Vamos a tratar de contar
un relato histórico salpicado de escenarios perfectamente reconocibles por los
zaragozanos que nos va a llevar a recordar un acontecimiento acaecido en la
capital aragonesa en el siglo XIX: La Cincomarzada.
Hoy, muchos disfrutan de
esta jornada como un día de asueto sin más; otros la aprovechan para acercarse
al Parque de Oriente con pancarta y caldereta, y no sé si habrá alguno, la
viven rememorando los hechos que sucedieron en Zaragoza el ya lejano 5 de marzo
de 1838.
Antes de acudir al relato
de lo que se sabe de cierto de aquel 5 de marzo e indagar en lo que queda
visible y visitable en la capital aragonesa, conviene hacer una reconstrucción,
que aunque breve nos sitúe en el lugar de los hechos, en aquella Zaragoza de la
que hoy tan pocas cosas quedan en pie.
La primera guerra
carlista, es el momento histórico en el que nos situamos, una larga guerra
civil comenzó a la muerte de Femando VII en 1833, y cuyo detonante: fue la
lucha sucesoria entre los defensores de los derechos de doña Isabel hija del
monarca fallecido, y los de don Carlos, su hermano.
Sin embargo, fueron sobre
todo razones económicas, sociales y religiosas las que decantaron el
alineamiento de los españoles en uno u otro bando. “Los cambios que el programa
liberal planteaba para la sociedad (desamortización, exclaustración, disolución
gremial.), perjudicaban a unos determinados sectores: Iglesia, artesanado y
sectores importantes del campesinado, en la misma medida que beneficiaban a la
burguesía”.
La frontera entre
liberales y carlistas, entre los que apoyaban a doña Isabel y a don Carlos,
estaba perfectamente trazada y el conflicto servido.
En el relato histórico que
nos ha de llevar al 5 de marzo de 1838 se producen varias fases de la guerra.
Una primera, de 1833 a
1835, en que las sublevaciones carlistas en Aragón fueron abortadas con cierta
facilidad, mientras que en los dos años siguientes el carlismo experimentó en
Aragón un notable auge. En este periodo, en concreto, los carlistas mantuvieron
de forma permanente el control sobre un pequeño territorio en la zona del
Maestrazgo, y es en esta época en la que emerge con fuerza la figura del
general Cabrera, jefe del Ejército carlista en Aragón.
Entre 1838 y 1839, coincidiendo con la
pérdida de fuerza del carlismo en el norte, se produce la fase de mayor auge en
Aragón. El general Cabrera conquistó Morella, a donde se trasladó la capital
carlista, y enclaves como Alcalá de la Selva, Castellote, Rubielos y
posteriormente, Calatayud, quedaron bajo su mando.
Pero, ¿qué sucedió en
Zaragoza durante los siete años que duró la guerra? La vida en la capital
aragonesa fue “más bien dura y agitada”. Basta un dato para certificar las
dificultades que tuvieron que sortear nuestros paisanos: En 1834 una epidemia
de cólera asoló la ciudad y causó, según el Diario de Zaragoza, un total de
1.258 muertos entre una población de 44.488 habitantes. Además, los gastos
ocasionados directa o indirectamente por la guerra hicieron mucha mella en una
ciudad que asolada durante la
Guerra de la
Independencia , seguía sin acometer las obras de restauración
de la misma.
Mucho más se podría decir
sobre cómo se vivió en Zaragoza la tensión entre liberales y carlistas durante
todo el conflicto, pero nos centraremos aquel 5 de marzo de 1838.
¿Cómo pudieron llegar
hasta Zaragoza tres mil carlistas sin conocimiento de las autoridades de una
ciudad en plena guerra y cómo los carlistas, que podían haber intentado tomar
Zaragoza con fuerzas muy superiores, tan sólo enviaron tres mil hombres?
Parece que el general
Cabrera no estaba muy de acuerdo con la ocupación de Zaragoza y que ésta fue
una decisión más del propio Cabañero cuyas intenciones, en teoría, no debían
ser las de ocupar Zaragoza, sino las de apoyar una sublevación que debería
haberse producido dentro de la ciudad, pero que finalmente no se llevó a cabo.
En cualquier caso,
Cabañero con tres mil infantes y 250 caballos se dirigieron el día 3 de marzo a
Ariño, de cuyo punto subieron a las dos de la madrugada del 4, pasando por
Belchite, donde descansaron una hora, llegando al sitio llamado Paso del Ganado
entre siete y ocho de la noche; en cuyo paraje aguardaba uno de sus agentes de
esta ciudad (Zaragoza) con quien rompieron la marcha camino de La Cartuja,
cruzando entre los olivares (actual paseo de las Damas).
Las tropas carlistas
encontraron las escalas para el asalto y una vez cogidas éstas pasaron el
puente del Huerva y se dirigieron a la Puerta del Carmen, donde asaltó la
muralla con el objetivo de abrir la puerta, lo cual conseguido y prisioneros
los nacionales que la guardaban, se introdujeron, dirigiéndose un batallón a la
parroquia de San Pablo y plaza del Mercado. Los otros dos batallones y
compañías de guías marcharon por la calle Santa Inés a apoderarse de la Puerta de Santa Engracia,
continuando su marcha por el paseo de San Francisco (Independencia) a la plaza
de la Constitución
(España), donde situaron un batallón, distribuyendo el resto de la fuerza por
el Arco de Cinegio, calles de San Gil, y por el Coso hasta la plaza de la
Magdalena. El silencio y el orden coronaron esta empresa, y los vivas a
Cabañero y Carlos V, los toques de diana y generala alarmaron a la población
que, ajena a un suceso de esta especie, reposaba tranquilamente.
Los zaragozanos al darse
cuenta de lo que sucedía, desde las ventanas y balcones arrojaron aceite y agua
hirviendo, guijarros y otros efectos que causaron grave daño a los carlistas,
que castigados en todos los sentidos salieron unos por la Puerta de Santa
Engracia, refugiándose otros en la iglesia de San Pablo, donde al final se
rindieron al ver que no eran socorridos. Éstas y otras persecuciones se
sucedieron por el puente del Huerva hasta el camino de Torrero con un saldo
final de 218 carlistas muertos y numerosos prisioneros. La guarnición, por su
parte, perdió 104 hombres entre muertos, heridos y prisioneros.
Pero además de todos los
escenarios en los que se desarrolló la incursión carlista, muy poco
reconocibles la mayoría en la actualidad: ¿Qué más ha quedado para la
posteridad de todo lo acontecido aquel 5 de marzo?
El día 9 de marzo, el
subsecretario de Guerra, en nombre de la Reina Doña Isabel II, decretó lo siguiente: “La Ciudad de Zaragoza añadirá
desde hoy a sus gloriosos títulos el de siempre heroica y adornará el escudo de
sus armas con una orla de laurel”.
El nombre de una calle
cuya denominación, por supuesto, es la de Cinco de Marzo, es otra de las
realidades palpables. Sin embargo, no siempre fue así. La historia de esta
calle es muy peculiar, ya que según las distintas épocas y momentos históricos
vividos en España en los últimos 150 años, ha ido cambiando de nombre. También
se llamó calle de Isabel II y a partir de 1939 pasó a denominarse Requeté
Aragonés. Hasta que con la llegada de la democracia recuperó el nombre de Cinco
de Marzo.
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