Los lugares de las
redoladas siempre en nuestra tierra, han estado de greña. Aparte de los motes
que se han regalado, las bromas, pesadas o suaves, como queramos denominarlas,
en muchos lugares son recordadas como de si de una batalla de guerra, se
tratara:
Es tradicional la sorna
continua que hay entre Tardienta y Almudévar, aunque no sé cómo no la cortan
los primeros, ya que siempre salen perdiendo. Será por aquello de la fama de
brutos que llevan los segundos. El antiguo campo de fútbol de la Corona de
Almudevar, ha presenciado centenares de encuentros,
en el sentido más amplio de la palabra, entre los dos pueblos.
Bueno, lo de ese campo,
también tenía su gracia. Recuerdo las casetas-vestuarios, con sus carteles
respectivos: “Locales”, “visitantes”, “árbitros”. Pues bien, debajo de la
palabra “árbitros”, alguien había añadido: “Heridos, 38. Muertos, 14,
Desaparecidos, 24”
Este debía ser el primer
gol psicológico al juez del encuentro (éste y la cercanía del canal, que se le
recordaba muchas veces a lo largo del partido), porque lo cierto es que el
Almudévar rara vez perdía en casa por entonces.
A resultas de uno de
estos partidos, los de Tardienta llegaron una noche -con alevosía y
nocturnidad, como se ve- y derribaron toda la flamante tapia de caña-pita que
rodeaba el campo precisamente en vísperas de un encuentro con perspectivas de
buena taquilla.
Los “saputos”
(Almudevar), tragaron saliva, pero no dijeron nada. Esperaron pacientemente el
momento oportuno que, según cuentan, se presentó el día en que iba a jugar en
Tardienta, nada menos que la Unión Deportiva Huesca a beneficio de algo o
alguien.
Pero el partido no se
pudo jugar, después de vendidas las localidades con varios días de
anticipación. Los saputos habían devuelto la “nocturnidad” acompañados de cinco
tractores y -como suena-, les habían labrado el campo.
Almudebar |
Cada pueblo pone de
vuelta y media a sus vecinos resaltando sus defectos, reales o imaginarios. De
ahí la cantidad de apodos y coplas con que se obsequian los unos a los otros.Los de Esposa -que no
tenían molino- comentaban a propósito de otro pueblo: -“aquella tocina s'ha
moríu de asco al ver o molino d'Aisa».
De un pueblecillo del
Sobrarbe, me contaban en el pueblo de al lado, que eran tan espabilados, que
cuando se recibió un impreso pidiendo datos de población, movimiento
demográfico, clima, etc., no habían entendido esta palabra y habían contestado:
-“En este Municipio no tenemos clima, pero si es preciso encargaremos uno a
Barbastro”
Ellos me lo desmintieron
y a su vez me contaron de los otros, que recibieron un oficio anunciando una
posible convulsión sísmica y que intentasen localizar el epicentro, a lo que contestaron
al cabo de tres días: -“Localizado y detenido Epicentro y nueve sospechosos
más”
Más tarde me enteré de
que era el mismo secretario el que atendía a los dos pueblos.
A veces los insultos se
reparten a pares. El recurso de la rima se aprovecha con muchísima frecuencia
para incordiar a los vecinos:
Ontiñena,
tripa llena, si no de pan, de arena.
Albalatillo
en cada casa un pillo.
Almuniente,
buen pueblo, pero mala gente.
No siempre se meten con
los habitantes, que muchas veces no tienen la culpa de su geografía,
sino con el pueblo con auténtico desprecio del lugar: -“Serraduy, el diaplle s'en fui”. O bien: -“Tella, Tella, iDios me libre de ella!”
Cuanto más vecinos, más
pedradas. Me acuerdo ahora de una anécdota ocurrida hace algunos años entre los
vecinos de Lascellas y los de Ponzano.
Siempre estaban de
picadillo. Y uno de los motivos era, a ver cuál de ellos plantaba un mallo
mayor en la plaza del pueblo para la Pascua. Los de Lascellas pusieron uno,
capaz de impresionar a cualquiera que no fuera de Ponzano, y además lo pintaron
primorosamente.
Tres mocetones de Ponzano
se fueron sigilosamente por la noche, se lo arrancaron y se lo llevaron para su
pueblo. Luego aún les cantaban: -“El
mallito de Lascellas, pintaron de colorete; y en la plaza de Ponzano, se
divierten lo mocetes”.
Y aseguran que lo habían
advertido, que el día de antes, clavaron en el mallo un papeler que decía en
verso: -“Estate quieto, madero,
te han de venir a buscar, Mariano, Bosque y Albero”.
Los comentarios duraron
años. En Ponzano tienen una fuente muy raquítica y en cambio en Lascellas están
la mar de ufanos de su estupenda y abundante fuente. Y esto me obliga a otra
digresión, y a perdonar si incomodo.
Resulta que no tenían
nada o muy poco de agua, cuando se presentó un buen día un peregrino, con
acento francés, a quien acompañaba un perrico. Se trataba nada menos que de San
Antonio Abad, que venía entonces de Ponzano. Allí había pedido San Antón de
beber, cosa que llevaron muy a mal los vecinos, creyendo que los insultaba por
su escasez y lo echaron a cajas destempladas del pueblo.
Llegó a Lascellas y pidió
agua y por supuesto le dieron, aunque tenían el mismo problema que en Ponzano.
–“Aunque fuera vino”, le dijeron. La fuente empezó entonces a manar con fuerza.
El Santo les aseguró:
-En aquel pueblo nunca
tendrán agua. Aquí nunca os faltará.
-¿Y cómo lo sabe usted?,
le preguntaron.
-¿Veis este animal?
-Sí, un perrico muy majo.
-No es perro, que es un
cerdo.
Efectivamente, el perrico
se había convertido en tocino y así lo representa por todas estas tierras la
iconografía de San Antón.
Con motivo del robo del
mallo de Lascellas, las mujeres de Ponzano les decían a sus vecinas:
-“¡Ay, si la fuente se
volviera mallo…!”
Y hemos entrado en otro
aspecto o capítulo del humor altoaragonés: el del picadillo de pueblo a pueblo…
Otro ratico seguiremos.
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