
interrumpía:
-¿Cómo campico?, si en
una hectárea y media que tenéis cogís
más ordio que otros en ocho hectáreas. jY qué ardio! Que se lo
pregunten al molinero, que no
conoce otro de mejor calidad.
El padre continuaba:
-y también pone la
burrica...
De nuevo el comentario
del aponderador:
-¿Qué dices burrica?, si
esa caballería tiene más chicha que dos bueyes juntos para tirar del aladro.
-Y el huertecico de
abajo…
-¿Cómo huertecico? ¡Si
allí se coge de un todo: tomates, pimientos, judías, patatas, y unas cebollas
que para nada envidian a las de Fuentes! ¡Y qué bisaltos y ensaladas y
borrajas! No conozco huerta mejor regada ni tierra mejor dispuesta.
Todo lo aponderaba que
era .un gusto. Como el padre del mozo casadero veía que exageraba lo suyo, a
fuer de noble también quiso aclarar:
-El mozo es trebajadero y
bien dispuesto, y muy amoroso. Aunque es preciso avisar que tiene un pequeño
defecto y es que ye una
miajica corto de vista…
Y el aponderador, que no
admitía nada pequeño, apuntilló:
-¿Cómo una miajica corto
de vista?, si el zagal no ve tres en un burro.
Y aquí se terminó el
ajuste y la boda. ..
Los ajustes no eran
necesarios cuando se pactaba un matrimonio cruzado, es decir, un hermano y una
hermana de la misma familia que se casaban con otra hermana y hermano. Lo
llamaban también matrimonio a cambio y se dio con mucha frecuencia porque
parece que era muy práctico para evitarse dotes ni particiones.
Aún recuerdan en Robres
los más viejos el ajuste del siglo, que se hizo nada menos que entre casa Ruata
de Alcubierre, cuyo vástago. Agustín, se unía con una mocica de los Rufas de
Torres. (¿Había casas más fuertes? Como no fuera los Bastarás de Lanaja...). La
lifara de la boda debió de dejar pequeñas a las bodas de Camacho del Quijote. Tuvo lugar en la
paridera, no muy lejana, porque no había salas capaces de reunir a todos los
invitados. ¡Ah!, los manjares que se consumieron y las bebidas fueron
exclusivamente de la tierra.
En los ajustes no se
escribía ni firmaba nada. Bastaba la palabra, cereña como la roca que hacía de
testigo. Porque ése era el papel de la Peña del Ajuste: garantizar con su
presencia casi sagrada el cumplimiento de todo lo que junto a ella se trataba.
... y ahora ya, a
preparar la boda. Sobre todo, la novia, que ya podía venir a vistas con el
novio, momento en que lo veía por primera vez y ya podría festejar sometida a
la geografía del fogón y a la presencia de toda la familia. Más tarde, con las
amonestaciones echadas se cortejaría a solas, con el novio a la puerta de casa
o a través de la ventana.
Como he dicho, pocas
veces se escribía nada en los contratos.
Cuando eran muy solemnes,
se escribían las Capitulaciones, que nos resultan un verdadero tesoro de
derecho aragonés. Y alguna vez, también la lista del ajuar o “plega” o “ajobar” de la moza, que de todas estas formas se llamaba.
Tengo a la vista
precisamente una de estas listas de hace unos ochenta años. Os lo quiero leer
porque no tiene desperdicio y nos resulta hasta divertido o tal vez
enternecedor:
“Camisas, 22; enaguas,
12; servilletas, 12; manteles, 2; toballas, 6; toballones, 6; bestidos indiana,
14; ídem de lana, 9; refajos, 9; gabanes, 13; chambras, 10; delantales, 6;
mantillas, 5; pañuelos para el cuello, 7; pañuelos de bolsillo, 12; más
pañuelos para la cabeza, 16; sábanas, 7; botas y zapatos, pares, 6; manta de
palencia, 1; cama de hierro, 1; colchón, 1; colchoneta, 1; colcha de percal, 1;
jergón, 1; almadas, pares, 3; cofres, 2; medias, pares, 26; corsetes, 3.”
¡Cómo se reirán las
mocicas de ahora!
Pero, en fin, así somos y
así fuimos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario