El mundo vegetal y los
niños, siempre ha tenido connotaciones mágicas y experiencias, que superan
cualquiera de los juegos, que pueden comprar.
Es imaginación, y eso
solo se aprende con la naturaleza y la convivencia con ella.
¡La magia de la
adivinación en los juegos infantiles! ¡Y con apuestas!
Coges un capullo de
amapola (ababol, decimos en aragonés) y ya está la incertidumbre: ¿Fraile o
monja? Lo abres y aparecen los pétalos arrugadicos, incipientes: si son
blancos, es monja, si ya colorean es fraile.
Siempre la adivinación ha
tenido un algo de dramático y misterioso y el niño la ha practicado
continuamente. Recuerdo que arrancábamos unos tallicos con hojas dispuestas
simétricamente a lo largo de ellos. Se deslizaban dos dedos por la ramita y se
arrancaban todas las hojas que quedaban en la punta de los dedos como si fuera
la cola de un pájaro y se preguntaba al compañero: "gallo o gallina".
Era gallo cuando el número de las hojas resultaba impar, y gallina en caso contrario.
Otras veces era la
adivinación interesada, por ejemplo cuando te ofrecían los dos puños cerrados
para sortear. ¿En qué mano está la china?
Cuestión de cantar
tocando alternativamente las manos que te ofrecían con una palabra o un acento
a cada mano:
“Palomita pinta - repinta
dime la verdad - soledad:
si yo salgo libre tú iras
al cielo
si salgo pagando tú iras
al infierno”.
Las niñas adivinaban o se
jugaban los años de vida saltando a la comba. Influía la habilidad, claro, pero
también la suerte al estilo de los augurios romanos:
Cuco de mayo
cuco de abril,
dime los años
que he de vivir
uno, dos, tres, cuatro...
A cada salto limpio, un
año. Y se envidiaba a las que llegaban a los cuarenta o cincuenta que al niño
le parece una edad de senectud.
Para ayudamos a entender
el significado de estos juegos en las formas mágicas de adivinación tendríamos
que apoyarnos en el mito: '"El mito es, el resultado natural de la fe
humana porque todo poder ha de dar signos de su eficiencia, ha de actuar y ha de
saberse que actúa, si es que las gentes han de creer en él. Toda creencia
engendra su mitología, puesto que no exige fe sin milagros y los principales
mitos cuentan simplemente el primordial milagro de la magia misma.
A perdonar la digresión,
pero me ha salido así…
Las niñas, evidentemente,
preferían juegos de habilidad que en la comba adquirían una gama variadísima
desde la velocidad en el salto (en mi pueblo decían "Pan, vino y tocino,
cino, cino..." imprimiendo un ritmo cada vez más acelerado.
También era de habilidad
aquél de:
"Soy la reina de los
mares
señores lo van a ver:
tiro mi pañuelo al suelo
y lo vuelvo a
recoger".
Valdría la pena sondear
la psicosis que se encierra en el gusto del hombre por la limitación: los
juegos verbales en los que no vale decir "ni sí, ni no, ni blanco ni
negro, ni qué me sé yo". Incluso en las limitaciones impuestas hasta el
caminar por las losas de la acera sin pisar ninguna juntura: "el que pisa
raya pisa medalla, el que pisa cruz pisa a Jesús”.
También en el estruendo
que se armaba en la iglesia al final del oficio de tinieblas golpeando los
bancos para recordar el terremoto que siguió a la muerte de Cristo. Parecido el
estallido de las vejigas de tocino hinchadas, en la misa del Gallo como se
practicaba en Lanaja y muchos lugares de nuestra tierra.
En varios pueblos de
nuestro Aragón, he podido detectar la costumbre y creencia de que el Viernes
Santo no se podía barrer la casa, ni la puerta de la calle, ni siquiera quitar
el polvo. Decían que si se hacía la casa se llenaba de hormigas.
En la Ribagorza el día de
Jueves Santo y mientras duraba el “ayuno
de las campanas”, el decir hasta el Sábado de Gloria por la mañana nadie
se saludaba por muy amigo que fuese aquel a quien se encontraba. Esto
respondía a una antigua costumbre de tiempos ya muy lejanos que, cuando
se llevaba luto no se saludaba a nadie ni se era saludado. Caso de hacerlo, se interpretaba como una ofensa al
difunto y se creía que se hacía sufrir a su alma.
El encontrarse tres curas
juntos era señal de buena suerte si se tocaba madera. Cuando dos personas
decían la misma palabra o frase a la vez, sin ponerse de acuerdo, sacaban un
alma del Purgatorio.
A las "almetas"
se las quería y temías la vez. Al pasar por el cementerio se rezaba:
"Buenos días, almas
benditas, Dios quiera que en el cielo nos veamos todas juntas".
Pero al mismo tiempo, si
había un difunto recientemente enterrado había que tirar una piedra a la puerta
del Camposanto para que su alma no nos siguiera.
También hacían pequeños
servicios. Por ejemplo, si querías despertarte a una hora concreta y no tenías
despertador, bastaba con rezarles a las almas del purgatorio un padrenuestro al
acostarse.
Y a propósito de rezos,
recuerdo la creencia infantil de entonces, de que si rezabas todas las noches
un padrenuestro a San Gregorio, te avisaba tres días antes de morir. ¡Y hay que
ver con qué esperanza mezclada de miedo nos dormíamos convencidos de que íbamos
a oír tres golpes en el tabique a media noche!
Toda esta ciencia
acumulada generación tras generación había que trasmitírsela a la siguiente y
eso era lo que hacía yo con Urbez, como lo habían hecho conmigo.
Pero cojo una cereza del
capacico, y se me vienen conmigo cinco o seis. A ver si soy capaz de cortarles
el rabico… Otro rato hablaremos de juegos.
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