Os contaba el día 8 de
diciembre en este blog “Continuamos con el parto (El mal de ojo)”, que a un
recién nacido, había que protegerlo del “mal de ojo”. Se le colocaban
“evangelios”, “detentes”, “escapularios”, para defenderlos contra ese mal.
Se tenía mucho cuidado de
defenderlos, de las personas con ojos claros.
Todavía existe la
creencia de que las personas con los ojos claros son más propensas para ejercer
este mal de ojo. La explicación de esta idea hay que remontarla a tiempos muy
antiguos de la civilización islámica, concretamente a la época de las Cruzadas.
Los árabes pensaron muchas veces que los ojos azules de los hombres del norte
de Europa que integraban las Cruzadas tenían un notorio poder maligno.
Pero ya comentamos, que
también se puede dar mal de ojo a los mayores.
En Tamarite dicen que
había una mujer muy guapa. Y empezaron a decir que había robado y la querían
hacer perder. No sé qué embrujos le dijeron que la pobre empezó a consumirse.
Pero a los animales y las
cosas, ¿cómo lo pueden hacer?
Pues de la misma manera.
Un montañés de Sahún contaba que en su pueblo llegó un señor a su casa a vender
un cerdo. Su madre no se lo quería comprar porque en su casa eran bruxones.
Pero se fue a buscarlo y se lo trajo. Tenían una cerda con siete crías y se
murieron todas y la cerda ya no pudo criar más.
Su padre le pidió a un
amigo que le trajese un cerdo padre de la feria de Castejón y le contó lo que
le había pasado. El se lo trajo y le dijo: "Mira, cuando venga el mosen,
que le eche el responso a la cerda". Un día que pasaba el cura por allí le
pidieron que le echase el responso a la cerda. Se lo echó y ya no volvió a
pasar más. Me lo contaron en casa Castán.
En Alberuela de Laliena
una vieja pordiosera llegó a casa de (omito el nombre) y les pidió que la
dejaran dormir en la cuadra. Una mula se le comió el pan que llevaba. Ella
dijo: "la tengo que matar". Y la mula se murió en dos días. Contado
por mi informador Joaquín X, de Alberuela de Laliena.
Hace muchos años oí en la plaza de un pueblo
de Sobrarbe que no nombraré, grandes gritos y acudí a ver qué ocurría. Había
una vaca muerta en el suelo y junto a ella, un hombre gritaba:" iYa sé
cuála ye a mala bruxa que me l´ha matau y l'en de fer pagar!" Después me
enteré que la mujer a la que decían bruxa, era familia mía.
Escuché a una familia,
convencida de lo que decía: "hace bastantes años fueron embrujados todos
los animales de su casa; cerdos, cabras, bueyes y burros se negaron a comer y
comenzaron a dar vueltas y vueltas, muriendo algunos de ellos. Se atribuyó a un
embrujamiento".
Ángel x, de Casa Castro,
de Huerto me contaba que en su casa sólo podían tener tres mulas. En cuanto
tenían cuatro, la bruja les mataba una. Lo escuchó contar muchas veces a su
padre.
"En San Esteban de
Litera se morían las caballerías de una forma extraña y en algunos lugares los
objetos cambiaban de lugar o se mutaban por otros. Todos estos hechos sucedían
en épocas determinadas: Cuando existían enfrentamientos entre familias era uno
de esos momentos".
Un sacerdote amigo mío me
comentaba que los Redorta, de Oriñena también han vivido la experiencia de la
brujería. Se les morían las vacas y lo atribuían a un "maldau".
El les dijo que fueran al
veterinario pues le pidieron la bendición o el exorcismo.
Y casos y casos…
Con los ejemplos que
expongo, y muchos más que podría contaros, en nuestras casas se colocaban
remedios para la protección de la misma y defensa de los moradores. De esa
forma se trataba de evitar que ni el mal de ojo, embrujamientos, ni malas artes pudieran hacer
nada en el interior de ella.
Cuando por la noche en
casa nos íbamos a dormir, comenzaba el trabajo de la abuela.
Abajo había quedado la
abuela recogiendo la cocina con mamá y dando los últimos toques a los conjuros.
