En la época de la gran
caza de brujas, como ya hemos dicho, en Aragón fueron procesados bastantes
brujones. Los más tristemente famosos, Pedro Arruebo y Miguel Guillén, en el
valle de Tena.
En los tiempos modernos,
abundan también, aunque no tanto como sus compañeras las brujas. A algunos de
ellos no me está permitido citarlos.
Como muestra de sus
actuaciones, quiero constatar que además del "Herrero de Fornillos de Ilche",
el más conocido de todos, fue también famoso otro "Herrero" de otro
pueblo altoaragonés.
Del primero me contaba un
informador de La Almunia de San Juan: "A mi padre le echó una maldición el
herrero de Fornillos. Fue porque mi padre quería comprar un campo que también
lo quería comprar el herrero. Entonces se le morían las caballerías y los
bueyes: a lo mejor, labrando en el campo se le caían de repente muertos en el
surco. Fueron al adivino y les dijo que tenían que bendecir la cuadra tal día a
las doce de la noche. Lo hicieron y ya no se murieron más".
También me contaba de un
conocido suyo (omito el nombre) que un día "venía de Barbastro a La
Almunia. No hacían el camino por Monzón sino por Castejón y el Cinca lo
cruzaban en una barca. Cuando el abuelo llegó a Castejón ya no estaba la barca.
Estaba allí el Herrero de Fornillos y le dijo al abuelo: "¡Ya verás qué
pronto estás en la Almunia!". Le pegó una patada en el trasero y el abuelo
apareció en el pueblo, en su era".
Del otro herrero dicen
que era bastante feo. Mi informadora me cuenta que en las fiestas del pueblo
nadie quiso bailar con él. "Mi tía le dijo que no quería bailar y él le
contestó que se acordaría. Cuando mi tía se fue a dormir aquella noche la cama
se movía y a ella, aunque gritaba, nadie le oía".
"Uno de un lugar
vecino se fue a casar a su pueblo y la víspera de la boda se fue a ver a su
novia. Pasó por casa del brujón y su padre le invitó a un vaso de vino. No
quería que se casara porque tenía el proyecto de casar a su propio hijo con
ella. Tras una larga charla, el brujo le dijo: "No te casarás mañana".
Y cuando el novio llegaba
al día siguiente para la boda, se le desbocó el caballo y a él se le rompió un
brazo y se hizo varias heridas en una pierna; no se pudo casar hasta pasados
unos días",
Dicen de este brujo que
cuando se murió, en la caja metieron un tizón "porque al ir a meterlo a
él, el cadáver había desaparecido. El tizón era así, del mismo peso que
él".
Hubo otro brujón de Pueyo
de Fañanás: "Un día estaba sentado en la cadiera, ausente, como dormido.
Cuando volvió en sí le dijeron: "chico, que te hemos llamado y no te has
enterado". "Es que estaba en una reunión(aquelarre en aragonés),
contestó él, porque se reunían en Barbastro o en Angüés.
"Otra vez se tropezó
con uno en Albero, que era de su pueblo: -¿ande vas? -M'en voy ta pueyo, -Más
te valdría no ir: no sé qué camino vas a llevar-. El otro no le hizo caso, pero
nada más salir se le presentó un novillo delante y se le cruzaba de un lado a
otro, hasta la palanca del río. Cuando volvió a Albero le preguntó el brujo:
"¿qué tal noche has pasau?". -"Si llevo pistola le pego cinco
tiros"-. "Ya te lo dije yo, no haber ido",
Podríamos contar más
historias de brujones, de uno de Angüés; otro, de Fraga; de otro de Antillón,
de Abiego; de Silván, de Tella (a éste cuando murió, después de enterrarlo le
pusieron un pedruscón enorme sobre su tumba para que no se saliera); de otro,
de Barbastro...
Dolmen de Tella |
Pero recordaré al de
Tella: contaban que a consecuencia de una tormenta, cayeron grandes piedras
desde la montaña y una de ellas, enorme, cerró el camino de Tella. Se reunieron
en vecinal los hombres del pueblo para apartarla y llamaron también a un vecino
de quien se decía que era brujón. El dijo que se ocuparía de sacar la piedra y
que lo haría él solo, pero con la condición de que nadie estaría con él ni lo
mirarían mientras retiraba la piedra.
