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jueves, 8 de diciembre de 2011

Continuamos en el parto (El mal de ojo)

Me hubiera gustado ver enseguida al niño recién nacido y observar todas las cosas que le hacían. Como la vecina que nos había acogido era muy complaciente nos explicaba todo, que era casi como si lo estuvieras viendo.
Y yo venga a preguntar cosas.
- ¿Y el cordón cómo lo cortan?
- Pues le atan un hilo y se corta.
- ¿Y no le hace mal al niñer?
- No, que para eso lo cortan largo. Mira, En Bolea dicen, y tienen buena razón, que "pobre o rico, cuatro dedos de melico".
- ¿Y qué es eso que contaba Tomasé de una tela que envuelve al niñer?
- Eso no pasa con todos. Nacen como si tuvieran un velo, como una gasa y hay que romperlo. Y los que nacen con esta telilla luego tienen gracia.
- ¿Y qué es eso de tener gracia?
- Pues mira, que tendrán un algo. O serán curanderos o brujos o adivinos…
- ¿Y todas las brujas y curanderos nacen así?
- No. También tienen gracia los que nacen el día de la Anunciación, o el Viernes Santo y sobre todo el día de Navidad.
Había oído decir que la Delfina, la curandera de Santa Cilia, que fue la más famosa de toda la Montaña, había nacido al dar las campanadas de las doce en la Noche Buena.
-También tienen don los que lloran antes de nacer como pasó con dos curanderas que todavía viven, una en Fraga y otra en Robres. Y todo el mundo sabe que si nacen cinco chicas seguidas o cinco chicos seguidos en la misma familia, el que hace el número cinco también tiene don.
- A mí me gustaría ver una tela de ésas. ¿Qué hacen con ella?
Las parias y el cordón se entierran o se guardan como amuletos.
El destino de las parias y el cordón umbilical es diferente según los pueblos. En algunos sitios, en efecto, los entierran para que no los coman los perros (Adahuesca, Vilanova, Estada, Belillas, Alberuela de Laliena, Ansó, Echo, Bolea, Aniés, Aineto y Sarsamarcuello, que yo sepa). En Bolea, además de enterrados se regaban para que la madre tuviera leche abundante. Parecido a lo de Sena, como me decía una señora: "el cordón se entierra hondo y húmedo: si se lo comía un perro se secaba la leche de la madre". En Bailo se enterraban debajo de una higuera. En Sarvisé y Labuerda, en el cementerio. En Lupiñén, además de enterrado, se ponían unas piedras alrededor. En Tierrantona hacían un agujero, en la bodega, los colocaban allí y los tapaban con una losa. En Estada se quemaban. Sólo he oído decir que los tiraban sin más en Albelda, Ontiñena y Cerler.
- ¿Y para qué se hacía esto?
- Es algo que trae buena suerte. Los dejaban secar en la falsa y cuando una chica se iba a casar le daban un cacher de su propio cordón para que no la pudieran incortar.
Esto lo hacían en Berbegal. Del "incortamiento" o embrujamiento consistente en el impedimento mágico para que los casados no puedan consumar su matrimonio hablaremos cuando entremos en el matrimonio.
Y en muchos sitios lo guardan para ponérselo entre la ropa cuando van a hacer el servicio militar, para que no les pase nada y tengan buena suerte.
- ¿Y qué más cosas le hacen al niñer?
- Hay que ayudarle a respirar. El no sabe y por eso le dan unas zurritas para que llore: al llorar hincha el pecho y rompe a respirar.
Pero ya es en tiempos modernos.
La gallina ayudaba a respirar...
Para que el recién nacido respirase enseguida y no se asfixiara cogían una gallina y le apretaban el pico abierto a la nalga del ninón. Luego lo repetían rápidamente con cinco gallinas diferentes que tenían por si hacía falta usarlas. Al respirar las gallinas el aliento iba subiendo por el cuerpo del bebé y al llegar a la garganta el ninón reaccionaba y respiraba. Luego la comadre le pasaba el dedo.
- ¿Le pasaba el dedo? ¿Por dónde?
Para que luego pudiese hablar. Le pasaba el dedo por debajo de la lengua y con la uña le rompía el frenillo, si no, nunca aprendía a hablar bien.

