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domingo, 3 de agosto de 2014

Los canteros

Estando estudiando en Huesca, repasaba yo mi cuadernico, pensando si podía añadir algún oficio que no se veía en el pueblo. Por ahora tenía recogidas anotaciones sobre colchoneros, afiladores, ferreros, cañiceros, yeseros y carboneros. Veía que podía añadir estañadores, limpiabotas, vendedores ambulantes, serenos, carteros…, pero ninguno me parecía tan interesante como los otros. Sin embargo, la ocasión me llegó cuando menos esperaba.
Era jueves y teníamos vacación por la tarde. Así que me acerqué a la catedral. La catedral, como todas las catedrales del mundo, estaba en restauración. En el patio del palacio arzobispal, habían improvisado un taller de cantería y se oía el martilleo de las piquetas.
Me acerqué. Un muchacho joven manejaba una especie de escoplo que luego supe que se llamaba “puntero”. Con él pulía las esquinas de un sillar. Lo empuñaba con la mano izquierda que se cerraba sobre él, con el dorso hacia arriba y apoyada la muñeca para frenar y controlar el golpe de la maceta que manejaba en la otra mano.
Más allá, un señor mayor trabajaba otro sillar. Utilizaba una especie de martillo con la cabeza intercambiable. Ese extremo que era el que golpeaba la piedra no era liso; tenía unas puntas alineadas en forma de cuadrícula. El hombre me miró de reojo y se paró un momento creyendo que quería hablar con él. Aproveché la ocasión para preguntarle como se llamaba el martillo.
-Ye la “bujarda”. A ro trucar a cantal li ba fendo unos foratos regulares, un granulau. (Al golpear la piedra le va haciendo unos agujeros regulares, un granulado).
Me llenó de alegría volver a escuchar mi lengua, pues en el colegio la tenía prohibida. Le contesté también en aragonés y ya, lo que quise preguntarle:
-Por lo que veo, se puede cambiar el cabezal.
-Sí. Según como quieras hacer la cuadrícula, más espesa o más clara; esta es del siete, hay también del nueve y aquélla es del once. Se sujetan con el pasador. ¿Y porque quieres saber tantas cosas?
-Yo quiero saberlo todo.
Soltó una carcajada y me pareció que me miraba con simpatía. No sé si por la simpleza, o porque hablaba conmigo en la lengua que más conocía.
-Eso nos pasa a todos. Pero es imposible. Sólo en este oficio se tarda muchos años en aprenderlo. Pero ye muito gronziable.
Acarició la piedra con cariño y empezó a hablar como consigo mismo:
-La piedra es un ser vivo. Sí, tiene vida. Eso no lo sabe la gente ni los libros, pero en cuanto la arrancas de la cantera empieza a envejecer y endurecerse. Dicen que las rocas crecen; hasta un centímetro cada cien años. Por eso una piedra recién cortada es más amorosa, se deja trabajar…, pero si tardas un par de años, ya es mucho más complicado; la herramienta ya no va por donde tú quieres…
Contemplaba el sillar que tenía delante y continuó:
-La piedra vive. Y también enferma; es cuando le entra esa especie de carcoma que la deja como una esponja, como un leño podrido.
-Aquí hay mucha piedra enferma, ¿verdad? Por detrás de la catedral pasas la mano por una piedra y te llevas arena entre los dedos…
-Precisamente esa piedra se llama arena.
 
-¿También trabaja con hacha? –pregunté al observar una especie de astral doble, con dos extremos cortantes.
-Sí, parece un astral. Se llama el tallante. Es la herramienta más preciosa del cantero. Tiene un corte limpio y otro dentado. En realidad es el instrumento más antiguo en cantería y hay pruebas de que ya lo utilizaban los romanos. Nosotros lo empleamos cuando queremos darle a la piedra un aspecto de antigüedad, puesto que la deja con mellas desiguales, como sin acabar de pulir…
Me daba apuro preguntar más, aunque admiraba la paciencia que tenía con un crío. Daba la impresión de que disfrutaba hablando del tema y que además el tiempo no contaba. ¡Con las prisas que hoy hay para todo!
Le di las gracias y me volví al colegio. Antes, me senté en un banco de la plaza y saqué mi libretica para anotar los términos que me eran nuevos, para que no se me olvidasen. Lo que más me había impresionado es lo de que la piedra es un ser vivo. Y me vino a la memoria algo, que también me había dicho en cierta ocasión un alfarero, sobre la arcilla, pues los dos coincidían en lo de seres vivos…
¿Estarán los libros equivocados? Muchas veces me hago esa pregunta…
 
 


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