Me hubiera gustado ver
enseguida al niño recién nacido y observar todas las cosas que le hacían. Como
la vecina que nos había acogido era muy complaciente nos explicaba todo, que
era casi como si lo estuvieras viendo.
Y yo venga a preguntar
cosas.
- ¿Y el cordón cómo lo
cortan?
- Pues le atan un hilo y
se corta.
- ¿Y no le hace mal al
niñer?
- No, que para eso lo
cortan largo. Mira, En Bolea dicen, y tienen buena razón, que "pobre o
rico, cuatro dedos de melico".
- ¿Y qué es eso que
contaba Tomasé de una tela que envuelve al niñer?
- Eso no pasa con todos.
Nacen como si tuvieran un velo, como una gasa y hay que romperlo. Y los que
nacen con esta telilla luego tienen gracia.
- ¿Y qué es eso de tener gracia?
- Pues mira, que tendrán
un algo. O serán curanderos o brujos o adivinos…
- ¿Y todas las brujas y curanderos nacen así?
- No. También tienen
gracia los que nacen el día de la Anunciación, o el Viernes Santo y sobre todo
el día de Navidad.
Había oído decir que la
Delfina, la curandera de Santa Cilia, que fue la más famosa de toda la Montaña,
había nacido al dar las campanadas de las doce en la Noche Buena.
-También tienen don los
que lloran antes de nacer como pasó con dos curanderas que todavía viven, una en
Fraga y otra en Robres. Y todo el mundo sabe que si nacen cinco chicas seguidas
o cinco chicos seguidos en la misma familia, el que hace el número cinco
también tiene don.
- A mí me gustaría ver una
tela de ésas. ¿Qué hacen con ella?
Las parias y el cordón se
entierran o se guardan como amuletos.
El destino de las parias y
el cordón umbilical es diferente según los pueblos. En algunos sitios, en
efecto, los entierran para que no los coman los perros (Adahuesca, Vilanova,
Estada, Belillas, Alberuela de Laliena, Ansó, Echo, Bolea, Aniés, Aineto y
Sarsamarcuello, que yo sepa). En Bolea, además de enterrados se regaban para
que la madre tuviera leche abundante. Parecido a lo de Sena, como me decía una
señora: "el cordón se entierra hondo y húmedo: si se lo comía un perro se
secaba la leche de la madre". En Bailo se enterraban debajo de una
higuera. En Sarvisé y Labuerda, en el cementerio. En Lupiñén, además de
enterrado, se ponían unas piedras alrededor. En Tierrantona hacían un agujero, en
la bodega, los colocaban allí y los tapaban con una losa. En Estada se
quemaban. Sólo he oído decir que los tiraban sin más en Albelda, Ontiñena y
Cerler.
- ¿Y para qué se hacía esto?
- Es algo que trae buena
suerte. Los dejaban secar en la falsa y cuando una chica se iba a casar le
daban un cacher de su propio cordón para que no la pudieran incortar.
Esto lo hacían en
Berbegal. Del "incortamiento" o embrujamiento consistente en el
impedimento mágico para que los casados no puedan consumar su matrimonio
hablaremos cuando entremos en el matrimonio.
Y en muchos sitios lo
guardan para ponérselo entre la ropa cuando van a hacer el servicio militar,
para que no les pase nada y tengan buena suerte.
- ¿Y qué más cosas le hacen al niñer?
- Hay que ayudarle a
respirar. El no sabe y por eso le dan unas zurritas para que llore: al llorar
hincha el pecho y rompe a respirar.
Pero ya es en tiempos
modernos.
- ¿Le pasaba el dedo? ¿Por dónde?
Para que luego pudiese
hablar. Le pasaba el dedo por debajo de la lengua y con la uña le rompía el
frenillo, si no, nunca aprendía a hablar bien.
En aquellos momentos yo
deseaba ser mujer para poder observar todas esas cosas que encontraba
apasionantes. Y así lo dije.
