Que
la medicina popular hoy nos puede sorprender, no cabe ninguna duda. Que
actualmente esas maneras de curar, para muchos de nosotros no son creíbles,
también. Aunque yo, nunca entraré a valorar su efectividad. Muchas de las historias
que os cuento, he tenido la suerte de presenciarlas, y… en muchas ocasiones, he
quedado tan sorprendido, que solamente me atrevo a contároslas, y vosotros
podéis crearos vuestra propia opinión.
La medicina popular
aragonesa guarda sorpresas increíbles. Y estos remedios han sido -en muchos
casos siguen siéndolo- el evangelio. Así, como suena. En bastantes casas de la
Montaña guardan celosamente y oculto a las personas de fuera de la familia un
“libré” con estos remedios escritos, a manera de “prontuario” para poderlo
utilizar en cualquier emergencia.
Y hoy, quiero hablaros de
uno de esos remedios. La picadura de la tarántula o “alacrán”.
La zona de Monegros, ya
se sabe, es terreno de tarántulas. El señor Beturian me describe a la
peligrosa: “No es ésa que se esconde por los agujeros y tiene unos ojos brillantes, no. Es la
otra que tiene el cuerpo negro y redondo como una oliva. Esa no tiene cado y
ésa es la mala”. Sin embargo la canción debe aludir a la primera, que no hay
manera de cazar:
“La tarántula es un bicho
muy malo
no se mata con piedra ni
palo...”
Alguien me comentó:
“…hace un par de años le mordió una a un hombre de Capdesaso, pero vino el
médico, le clavó un par de inyecciones y listo”.
Antes no. La curación de
“fizadura” (picedura) de alimaña era todo un ritual. Ya se sabe que tenemos
además otros animales venenosos y bien que lo aclara el refranero:
“Si te fiza un bibora, no
vivirás ni una hora.
Si te fiza un alacrán ya
no comerás más pan.”
La pista de los
ceremoniales de picadura de tarántula nos ha llevado a Sariñena y allí se
curaba a base de música. Su picadura sólo se podía curar con guitarra o instrumento
similar acompañado a coplas y canciones.
Cuando salía una de una
fajina -generalmente- al recoger la garba y “fizaba” a uno lo llevaban
corriendo a su casa y se le metía en la cama con tres o cuatro mantas
encima. Se sacaban brasas del hogar y se cargaban bien dos o tres braseros. Las
plañideras, enlutadas, comenzaban con sus ayes lastimeros.
Mientras, en la alcoba de
al lado se comenzaba una juerga por todo lo alto. Se tañía, se cantaba, se
bebía vino, se volvía a cantar y tocar sin parar y sin hacer caso de los gritos
del enfermo ni de los quejidos de las plañideras. Al cabo de varias horas de
este tratamiento -y sobre todo si el enfermo colaboraba bailoteando dentro de
la cama- la enfermedad remitía.
No acertamos con la
explicación lógica. Tampoco lo pretendemos.
¿Tal vez se pueda
traducir a un tratamiento masivo para provocar el sudor que elimine las
toxinas?
Antonio Lasierra de
Sariñena, me decía que la tarántula tiene como una especie de guitarra en la
espalda. Y me decía también que mientras tocaban los músicos en casa del
enfermo, la tarántula en el campo también bailaba y cuando se agotaba moría,
curándose el enfermo.
¿Os extraña? Pues estas
curaciones he tenido la suerte de presenciarlas en mi infancia…
Ha sido un gran placer conocerte y entrevistarte, te doy otra vez las gracias por tu blog y por acercarnos tantas historias de esta tierra a la que a vez tenemos demasiado olvidada. Un abrazo enorme, Eva Hinojosa
ResponderEliminarEstimado Bastian Lasierra.
ResponderEliminarSomos editores de una revista llamada Mediterruño, músicos de tradiciones mediterráneas como las del Sur de Italia y estamos publicando este artículo suyo sobre el baile de la tarántula. Asimismo nos gustaria no sólo mencionar su nombre sino su trayectoria ya que sería un placer compartir esto con nuestros lectores. claudia
aqui el link a nuestra publicación
http://seintempu.com/mediterruno/el-baile-de-la-tarantula/