Cuando
comentamos los motes de nuestros pueblos, observamos la rivalidad y
animadversión entre pueblos y municipios vecinos, un fenómeno social claro y
muy firme en nuestra tierra. La vecindad muchas veces caía en el desprecio
hacia las gentes de la aldea más próxima y conocida.
Éste
vínculo de fatalidad se producía por diversos factores y causas sociales,
muchas de ellas perfectamente contrastadas.
Una
de ellas era el cambio de normas de conducta que cada lugar establecía. Al no
ser las mismas, se creaba una gran diferencia entre dos lugares que aún estando
tan cerca en la distancia, estaban muy lejos en sus formas y maneras de vida.
Otra
y tan importante como la primera, era la dependencia administrativa de una
localidad a otra, sintiéndose siempre vejada la pedánea.
La
igualdad demográfica y la potencia de sus recursos también provocaba el orgullo
de ostentar la supremacía en una comarca.
Todo
esto en nuestra tierra, determinaba que entre una aldea y otra surgiese una
gran rivalidad.
Valorando
todo esto en su aspecto positivo, que también lo tiene, esta forma de rivalidad
podía darse antes en nuestros pueblos, por que tenían un vigor social y
demográfico, un concepto de autoestima municipal y solidaridad comunal, que
desgraciadamente hoy no existe ya que nuestros pueblos, que en cuanto a
habitantes, languidecen.
Como
ejemplos, podemos poner muchos. Hecho y Ansó son dos poblaciones entre las que
se suscitaba una profunda rivalidad, al tener las mismas características y
peculiaridades sociales, ya que ambos tenían el mismo número de habitantes,
vivían de la ganadería y eran capitales de sus respectivos valles. Por eso,
ambicionaban, la supremacía de una población sobre la otra en cualquier aspecto
que consiguieran.
De
siempre es conocida la xenofobia mutua entre Hecho y Ansó, auque a lo largo del
tiempo haya habido ciertos contactos y casamientos entre personas de ambas
villas. Una copla ansotana expresa claramente esa mordacidad: “Primitiva de
Guillermo y Pascuala de lo Nepón, limpiaron o lugar de Echo y emporcaron el de
Ansó”. Eran dos chesas que fueron a entroncar a casas de Ansó de chobens
–nueras- y que la jota escogió para expresar las tensas relaciones entre ambas
poblaciones.
Esto
ocurría en casi todos los pueblos de Aragón. Cuando repasamos las coplas
populares, cada lugar intenta “gibar” al de al lado y este, respondiendo
también, con un cambio de coplas, cada una más ofensiva.
Un
agüelo, con mucho sentido del humor, como mucha gente de esta tierra,
contestaba a un forastero que presumía de ser madrileño: “¿De Madrid? ¡Vaya
mérito! De Madrid es cualquiera. El mérito es ser de Barbenuta, que solo somos
cinco”. Esto es reírse de su suerte.
Mediano 1947 "Bufanabos" |
Los
apodos, de lo más variado. Muchos buscando sencillamente la rima fácil. A la
hora de rimar un pueblo, se queda en eso: “Altorrincón, en cada casa un
ladrón”, “Almuniente, mala gente”. Así de fácil, sin que pase por la mente la
realidad del apodo, que solo se hace porque “pega” y suena bien.
Pero
no es conformado el aragonés con colocar motes al pueblo vecino. En su mismo
lugar tiene que colocarlos y quedan ya para siempre como nombres asignados a
una casa. Cuando vayáis a un pueblo, no preguntéis por una persona con su
apellido, por que es muy probable que nadie la conozca. Preguntad por el apodo
de la casa y en seguida os darán razón. Los hay definitivos, aplastantes cuando
se refieren al físico de la persona: Casa “Pechuda”, “Cintureta”, “La Peque”,
“La Tiesa”, “Majico”, “Culicacho”… Otros aclaran su origen profesional:
“Pelaire”, “Cañicero”, “Ferrero”…, pero otras veces rozan un aspecto que viene
rebotando de generación en generación desde algún día aciago en la casa, como
el de “Malmetefierros” que lleva una herrería o “Panflorido” que tiene un
horno. Otros sugieren algún hecho o dicho que se nos escapa pero que allí está:
“Casa Peliforro”, “Casa Non querré”. El ingenio aragonés es inagotable cuando
ironiza y se ceba en una persona o acontecimiento.
No
os enfadeís conmigo cuando cuento los apodos de los pueblos. Si acaso enfadaros
con los pueblos de al lado y llamarlos como vosotros sabéis. Por mi parte os
aseguro que ojalá fuera fato, chepe, saputo, ensudiero, pelaire, cazolero,
ababolico, afumau, curto…, por que quiero entrañablemente a todos los pueblos
de mi Aragón y siempre, entre ellos, me he encontrado en casa.
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