- No seas tonto. Los
hombres nunca quieren ser mujeres. Al revés aún y los hombres siempre quieren
que su hijo, por lo menos el primero sea chico. Las chicas no trabajan en la
hacienda y son un problema a la hora de casarlas. Mi abuelo decía un refrán:
"mala noche y parir mozeta".
- Pero el niño siempre es
más de la madre.
- Eso es verdad, aunque
los abuelos contaban que antiguamente -ellos no lo conocieron- cuando una mujer
daba a luz se levantaba enseguida y entonces era el marido el que se metía en
la cama con el nene y a él lo cuidaban y le daban el caldo y todo. A esto lo
llamaban la "covada".
Nadie admite haber tenido
esta costumbre. Los bearneses se la atribuyen a los vascos. Los vascos se la cuelgan
a los catalanes y aragoneses. Nosotros a los bearneses. Una señora residente
durante muchos años en Colombia me aseguraba que allí existe todavía esa práctica.
Yo estaba embelesado
oyendo todas estas cosas cuando nos llegó la noticia de que teníamos ya un nene
y que los dos, la tía y él, estaban bien.
Salí como una exhalación
hacia casa para ver a mi nuevo primico.
Cuando llegué a casa ya me
dejaron subir arriba a la alcoba para ver a mi primo. Estaba en la cama con mi
tía y dormía. O al menos tenía los ojos cerrados. Luego me aclararían que aún
tardaría unos días en abrirlos.
Me pareció feísimo pero me
abstuve de comentario. Nunca me han parecido guapos los niños recién nacidos.
Allí sólo se veía un rebullico de pañales del que salía una cabezota grande,
colorada y sin pelo. Pregunté cómo se llamaba. La tía me dijo que todavía no
tenía nombre. La abuela añadió:
- Se llama
"morico" porque aún está sin bautizar.
Estaba sin bautizar pero
ya le habían colgado al cuello el escapulario del Carmen y los Evangelios.
Además, con una aguja imperdible le habían sujetado a la ropa un
"detente" del corazón de Jesús.
Como lo veía con tanto
escaparate religioso pregunté también –que no era yo nadie preguntando en aquella época- si iba a
ser cura de mayor.
- No, hombre, -me
contestaron- es que así no le
podrán dar mal de ojo.
Yo calculaba que con los
ojos cerrados como los tenía
era muy difícil que le dieran ningún mal en los ojos. Tal vez los
tenía cerrados por eso. Inocencia infantil…
¿Escapularios, evangelios, detentes?
El escapulario era como el
que yo siempre llevaba: dos cuadradicos de tela marrón unidos entre sí con dos cordoncicos.
En uno de los cuadros estaba estampada la Virgen con el niño sacando del
Purgatorio a las almas. Los "detentes" los había visto muchas veces
guardados, y eran de mi padre y mi abuelo, que se los pusieron en la guerra y
dicen que los defendían de las balas. Tenia un corazón pintado en la tela,
rodeado de una corona de espinas y una llama que salía por arriba en medio de
tres letras -JHS-. Alrededor se leía: "Detente, el Corazón de Jesús está
conmigo". Yo me imaginaba las balas desviando su trayectoria fuera del pecho del soldado.
Pero no había visto unos
"Evangelios" como aquellos. Eran una bolsica pequeña, del tamaño de
una moneda y cosida toda alrededor con punto escapulario. En el centro había un
agujerico diminuto que permitía adivinar un papelito pequeñín con algunas
palabras impresas. Me dijeron que era un trozo del Evangelio de San Juan.
Seguía sin entender qué
tendría que ver todo aquel blindaje contra el mal de ojo y por qué no se
defendía contra el mal de cabeza o de estómago. No contra el dolor de muelas,
claro, porque yo ya sabía que el nene no tenía un solo diente.