En aquellos momentos yo deseaba ser mujer para poder observar todas esas cosas que encontraba apasionantes. Y así lo dije.
- No seas tonto. Los hombres nunca quieren ser mujeres. Al revés aún y los hombres siempre quieren que su hijo, por lo menos el primero sea chico. Las chicas no trabajan en la hacienda y son un problema a la hora de casarlas. Mi abuelo decía un refrán: "mala noche y parir mozeta".
- Pero el niño siempre es más de la madre.
- Eso es verdad, aunque los abuelos contaban que antiguamente -ellos no lo conocieron- cuando una mujer daba a luz se levantaba enseguida y entonces era el marido el que se metía en la cama con el nene y a él lo cuidaban y le daban el caldo y todo. A esto lo llamaban la "covada".
Nadie admite haber tenido esta costumbre. Los bearneses se la atribuyen a los vascos. Los vascos se la cuelgan a los catalanes y aragoneses. Nosotros a los bearneses. Una señora residente durante muchos años en Colombia me aseguraba que allí existe todavía esa práctica.
Yo estaba embelesado oyendo todas estas cosas cuando nos llegó la noticia de que teníamos ya un nene y que los dos, la tía y él, estaban bien.
Salí como una exhalación hacia casa para ver a mi nuevo primico.
Cuando llegué a casa ya me dejaron subir arriba a la alcoba para ver a mi primo. Estaba en la cama con mi tía y dormía. O al menos tenía los ojos cerrados. Luego me aclararían que aún tardaría unos días en abrirlos.
Me pareció feísimo pero me abstuve de comentario. Nunca me han parecido guapos los niños recién nacidos. Allí sólo se veía un rebullico de pañales del que salía una cabezota grande, colorada y sin pelo. Pregunté cómo se llamaba. La tía me dijo que todavía no tenía nombre. La abuela añadió:
- Se llama "morico" porque aún está sin bautizar.
Estaba sin bautizar pero ya le habían colgado al cuello el escapulario del Carmen y los Evangelios. Además, con una aguja imperdible le habían sujetado a la ropa un "detente" del corazón de Jesús.
Como lo veía con tanto escaparate religioso pregunté también –que no era yo nadie preguntando en aquella época- si iba a ser cura de mayor.
- No, hombre, -me contestaron- es que así no le podrán dar mal de ojo.
Yo calculaba que con los ojos cerrados como los tenía era muy difícil que le dieran ningún mal en los ojos. Tal vez los tenía cerrados por eso. Inocencia infantil…
Contra el mal de ojo

