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jueves, 6 de junio de 2013

Videntes y curanderos

Sin ánimo de analizar métodos y resultados. Sin intención de tomar parte alguna ni a favor ni en contra, vamos a repasar los curanderos videntes que conocemos por estas tierras. Como se ha podido observar, en ningún momento he juzgado la autenticidad o falsedad de los curanderos. El hacerlo corresponderá a la medicina especializada. El caso de los videntes y clarividentes entra en el terreno de la parapsicología y ella tiene la palabra.
Como persona que ha recogido costumbres y tradiciones oralmente, lo único que me interesa es la creencia de la gente. Y el dato está allí. Cada vez más personas acuden al tarot, a las pitonisas, astrólogos y adivinadores. ¿Dónde está el truco y dónde la ciencia? Yo, solo me limito a contemplar una realidad y darla a conocer.
En el Altoaragón la brujería no por menos estudiada es menos abundante que en cualquiera otra .región de España, bien sean meigas, lamias, sorguiñas o bruxas. Y el Turbón, Tella, Plan, etc. pueden rivalizar perfectamente con la Cernégula burgalesa o las navarras Urdax y Zugarramurdi.
Es lógico, pues, que junto a las brujas hayan pululado los “debinadores” o adivinos que deshacían los entuertos producidos por aquéllas, aunque sólo fuera detectando qué persona había producido el “mal de ojo” o el “incortamiento”.
.Pero aquí y ahora dejamos ese tipo de videntes -aunque tal vez en otra ocasión recojamos el tema casi inédito- y. nos limitamos al vidente que emplea su arte primordialmente para diagnosticar enfermedades y curar. Y digo primordialmente, porque casi siempre los mismos clarividentes, a manera de zahorís a distancia, se especializan también en encontrar objetos perdidos, coches robados, documentos desaparecidos...
 
Hace mucho conocí a B. Puerto. Es ciego. Afable y acogedor, contagia su propia fe a las personas que trata. No tiene ningún inconveniente en que escriba y divulgue lo que me cuenta, amparado además por su título sanitario que le permite curar.
- “Vivía en Graus -me cuenta-. Era instalador electricista cuando a consecuencia de un golpe tuve desprendimiento de retina y aunque me operaron en Barcelona, me quedé ciego.
Esto fue hace algunos años. Ahora tengo cuarenta y dos. “Me afectó mucho. Quedé desesperado, acobardado. No hacía más que pensar “¿para qué vale un ciego?”
Se bajaba a la bodega de casa, en Graus y allí, a solas, se pasaba las horas rumiando su tragedia y preguntándose cómo podría sacar adelante a su familia ya que estaba casado y con hijos. En esa bodega, precisamente, fue donde empezó a tener visiones.
El sonríe al contármelo, como calibrando la ironía de “un ciego que tiene visiones”. Le dejo a él que narre estas visiones:
- “Primero era una cruz cuadrada, como cromada de oro por los bordes, que se me acercaba. Me impresionó mucho.
También una palmatoria con la vela encendida que viene y se me para delante. (Pasa del pretérito al presente, pues me confiesa que las visiones no han cesado). Un señor como envuelto en humo o una nube: lleva un libro de piedra en la mano. Nunca le vi los pies ni más abajo de la rodilla a causa de la nube. Los ojos negros, pero tiene como una coseta roja en la niñeta. Se me acerca, me mira, pero no me habla...”
No fueron -ni son- ésas las únicas visiones, diríamos de simbolismo religioso o sacral. También se le aparecen animales: me habla de un elefante, una tortuga, tres caballos blancos que se le acercan y se le quedan mirando.
Estas visiones le impresionaron pero no le asustaron, porque todas venían “en son de paz”.
A mi pregunta de cómo interpreta estas visiones, él, muy seguro me contesta:
- Todas estas visiones interpreto que son el bien. Ya las primeras veces las interpreté como fuerza curativa.
También él quiere saber mi opinión y si hay algo de malo allí. Yo lo tranquilizo y le digo que mientras piense en hacer el bien a los demás, no debe preocuparse. (Y yo, con el atrevimiento de dar consejos…)
- Sí, siempre lo empleo para hacer el bien, porque presiento que tengo una fuerza terrible que podría hacer mucho daño. ¡Hombre! Una vez una señora me timó con los cupones y le deseé una diarrea... Creo que marchó a todo correr...
La primera cura la hizo a una mujer muy gorda y con fuertes dolores de riñón. La curó y perdió once kilos. “Si les pongo la mano en el estómago, ya no tienen hambre”. Se empezó a correr la fama.
Curó a otra señora con cáncer en el pecho izquierdo, ya desahuciada de los médicos. Después de curada, que fue a San Sebastián los médicos le dijeron que nunca había habido cáncer allí... “pero ella y yo sabíamos que era verdad”.
- “Llevo veintitrés casos de cáncer curado”
Su método ya no puede ser más sencillo. No emplea hierbas porque dice que no las conoce. Sencillamente pone la mano en donde está el mal y se concentra. Con la mano así empieza a repasar una por una todas sus visiones. Generalmente le basta una sesión.
El diagnóstico es parecido:
- “Cojo las manos del paciente y ya sé lo que tiene”.
Como quiero saber si es el único con “poderes” en la familia, me dice que hay dos hermanos de su madre que también curaban. Uno de ellos, en Francia, aún cura.
Me asegura también que tiene una gran fuerza para hacer vibrar las cosas, moverlas sin tocarlas. Lo hace pocas veces porque “en casa si lo hago, los niños se asustan”.
Le pide a su mujer que me cuente lo que le pasó a ella una vez, por entrar en el cuarto sin llamar. Y me lo cuenta. Al parecer su marido estaba con la visión del señor de la nube (al señor no lo vio) y la nube, al abrir ella se retiró y desapareció por la cabecera de la cama. Se dio un susto de muerte pues no sabía nada aún de las visiones de su marido. No le dijo nada.
Sólo más tarde, parece que se calla algo, pero rubrica: “He pasado mucho miedo”.
El relacionar la medicina popular con lo desconocido, lo espiritual, lo extrasensorial, tampoco parece que sea precisamente de ahora. Ya hemos visto que grandes médicos medievales y renacentistas utilizaban un buen porcentaje de esoterismo.
Y tendremos que seguir hablando de ellos…
Hay tantas cosas que contar…


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