Mi buena amiga Ruht Naval, me pide que comente
algo de san Lorenzo, ya que
hoy, se celebra su fiesta en Huesca. Muy
laurentina ella… y guapa.
Por eso quiero hablaros de Lorenzo que todo el
mundo parece creer que es nacido en Huesca, cuando su procedencia si es muy
cercana. Y tengo que centrarme en Loreto para aclarar ideas, siempre desde mi
punto de vista. Yo no soy historiador y seguro que alguno me pondrá como desee
y hará bien.
Pero os cuento:
Un buen amigo, después de una de mis
charlas, me llamaba el día de la patrona de la aviación, la virgen de Loreto.
Parecía un tantico celoso porque nada había dicho sobre la de Loreto de Huesca.
Hoy me apresuro a complacerle. Y conste que no siempre soy yo el responsable de
lo que digo. Me acuerdo ahora de una anécdota sucedida en el Parlamento en
tiempos de Isabel II. Vázquez de Mella pronunció nada menos que estas palabras,
intencionadísimas:
-Desgraciados
los pueblos que para su condenación se hallan gobernados por mujeres y niños.
Sagasta, entonces
presidente, le interrumpió:
-¿Se hace
su señoría responsable de estas palabras?
A
lo que Vázquez Mella replicó:
-Señor
presidente, el responsable de estas palabras es el profeta Isaías, que las
pronunció.
Y empiezo
con mi aclaración: la advocación de Loreto nada tiene que ver con nuestra
oscense Virgen de Loreto. Sí, ya sé que en la iglesia, entrando a mano derecha,
está la Virgen de Loreto italiana con su casita y todo, que, por cierto, traen
los ángeles navegando por el mar y no volando por el aire como cuenta la
leyenda, y por eso es la patrona de los aviadores. Eso no significa nada:
sencillamente, que la leyenda llegó también a Huesca hacia el siglo XIV o XV,
que es cuando se divulga por todo el mundo, aunque sitúa la traslación a
finales del siglo XIII.
Pero, para
entonces, ya llevaba existiendo mucho tiempo nuestro Loreto, muy anterior al
italiano. Ciento veinte años antes de ese hecho ya podíamos leer en dos bulas
pontificias, de Alejandro III la una y de Clemente III la otra, en las que se nombra a la iglesia “de Loret”,
dependiente del abad de Montearagón.
La
tradición, sin embargo, es mucho más antigua y viene rebotando ya desde el
siglo III, que fija
nuestro Loreto como la cuna de San Lorenzo. Si vais al santuario por el camino
viejo, a mitad de recorrido, allí junto a la Torre Farina , veréis
el memorial que nos recuerda que en ese paraje Santa Paciencia esperaba a sus
hijos Orencio y Lorenzo cuando volvían de la escuela. La gente solía parar allí
para echar una piedra en homenaje y rezar un avemaría.
Loreto,
pues, sobre todo está vinculado a una familia de santos oscenses. Cuatro nada
menos: San Orencio y Santa Paciencia, los padres; San Lorenzo y San Orencio,
los hijos.
Por eso
precisamente se construyó allí el monasterio de los agustinos, mandado erigir
por el rey Felipe II en memoria y agradecimiento de la célebre batalla y
victoria de San Quintín, en la que derrotó a los franceses un 10 de agosto.
Hemos oído
muchas veces que el rey quiso levantar en Huesca el fabuloso monasterio del
Escorial. Y algo debe de haber de eso, pero dicen que la mala calidad de la
piedra de nuestra tierra desaconsejó el proyecto para realizarlo en las
estribaciones de la sierra de Guadarrama.
La primera
piedra de nuestro santuario se puso el 23 de agosto de 1594, estando Felipe II
en Monzón, diez años después de acabado el monasterio del Escorial. Los planos
los encargó el arquitecto Jerónimo Segura Bocanegra, discípulo de Herrera, y
los realizó en puro estilo herreriano.