Puso una segunda
condición: si lograba apartar la piedra, nunca más sería llamado a trabajar en
los vecinales. Les parecieron bien a los de Tella las condiciones y partió el
brujón, solo, a realizar su trabajo. Poco después regresó y marcharon los del
pueblo a ver la obra. El camino de Tella atravesaba empinadas laderas, con
fuertes pendientes a uno y otro lado del camino. Los vecinos se quedaron
admirados: el brujón, no sólo había apartado la enorme piedra, sino que la
había levantado hacia la ladera de la parte de encima del camino, en lugar de
tirarla ladera abajo.
Tendríamos para días
repasando brujones en nuestra tierra. Pero para muestra, creo que serán
suficientes estos para satisfacer curiosidades.
Me guardo muchos que
ejercían como profesión el curanderismo y otros que sabían explotar el miedo o
respeto que imponían a nuestras gentes. Irán saliendo unos y otros en muchos
momentos de nuestras pequeñas historias.
Hoy terminaré, con el
sastre de Nocito, y Trifolio de Villanova; y alguno que se escapará.
Del sastre de Nocito
también se contaban poderes extraordinarios.
Todo en el pueblo se lo
atribuían a él, como golpes que se oyeran en las casas... Mariano de Bentué que
así se llamaba, tenía un campo en Guara, en "Las Serrallas" que
costaba dos días segarlo. Una vez fueron con el sastre. El les dijo: "Esto
lo hago yo en media hora, pero os tendréis que quedar en la caseta y sin mirar
lo que hago. A la media hora salieron y el campo estaba segado. El les pidió
que no lo contaran hasta que muriera.
Uno de casa Ferré que iba
con una reata de mulas, el sastre le cortaba los ramales desde lejos y perdía
las mulas por el camino.
Un día querían amasar en
el horno y el horno que no ardía. Fueron a casa del sastre y lo amenazaron.
Entonces ya, pudieron amasar.
Y de Trefolio no digamos.
Murió hace unos cuantos años y se contaban maravillas aunque nunca, que se
sepa, había hecho mal a nadie, como no fuera alguna broma, pues era capaz de
desnudar a la gente sin tocarla; al que quería no le dejaba estar sentado y
hacía bailar a la gente sin querer.
Era el séptimo de los
hermanos y todos eran varones y ya se sabe que en esas circunstancias nacen con
un don.
Una de las más sonadas
que hizo fue en Castejón de Sos que les arregló el reloj del pueblo y no le
pagaron. Entonces el aparato no daba los cuartos. Las horas, sí. Se le
quejaron:
-Mira, que no da los
cuartos.
-Tampoco yo los hi tocau,
repuso él.
Cuando le pagaron, el
reloj empezó a tocar los cuartos, sin que él le hiciera nada.
Cuando en nuestras
tertulias surgía el tema de la brujería, es increíble el número de historias
que se contaban.
Recuerdo una que contó un
montañés porque se me quedó grabada como en un magnetófono, creo que con las
mismas palabras:
"Ibamos papá, mi tío
y yo una noche. Mi tío era brujón.
Papá llevaba una meseta y
dos velas, mi tío o libré, y yo, que era chicorrón, no llevaba cosa. Bajemos
por a Lenera y luego cogiemos o camino d'a Corona y después o de Saqueso.
Puyemos por as fajetas
-que entonces aún se treballaban- y dimpués entremos n'o pinar y nos paremos en
un trocé limpio, debajo d'una pinarra grandisma. Allí plantemos a mesa y mi tío
encendió as velas y emprendió a leer n'o libré y nombraba a Dios, os santos y
os diablos.
Papá y yo tenebamos miedo
y estabanos callaus, una miajeta más atrás. Luego emprencipión a caer
"dobletas" de oro en a mesa. Cayeban d'arriba como si lloviese.
Cuando habeba n'a mesa un
montón de dobletas, papá dijo: iAy, Dios míol ¿Qué ye isto?" Se sintió un
estampiu y a mesa se cayó. También se cayó mi tío; y as velas s'apagón.
As dobletas no se vidon
más y mi tío le dijo a papá: "Ah, tonto, más que tonto! ¡Siempre has de
ser más tonto y más pobre qu'un ratón de ilesia!" Y siempre se m'ha de
acordar que papá contestó: "Si he de feme rico así, pobre seré toda la
vida".
Dimpués cogiemos a
meseta, as velas y o libré y tornemos ta casa sin decir cosa".
A todo esto nos llevó la
suposición de que el tío Francho podría ser brujón. Y no digo nada de cómo se
sentía mi hermana. Y es que uno de los peores males que podía dar un brujón era
incortar a una pareja de recién casados.
Y eso sí: al
incortamiento todavía hay gente que le tiene verdadero pánico…
No hay comentarios:
Publicar un comentario