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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cosicas de Joaquín Costa

Joaquín Costa nace en Monzón el 14 de septiembre de 1846. Hoy hace 165 y no pretendo comentaros una biografía de él. No soy historiador ni nunca lo he pretendido y a cada uno lo suyo, pero a través de mis recorridos por mi tierra, os podré cosas de él, que muchas os parecerán interesantes, pues me centraré en hablaros de un personaje que ante todo fue un recopilador de nuestros dichos, mazadas y muchas veces con un sentido del humor envidiable.
Compañero de Joaquín Costa en el instituto de Huesca, fue otro aragonés maravilloso y universal: Santiago Ramón y Cajal.
Costa debió de ser un alumno ideal, muy distinto a Santiago que según se cuenta fue una auténtica calamidad. Se matriculó un año después de Ramón y Cajal, pero con dieciocho años de edad. Recibió sobresalientes  y fundó siendo estudiante el Ateneo Oscense y hasta le encargaba el director del instituto suplir a profesores en algunas ausencias prolongadas.
Costa se adelantó a su tiempo y luchó por su Aragón y por su patria. El León de Graus le han llamado, pues su lucha siempre estuvo en este pueblo de adopción, cuando Monzón, su patria chica, le volvió escandalosamente la espalda.
Adelantado a su tiempo tropezó, como es natural, con los españoles de su época. Esos españoles que diría Machado: “En España de cada diez cabezas, dos piensan y ocho embisten”.
Recuerdo ahora la exclamación de un político en tiempos de la república al contemplar un gran rebaño de corderos: “¡Qué hermosa mayoría!”.
La masa siempre es aborregada. También en nuestros tiempos. Renuncia a pensar y delega en otras cabezas su capacidad de razonar. Lo vemos en muchos políticos, escritores, periodistas… Decía el epigrama:
“Por no saber Juan que hacer
a periodista se echó
y el público lo leyó
por no saber que leer”.
Cuando os acerquéis a Graus, pararos un momento ante la estatua de bronce erigida por subscripción popular en 1929, dieciochos años después de su muerte. Aparecen inscritas estas palabras: “Escuela, Despensa, Política hidráulica”
¡Con que razón decía García Mercadal que Costa había muerto de asco más que de otra enfermedad! Vio los problemas de Aragón y de España; apuntó las soluciones más evidentes, pero fueron cayendo todas en saco roto. En sus tiempos, los políticos – parece que estemos hablando de los actuales- se preocupaban más de su medra personal que de los intereses comunes.
A nuestro Cajal se le cita mucho pero se le lee poco y se le medita menos. Y casi todos los renglones seguirían siendo válidos hoy.
Aunque se preocupaba por España, Aragón fue para él… Mejor se lo dejo decir al mismo Costa: “Aragón es el ídolo de mi alma, después de Dios; patria adorada donde han nacido mis primeras ilusiones y mis primeros tormentos”.
Todo lo aragonés le interesa. Son abundantísimos sus apuntes (inéditos claro) que hacen referencia a la legua aragonesa, a las costumbres populares, hasta detalles tan aparentemente triviales como los apodos de los pueblos. Se hace curioso observar que este hombre que diserta sobre los grandes problemas de Aragón y de España, recoge en cuartillas sueltas con una ternura conmovedora coplillas como:
En Bolturina “astados”
todos de curas y frailes,
Secastilla vinateros
gente muy desagradable.
O bien:
En la Almunia poco trigo
porque el terreno lo trae.
En Fonz está la plaga
porque las doncellas paren.
En Estadilla los jueces
que sentencian las verdades.
En Estada está el tesoro
que los obispos traen.
¡A l´Ainsa, nabateros!
mucha bolsa y pocos dineros.
No voy ni siquiera a glosar su figura. Otros lo han hecho y por su figura corren ríos de tinta. Pero si quiero fijarme en un aspecto de lo más aragonés que he encontrado en él: la virtud-defecto de decir siempre lo que pensaba.
Ahí va una anécdota que escribía Gil y Gil y que dedico a nuestros jóvenes lectores:
Hizo que le presentaran a Costa, siendo estudiante, y muchos años después recordaba el cariño con que le atendió el pensador:
-¿Estudias mucho?
-Bueno, no mayor cosa.
-¡Pues está usted robando dinero a su padre!
Menos conocida es esta otra anécdota que recogí en Estadilla:
Era alcalde de la villa por aquellos tiempos don Mariano Blanco y le pidió a Costa que viniera a dar un mitin. Él fue primero a visitarlos y les preguntó que ideas políticas tenían.
-Nosotros somos republicanos.
-¡Mentira! –exclamó Costa-, porque en España no hay más que un republicano y medio. El republicano soy yo y Lerroux, que es sólo medio republicano.
Luego se arrepintió de lo dicho y le mandó recado al alcalde de que iría a dar el mitin. Pero también Matías Blanco tenía su orgullo y le contestó que si venía a Estadilla daría el mitin en el retrete.
Costa lo dio en privado, en Casa Heredia.

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