No es que los hiciera por
que hubiera algún peligro, sino que ya era costumbre en casa, y supongo que en
todas las casas por aquel entonces.
Muchas veces agradezco
haber nacido en unos tiempos en los que pude ser testigo de muchas de las cosas
que os cuento.
Como el símbolo de la
familia era el hogar, allí se centraba el ritual. Muchas veces he pensado en
cosas que viví entonces y que a fuerza de corrientes ya no me llamaban la
atención. Por ejemplo el cremallo. En Aragón llamamos cremallos, a los llares,
a esa cadena de gruesos eslabones que cuelga de una viga empotrada en la
chimenea y en la que se cuelgan los calderos.
En nuestra mitología
tenía su importancia. Representaba el condumio diario, tanto de personas como
de animales y todos dependíamos de los cremallos.
Nada tiene que extrañar
que en las ceremonias de agregación de los animales domésticos tuvieran su
papel. En casa, si nos regalaban un gato lo primero que hacía mi abuela era
darle una vuelta alrededor del cremallo. En el valle de Plan al gato le untaban
las uñas con aceite y luego se las restregaban contra los eslabones. Estos eran
sólidos y estables, capaces de aguantar pesos inmensos.
En Puyarruego al gato le
daban tres vueltas alrededor del cremallo en vez de una En Ansó y por el
Sobrarbe, -es donde lo tengo recogido-, cuando se compra un cerdo o una
caballería en vez de hacerlo entrar en casa de cara, lo hacen entrar de
espaldas y dicen que esto evita desgracias. En Laspaules, a los gatos y
polluelos, para que no se marchen de casa les hacen dar nueve vueltas alrededor
del cremallo diciendo:
"De casa te irás, a
casa volverás"
En la Almunia de San Juan eran
más drásticos. Cuando por primera vez llegaba el gato a casa, como rito de
agregación se le despuntaba la cola y ya nunca se iba. Como si sintiera que
algo suyo quedaba allí. Se hacía a la entrada de la casa.
En Esplús, para
familiarizar al perro se ponen un trozo de pan en el sobaco y se lo dan al
perro. Si se lo come te seguirá a todas partes.
Pero estaba hablando del
cremallo. Eslabones fuertes, pues tenía que aguantar grandes pesos. Esa misma
estabilidad estaba reñida con cualquier balanceo. Si al descolgar un caldero el
cremallo quedaba balanceándose, inmediatamente se lo detenía. Así se evitaba
-entre otras cosas- que las ovejas se volvieran modorras. En la brujería tenían
su importancia, como diré en otro momento, ya que la entrada favorita de la
bruja parecía ser la chimenea, como también era su salida después de untarse
con el ungüento.
Naturalmente, la chimenea
y el hogar se defendían de modo especial contra las brujas. Empezando por
arriba y terminando por el fogaril.
En lo alto de la
chimenea, puede verse todavía en muchos pueblos una especie de cruz. En
realidad no se trata de cruces sino de unos moñacos bastante feos, con los
brazos abiertos como quien quiere impedir el paso: son los “espantabruxas”.
Abundan en el Alto Aragón. Quien quiera verlos, preciosos y variados, que vaya
a nuestro pirineo.
Otras veces no son al
estilo de cruces, sino de bolas redondas. Que tampoco son bolas sino cabezas,
también feísimas por lo regular. Y en la zona de la Sierra de Guara -ahora
estoy pensando en Lecina- solían colocar como espantabruxas, cántaros o vasijas
similares de alfarería, sin duda por el papel purificador que de siempre ha
simbolizado el agua.
Ya dentro de la casa, en
la campana de la chimenea se colocaba el "motilón" o
"motilonot". Era un muñeco de barro sin cocer, de fabricación casera,
tal vez un trasunto de los dioses lares, que defendía la entrada de las brujas
en sitio tan peligroso.
He dicho que había dejado
a mi abuela haciendo los últimos exorcismos del día. Me he parado en el
cremallo, y sin comenzar la faena…
Pero tiene mucho trabajo
todavía… y otro día seguiremos observando su faena…
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