El invierno es una estación muy rica en tradiciones y
manifestaciones populares en todo Aragón, ya que el trabajo en el campo exige
menor dedicación. La noche más larga del año, el 24 de diciembre, anuncia el
inicio con el solsticio de invierno el nuevo año. Ritos de magia y costumbres
de fuego y cencerros se sucederán desde entonces y hasta finalizar el mes de
enero.
Los lugares aragoneses abren en invierno las puertas a costumbres
y ritos ancestrales para dar una bienvenida calurosa a los meses más fríos del
año. Mientras la tierra duerme, el fuego, símbolo del sol, calienta los
hogares, dando lugar a celebraciones y rituales en torno al fuego que se
prolongan hasta la Candelaria, el 2 de febrero. Son días de hogueras en honor a
los santos barbudos, San Antón, San Sebastián San Babil, San Pablo…son
manifestaciones de fuego, comida y esquilladas que dan color, calor y vida a
nuestras tradicionales fiestas de invierno.
Los ritos y creencias asociados al solsticio de invierno y que aún
sobreviven en Aragón, tiene sin duda un origen pagano, que se ha visto un tanto
enmascarado por la cristianización de estas costumbres, como la celebración de
la Navidad , momento en el que se inician los ritos en torno al fuego con la
bendición de la tronca.
Cencerros, escobillas, esquillas o fuego han sido algunas de las
muchas y variadas formas que se han utilizado a través de los tiempos para
ahuyentar espíritus, combatir plagas, o paliar los efectos nocivos que sobre
las cosechas y personas provocaban seres maléficos; La purificación de las
almas o la protección contra estos seres misteriosos son algunas de las
propiedades de estas manifestaciones festivas que además traen la bendición a
personas, animales domésticos y alimentos.
En torno a las hogueras se reúne el pueblo entero que canta
canciones, habla, baila y asa longaniza y carne convirtiendo este rito de fuego
en auténtica fiesta que anima las largas y frías noches de invierno.
Cuenta la tradición que hay que correr en torno a la hoguera
cogidos de la mano en el sentido de las agujas del reloj y también hay que
saltar sobre ella. Este es un ritual de purificación.
El fuego se convierte una vez más y con el paso de los años, en un
lazo de unión entre vecinos y en vínculo familiar, pues el invierno obligaba a
reunirse toda la familia junto al hogar, único lugar de la casa que permanecía
caliente. Allí sentados en las “cadieras” o bancos de madera, los más viejos
desgranaban sus recuerdos y vivencias mientras el resto de la familia, y
sobretodo los más pequeños, se adormilaban reconfortados por el calor y el
sonido de la voz de sus mayores. Sin duda algo quedaba en sus corazones de la
manera de ser y vivir de un pueblo. Sentimientos, sensaciones, costumbres y
ritos que ha llegado hasta nuestros días.
Además de las hogueras, las esquillas, trucos y cencerros son
otras de las numerosas manifestaciones que se suceden durante el mes de enero
en buena parte de Aragón.
Comienza el año con el espíritu festivo caracterizado por las
matacías, las romerías, las hogueras,
las esquilladas y cencerros; fiestas, tradiciones y manifestaciones populares
en las que participan vecinos y vecinas de todas las
edades y que culmina con la celebración del Carnaval.
El ritual de los saltos
sobre el fuego, las vueltas a su alrededor y el asado de patatas se repiten en
la mayoría de los casos, pero encontramos además algunos ritos especiales que
quiero contaros.
En San Julián de Basa, la
noche de San Fabián y San Sebastián, antes de que se apagara el fuego, cada
vecino cogía un tizón ardiendo, el más grande que pudieran sostener, rezaba
unas oraciones y lo devolvía a la hoguera mientras pedía ser librado de
enfermedades incurables.
En Berdún daban tres
vueltas a la hoguera para librarse de cualquier mal. En Oliván, para lo mismo,
saltaban sobre ella. En Bailo, también la noche del 19 de enero encienden la
hoguera y nunca han dejado la costumbre. Dicen que una vez que, a causa de la
fuerte lluvia, no se pudo encender, ese año murieron muchos niños. En Robres se
lanzan una serie de vivas:
-¡Viva San Fabián!
-Con la bota y el pan.
-¡Viva!
