Estando estudiando en Huesca, repasaba yo mi
cuadernico, pensando si podía añadir algún oficio que no se veía en el pueblo.
Por ahora tenía recogidas anotaciones sobre colchoneros, afiladores, ferreros, cañiceros,
yeseros y carboneros. Veía que podía añadir estañadores, limpiabotas,
vendedores ambulantes, serenos, carteros…, pero ninguno me parecía tan
interesante como los otros. Sin embargo, la ocasión me llegó cuando menos
esperaba.
Era jueves y teníamos vacación por la tarde. Así que
me acerqué a la catedral. La catedral, como todas las catedrales del mundo,
estaba en restauración. En el patio del palacio arzobispal, habían improvisado
un taller de cantería y se oía el martilleo de las piquetas.
Me acerqué. Un muchacho joven manejaba una especie
de escoplo que luego supe que se llamaba “puntero”. Con él pulía las esquinas
de un sillar. Lo empuñaba con la mano izquierda que se cerraba sobre él, con el
dorso hacia arriba y apoyada la muñeca para frenar y controlar el golpe de la
maceta que manejaba en la otra mano.
Más allá, un señor mayor trabajaba otro sillar.
Utilizaba una especie de martillo con la cabeza intercambiable. Ese extremo que
era el que golpeaba la piedra no era liso; tenía unas puntas alineadas en forma
de cuadrícula. El hombre me miró de reojo y se paró un momento creyendo que
quería hablar con él. Aproveché la ocasión para preguntarle como se llamaba el
martillo.
-Ye la “bujarda”. A ro trucar a cantal li ba fendo
unos foratos regulares, un granulau. (Al golpear la piedra le va haciendo unos
agujeros regulares, un granulado).
Me llenó de alegría volver a escuchar mi lengua,
pues en el colegio la tenía prohibida. Le contesté también en aragonés y ya, lo
que quise preguntarle:
-Por lo que veo, se puede cambiar el cabezal.
-Sí. Según como quieras hacer la cuadrícula, más
espesa o más clara; esta es del siete, hay también del nueve y aquélla es del
once. Se sujetan con el pasador. ¿Y porque quieres saber tantas cosas?
-Yo quiero saberlo todo.
Soltó una carcajada y me pareció que me miraba con
simpatía. No sé si por la simpleza, o porque hablaba conmigo en la lengua que
más conocía.
-Eso nos pasa a todos. Pero es imposible. Sólo en
este oficio se tarda muchos años en aprenderlo. Pero ye muito gronziable.
Acarició la piedra con cariño y empezó a hablar como
consigo mismo:
-La piedra es un ser vivo. Sí, tiene vida. Eso no lo
sabe la gente ni los libros, pero en cuanto la arrancas de la cantera empieza a
envejecer y endurecerse. Dicen que las rocas crecen; hasta un centímetro cada
cien años. Por eso una piedra recién cortada es más amorosa, se deja trabajar…,
pero si tardas un par de años, ya es mucho más complicado; la herramienta ya no
va por donde tú quieres…
Contemplaba el sillar que tenía delante y continuó:
-La piedra vive. Y también enferma; es cuando le
entra esa especie de carcoma que la deja como una esponja, como un leño
podrido.
-Aquí hay mucha piedra enferma, ¿verdad? Por detrás
de la catedral pasas la mano por una piedra y te llevas arena entre los dedos…
-Precisamente esa piedra se llama arena.
-¿También trabaja con hacha? –pregunté al observar
una especie de astral doble, con dos extremos cortantes.
-Sí, parece un astral. Se llama el tallante. Es la
herramienta más preciosa del cantero. Tiene un corte limpio y otro dentado. En
realidad es el instrumento más antiguo en cantería y hay pruebas de que ya lo
utilizaban los romanos. Nosotros lo empleamos cuando queremos darle a la piedra
un aspecto de antigüedad, puesto que la deja con mellas desiguales, como sin
acabar de pulir…
Me daba apuro preguntar más, aunque admiraba la
paciencia que tenía con un crío. Daba la impresión de que disfrutaba hablando
del tema y que además el tiempo no contaba. ¡Con las prisas que hoy hay para
todo!
Le di las gracias y me volví al colegio. Antes, me
senté en un banco de la plaza y saqué mi libretica para anotar los términos que
me eran nuevos, para que no se me olvidasen. Lo que más me había impresionado
es lo de que la piedra es un ser vivo. Y me vino a la memoria algo, que también
me había dicho en cierta ocasión un alfarero, sobre la arcilla, pues los dos
coincidían en lo de seres vivos…
¿Estarán los libros equivocados? Muchas veces me
hago esa pregunta…
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