¿Escapularios, evangelios, detentes?
El escapulario era como el que yo siempre llevaba: dos cuadradicos de tela marrón unidos entre sí con dos cordoncicos. En uno de los cuadros estaba estampada la Virgen con el niño sacando del Purgatorio a las almas. Los "detentes" los había visto muchas veces guardados, y eran de mi padre y mi abuelo, que se los pusieron en la guerra y dicen que los defendían de las balas. Tenia un corazón pintado en la tela, rodeado de una corona de espinas y una llama que salía por arriba en medio de tres letras -JHS-. Alrededor se leía: "Detente, el Corazón de Jesús está conmigo". Yo me imaginaba las balas desviando su trayectoria fuera  del pecho del soldado.
Pero no había visto unos "Evangelios" como aquellos. Eran una bolsica pequeña, del tamaño de una moneda y cosida toda alrededor con punto escapulario. En el centro había un agujerico diminuto que permitía adivinar un papelito pequeñín con algunas palabras impresas. Me dijeron que era un trozo del Evangelio de San Juan.
Seguía sin entender qué tendría que ver todo aquel blindaje contra el mal de ojo y por qué no se defendía contra el mal de cabeza o de estómago. No contra el dolor de muelas, claro, porque yo ya sabía que el nene no tenía un solo diente.
Mi abuela, que siempre resultaba ser mi enciclopedia de consulta me dijo que el mal de ojos no tenía nada que ver con las legañas ni los orzuelos, sino que era un mal que daban las brujas con la mirada:
-"Es el mal que hacen las brujas con sus ojos"
Ya de mayor, he recogido muchos ejemplos. Esto me lo contó una mujer de Biel de casa Colasillo:
“Había una bruja en casa de Guinda y embrujó a un hermano de su madre cuando era niñer. En su casa tenían colmenas. "Mi madre (me decía) tenía una amiga vecina. Un día fue a casa y mi abuela le dio una untadeta de miel: no le dio una sopera como esperaba ella. La otra se marchó toda aburrida y le dio mal al crío. Lo llevaron a muchos médicos y adivinos. Uno de los adivinos les dijo:
"Este niño tiene mal de ojo. ¿De quien sospechan?". Ellos se lo contaron y mi abuelo la quería matar. El adivino dijo" "No le hagan nada que será peor y si se muere no le podrá quitar el mal dau al niño. Hagan al revés y obséquienla". Así lo hicieron. Le daban miel y de todo. Un día le dijeron a la bruja: "Tenemos el nene malo, usted que entiende de críos ¿por qué no mira a ver qué le pasa?" Ella hizo echar al niño en la cama, le paso la mano por la cabeza y todo el cuerpo y el niño se curó. Al otro el día ya no tenía el mal."
Y lo que contaba aquél montañés de casa Mauri de Chía:
“Una mujer tuvo en brazos a un nene y el crío estuvo día y noche llorando y sin querer mamar. Como el padre la amenazó, ella le quitó importancia. Le dijo "Trae, trae al crío". Lo cogió, lo desnudo, lo volvió a vestir y el ninón luego tetó ya”.
En Lecina, el señor Nicolás me contó que la Joaquina de Cucharero llevaba fama de bruja y era además comadre. A un crío le dio el mal de ojo y lo tuvieron que llevar a Santa Orosia. Allí, en misa, no hacía más que llorar y el cura mandó que lo sacaran. El posadero le dijo a la madre que el crío lloraba porque estaba espirituado y que le daba pena de que lo hubieran sacado de la iglesia y que no se fuera sin recibir la bendición del cura. Ellos volvieron al final de la misa, a la bendición y se le pasó el mal.
Y el mismo señor Nicolás, que sabía muchas cosas de brujas también me contó que en las Vilas del Turbón había una familia que se dedicaban a hacer carbón en el monte. Ahora viven en Colungo. Cuando la mujer criaba al último niñer, una vieja le acarició los pechos diciéndole "¡qué pechos tienes!". Se quedó sin leche y el crío no podía medrar. Fueron al adivino. El les sacó la imagen de la vieja en una botella.
¿Y siempre les dan el mal a los nenes pequeñicos?
- No; Lo que pasa es que los niños pequeños no saben defenderse. No tienen fuerza. Pero el mal de ojo también ataca a los mayores: Como le pasó a Emilio que vivió hace años en Tierz. Tenía fama de serio y la gente lo apreciaba, pero sin embargo, de pronto, empezaron a decir que le habían echado un mal de ojo. Por las noches aparecía por debajo de las camas de las mujeres y escapaba por las ventanas saltando de tejado en tejado. Vive mucha gente que vio sus saltos.
En Tamarite dicen que un padre y un hijo se iban a casar con una madre y una hija. El joven no llegaba a la iglesia. Lo buscaron y no lo encontraron y al final apareció que se había tirado a un pozo. Lo atribuyeron a embrujamiento de la madre.
Pero también dan el mal de ojo a los animales y hasta a las cosas.
- ¿Y como dan ese mal?
- Por envidia. La mirada envidiosa de una persona que tiene poder es la que da el mal. Por eso, cuando una persona te dice que el niñer es precioso, hay que desconfiar. Porque puede haber envidia y entonces lo fascina. En Tamarite dicen que había una mujer muy guapa. Y empezaron a decir que había robado y la querían hacer perder. No sé qué embrujos le dijeron que la pobre empezó a consumirse.
Hemos contado que también se puede dar mal de ojo a los mayores. Pero a los animales y las cosas, lo dejaremos para otra ocasión.

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