Para la
obra de nuestro Loreto, el rey ofreció su baronía de Grañén y los bienes
confiscados a don Martín de Lanuza: Puibolea, la pardina de Gratal, Monte
Turillos y casas de Sallent, Lanuza y Plasencia.
Durante
muchos siglos, el primer día de mayo acudían a Loreto el Ayuntamiento de Huesca
y el cabildo de la catedral con cruz alzada, junto con la cofradía de los
Sogueros.
Por cierto,
que en el año 1603 se suprimió la procesión por inconveniente del cabildo, que
alegaba que el santuario estaba demasiado lejos de la catedral. Pero al año
siguiente se volvió a organizar la procesión por orden del Ayuntamiento, que
comunicó a la catedral que si no acudía el cabildo, el Ayuntamiento sí seguiría
él solo la tradición.
Me pregunto
yo, qué pinta allí la advocación italiana de la Virgen de Loreto con su casita
y todo.
A alguien parece que le sentó mal que Loreto sea aragonés mucho antes que
italiano. ¡Qué le vamos a hacer!
¿Que luego
fue más famosa la iglesia de Italia que la de Huesca?
Ya estamos
acostumbrados a eso, sencillamente porque desconocemos lo nuestro o no lo
valoramos. O, peor aún, lo despreciamos.
Loreto no
tiene nada que ver con Italia, sino con Cuarte. Y lo voy a explicar echando
mano de la tradición y la filología. Ya sé que Cuarte es latino. También en
Zaragoza hay otro Cuarte; y en Valencia y otras partes. Significa, como está
claro, “cuarto”. Tal vez el cuarto campamento en torno a la Osca romana. Ninguna ciudad
de España, que yo sepa, tiene tan definidos sus “castra romana” como Huesca: el tercero, Tierz; el cuarto,
Cuarte; el quinto, Quicena, o si queréis el Estrecho Quinto; el sexto, Sieso;
el séptimo, Siétamo o Siétemo; el noveno, Nueno... Me faltan el octavo y el
segundo, porque el primero estaría en la misma Osca y, tal vez, en la quinta de
Sertorio, que es fácil que se encontrase junto al río Flumen, que como sabéis
significa “río” en latín.
Para mí
tengo que unas excavaciones en torno a la fuente de la Santeta podrían ser muy
fructíferas.
Pero el
octavo y el segundo... Tengo mi propia teoría sobre el segundo, que os voy a
contar, al menos para que puedan divertirse los lingüistas.
Era tan
intensa la convivencia de nuestros vascones con los latinos que bien pudiera
ser que apareciese algún nombre híbrido, mezcla del latino y vascón. En latín
“segundo” se dice “alter”. En
vascón “poblado” es “erri”. Su
mezcla nos daría “alter-erri” o, simplificado, “al-erri”; o sea, Alerre. Ya sé
que son ganas de enredar. Pero, ¿se os ocurre algo mejor?
Estábamos
con Loreto, o Laureto, junto a Cuarte o ¿Queréis más vascón? Allá va. En vascón
“cuatro” se dice “lau”, o
mejor, “laur”. Lauret,
como aparece en las crónicas más antiguas, podría ser el cuarto. Así como
Laurén o Lorén sería “el del cuarto”. ¿Y quién era el del cuarto más famoso,
sino nuestro Lorenzo, que vivía precisamente en Loreto? Loreto y Lorenzo tienen
la misma etimología; es claro.
Cuando
nuestro santo marchó a Roma, le latinizaron el nombre en “Laurentius”, algo así como “el
laureado”. ¿Por qué “laureado” antes de su martirio, que le dio el laurel de la
victoria? No, no. Lorenzo no era el laureado, sino el de Cuarte.
Así nos
encaja perfectamente todo. Y vamos a dejar a un lado el Loreto italiano, que
llegaría mil años después de todo esto.