También el "hombre
del saco" era motivo de preocupaciones y hay que ver lo que podía
traumatizar a un niño el ver a cualquier hombre que no fuera conocido, con un
saco al hombro.
Entre los seres
indefinibles -que podían ser hombres o no serlo- se encontraba el
"sacamantecas" que succionaba las "mantecas" de los niños
díscolos o poco juiciosos hasta dejarlos exhaustos.
Así lo llamaban en Huesca,
Ayerbe, Bailo, La Almunia de San Juan, Santa Eulalia de Gállego, Murillo,
Agüero...
En Fuencalderas a los
niños se les hacía miedo para frenarles en sus fechorías con los
"ensundieros", hombres desalmados que, según se decía, robaba a los
niños que salían del pueblo para sacarles la grasa de sus "ensundias"
y utilizarla para engrasar las ruedas de los carros, tal como en otros pueblos
vecinos ya había ocurrido.
También recuerdo a los
"guzpatas" animal monstruoso que atrapaba a todos niños desobedientes
y excesivamente curiosos que se metían donde no le llamaban.
Evidentemente tampoco podía
faltar el demonio:
Así en Vilanova,
Adahuesca, Ontiñena y Tierrantona, que yo sepa. Y todas las variantes del
mismo: Pateta (Huesca), Pedro Botero en muchos lugares, el Diablo de Sijena
(Sena) y hasta "la Diabla", personaje curiosísimo de la imaginería
aragonesa que se encuentra en Esposa, en el retablo del altar mayor de su
parroquia. Allí está el maligno a los pies de San Bartolomé, patrono del
pueblo. Los atributos femeninos de su pecho son clarísimos y tiene también la
particularidad de no dejarse fotografiar, según dicen en el pueblo. Nada tiene,
pues, de extrañar que en Esposa y su redolada se amedrente a los niños con
"la Diabla".
Ni las brujas:
Así, de manera genérica,
en Vilanova, Loarre, Cerler, Aineto. En Sarvisé dicen "la bruja Piruli.
Por eso los niños han
tenido siempre un miedo atávico a las brujas. Una señora de Lascellas me decía
que cuando era niña en la escuela se oían unos ruidos terribles. La abuela de
la casa de al lado, leía un "libro prohibido" con una vela encendida.
Una sobrina suya recibió el maleficio. Era hacia el año 1933.
"Cuando éramos niños,
al carrascal de Alcalá del Obispo lo llamaban el Carrascal de las Brujas. Si
teníamos que ir a Albero por la noche nos decían que no pasáramos por el
carrascal porque había brujas. (Información de José. Fañanás).
Un remedio curioso contra
las brujas, es el empleado en Berbegal. Cuando un crío se ponía enfermo decían
que tenía el mal de ojo. Lo llevaban a coger cagallones (excrementos de
caballería) y decían: "Esta cagallonada, arrendau, el que me la quite
condenau".
"La gente embrujada
muere en viernes. Mi tía también murió en viernes y muy joven”.
Todo esto lo recuerda una
informante de Zaidín y nunca lo contaron:
Estando muriendo dijo a su
madre: "Mamá, he visto a la Pepeta como una sombra". Había ido antes
a un curandero que les había dicho que el mal se lo daba una amiga de la casa.
"No les digo el nombre pero es muy pequeñeta y va mucho por su casa, lleva
vestidos antiguos y una cesteta en la mano". La moribunda pidió:
-"Mamá, coge dos vasos de agua iguales y átalos con una cuerda para que al
menos yo no sufra". Y así lo hicieron.
Tampoco escapaban los
civiles, como oí decir de Adahuesca y Cerler, ni los gitanos y en general cualquier persona tildada o marginada
por alguna razón.
Es el caso de "que
viene garroso de Naval" que dicen en Tierrantona, la "Vieja
Pirulí" que dicen en Bailo y que probablemente hay que asimilar a la bruja
del mismo nombre o "el relojero de Banaguás" con el que también
amenazan en Bailo y que al decir de Fraga "que vendrá un fantasma".
Muchos siguen creyendo en
fantasmas, como el caso que me contaron en Pueyo de Fañanás: "Por las
noches, por el frontón pasaba una figura como una sábana, un burro o una
persona... y los mozos que iban a rondar sacaban la pistola o el revólver, le
disparaban, pero no salía el tiro. Fueron al mosen (Don Maximino Abad) para que
les bendijera las balas. Desde entonces ya no salieron más fantasmas"
(información de M. Ayerbe).
Los gitanos también tienen
especial miedo a las brujas que pueden hacer algo a sus hijos. "Esto le
paso a un tal Miguel que ya murió. Tenía un niño de unos cuatro meses. De
pronto una noche, estando en Almudévar, le dijo su mujer: "Que no
encuentro al niño". El le dijo: "Mira que te pego un garrotazo".
Pero el niño no estaba. Oyeron llorar y el niño estaba en la puerta del
cementerio. A los pocos días no estaba el niño tampoco. Lo buscaron por todos
los sitios y hasta avisaron a la Guardia Civil pero no aparecía. Lo encontró un
señor de Tardienta, junto al canal, "que si se sabe mover, se cae al
canal" (Información de Enrique, alias El Cotoi).
Por la montaña, que
siempre es más misteriosa, parece que asustaban con "las almetas" y
por la parte baja con cosas tan prosaicas como un automóvil, aunque -eso sí-
negro.
"Todavía recuerdo los
coches que pasaban por la carretera y que todos mirábamos como algo insólito, y
a las madres les iba muy bien para que los chiquillos no se alejaran mucho de
su casa, decides "no vayas a la carretera que pasará un auto negré"'.
Este temor era debido al rumor que circulaba de que un un pueblo se habían
llevado a dos pequeños para quitarles la sangre, como si los coches negros
fueran una especie de vampiros". (lnf. Pilar V.).
No obstante y a pesar de
tantos dioses menores capaces de erizar el cabello de todos los niños el
remedio más acusado de los mayores para conseguir un buen comportamiento, era
lo más cercano y que se prestaba a más elucubraciones por parte de los
pequeños: "Si no te callas, te llevaremos al cuarto oscuro". Y todas
las casas tenían un cuarto oscuro.
Una buena parte del miedo
de nuestra sociedad viene sin duda marcado por un condicionamiento de la
infancia cuya marginación se pobló de seres tenebrosos.
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