-¡Y al que no diga ¡viva! que se seque la
barriga!
Todavía se recuerda, que
el arca se guardaba en el santuario de San Victorián de Asán, al pie de la Peña
Montañesa y que, cuando iba a morir un fraile, se oían ruidos dentro del arca y
se tañía sola, una campanilla colgada de ella.
También el día de la
Conversión de San Pablo, 25 de enero, se hacen hogueras, en muchos pueblos. En
algunos lugares creen que los nacidos en ese día tienen la virtud de curar
picaduras ponzoñosas.
El 20 de enero se celebra,
pues, la fiesta de los Santos Fabián y San Sebastián y ya hemos dicho que la
noche anterior es una de las favoritas para encender hogueras.
En Castelserás, en el
Bajo Aragón, tiene lugar la ceremonia que llaman "el Rodat": se forma
una comitiva llamada “cercavilla” con
gaita y tambor y va en busca del alcalde para que conceda el permiso. Él, desde
el balcón del Ayuntamiento, da la orden de prender fuego a la inmensa hoguera
de la plaza con un airoso chopo en medio. Cuando el fuego está en su apogeo,
comienza el baile del “Rodat”. El
mérito está en dar vuelta completa a la hoguera lo más cerca posible del fuego.
Al ganador se le concede el honor de bailar la jota.
En Ateca, el día de San
BIas, 3 de febrero, el que salta la hoguera es un personaje grotesco, que
llaman “la máscara” y
que va ataviado con una indumentaria a base de franjas rojas y amarillas
haciendo sonar unos cascabeles, y que resulta una clara anticipación del
carnaval.
La noche de San Sebastián
es también noche de canciones. En Ainzón las hogueras iban acompañadas de
trabucazos y corrían a cargo de los mozos que entraban en quintas ese año. Las
coplas son populares. Algunas aluden al hecho de ser soldado el santo:
"Echar
campanas a bando
que
viene San Sebastián
por
el camino de Borja
vestido
de militar".
Otras encierran una
picaresca un tantico irreverente:
"San
Sebastián se casó
con
una de la Joyosa
y
al poco se descasó
porque
no tenía cosa" .
También en la Ribagorza
hemos oído coplas religiosas llenas de sencillez y candor:
"Sebastián
maravilloso
líbranos
de todo mal,
de
todo mal contagioso
líbranos,
San Sebastián" .
En Azanuy una tradición
muy antigua dice que en el siglo XVI llegó a la comarca una peste bubónica. Los
del pueblo levantaron un pilaret al Santo y allí se detuvo la peste. Por eso
este día, además de encenderle hoguera, sacan a San Sebastián en procesión,
seguido del patrono del pueblo, San Pedro de Verona. El 26 de abril, fiesta del
patrón, se invierte el orden: San Sebastián va detrás de San Pedro de Verona.
En Albelda, la Litera, hacían una mezcla explosiva con
maderas, piedras y un detonante y en la víspera "se febe petá el
castell". Al final se repartía el pan de la "raitat".
Por cierto, que antes de
esa fecha todos los oficiales (barberos, herreros, carpinteros...) tenían que
arreglar los caminos ya que eran los únicos que no manejaban pico ni pala en
todo el año y en esas fechas debían hacerlo.
En Alcalá de Moncayo ese
día hacen el "bautizo" de la fiesta mayor y los cofrades reparten
-todavía hoy- 20 panes, 20 almudes de nueces y 20 litros de vino (¡es día 20!).
Es creencia general que
la leña cortada en tiempo frío es la mejor para quemar. Por eso no se corta
antes del invierno. Para encender el fuego indudablemente la preferida es la albrocera o madroño si se
puede conseguir.
En Morata de Jalón, el
día de San Babil (24 de enero), todos los vecinos queman en las puertas de sus
casas, prendido en la hoguera, un fajo de tomillo.
En las hogueras se
aprovechaba todo lo viejo que pudiera arder, como un auténtico signo de
renovación. "Quemamos lo viejo y saltamos (nos purificamos)". Ya lo
dice la paremia:
"Pa
San Fabián y Sebastián
toz
los trastos biellos
ta
la chera marcharán" .
Pero, importante, evitar
la leña de higuera. En Bailo creían que si se la quemaba, se herniaban los
niños.
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