Mi abuela, que siempre
resultaba ser mi enciclopedia de consulta me dijo que el mal de ojos no tenía
nada que ver con las legañas ni los orzuelos, sino que era un mal que daban las
brujas con la mirada:
-"Es el mal que hacen
las brujas con sus ojos"
Ya de mayor, he recogido
muchos ejemplos. Esto me lo contó una mujer de Biel de casa Colasillo:
“Había una bruja en casa
de Guinda y embrujó a un hermano de su madre cuando era niñer. En su casa
tenían colmenas. "Mi madre (me decía) tenía una amiga vecina. Un día fue a
casa y mi abuela le dio una untadeta de miel: no le dio una sopera como
esperaba ella. La otra se marchó toda aburrida y le dio mal al crío. Lo
llevaron a muchos médicos y adivinos. Uno de los adivinos les dijo:
"Este niño tiene mal
de ojo. ¿De quien sospechan?". Ellos se lo contaron y mi abuelo la quería matar.
El adivino dijo" "No le hagan nada que será peor y si se muere no le
podrá quitar el mal dau al niño. Hagan al revés y obséquienla". Así lo
hicieron. Le daban miel y de todo. Un día le dijeron a la bruja: "Tenemos
el nene malo, usted que entiende de críos ¿por qué no mira a ver qué le pasa?"
Ella hizo echar al niño en la cama, le paso la mano por la cabeza y todo el
cuerpo y el niño se curó. Al otro el día ya no tenía el mal."
Y lo que contaba aquél
montañés de casa Mauri de Chía:
“Una mujer tuvo en brazos
a un nene y el crío estuvo día y noche llorando y sin querer mamar. Como el
padre la amenazó, ella le quitó importancia. Le dijo "Trae, trae al
crío". Lo cogió, lo desnudo, lo volvió a vestir y el ninón luego tetó ya”.
En Lecina, el señor
Nicolás me contó que la Joaquina
de Cucharero llevaba fama de bruja y era además comadre. A un crío le dio el
mal de ojo y lo tuvieron que llevar a Santa Orosia. Allí, en misa, no hacía más
que llorar y el cura mandó que lo sacaran. El posadero le dijo a la madre que
el crío lloraba porque estaba espirituado y que le daba pena de que lo hubieran
sacado de la iglesia y que no se fuera sin recibir la bendición del cura. Ellos
volvieron al final de la misa, a la bendición y se le pasó el mal.
Y el mismo señor Nicolás,
que sabía muchas cosas de brujas también me contó que en las Vilas del Turbón
había una familia que se dedicaban a hacer carbón en el monte. Ahora viven en
Colungo. Cuando la mujer criaba al último niñer, una vieja le acarició los
pechos diciéndole "¡qué pechos tienes!". Se quedó sin leche y el crío
no podía medrar. Fueron al adivino. El les sacó la imagen de la vieja en una
botella.
¿Y siempre les dan el mal a los nenes pequeñicos?
- No; Lo que pasa es que
los niños pequeños no saben defenderse. No tienen fuerza. Pero el mal de ojo
también ataca a los mayores: Como le pasó a Emilio que vivió hace años en
Tierz. Tenía fama de serio y la gente lo apreciaba, pero sin embargo, de
pronto, empezaron a decir que le habían echado un mal de ojo. Por las noches
aparecía por debajo de las camas de las mujeres y escapaba por las ventanas
saltando de tejado en tejado. Vive mucha gente que vio sus saltos.
En Tamarite dicen que un
padre y un hijo se iban a casar con una madre y una hija. El joven no llegaba a
la iglesia. Lo buscaron y no lo encontraron y al final apareció que se había
tirado a un pozo. Lo atribuyeron a embrujamiento de la madre.
Pero también dan el mal de
ojo a los animales y hasta a las cosas.
- ¿Y como dan ese mal?
- Por envidia. La mirada
envidiosa de una persona que tiene poder es la que da el mal. Por eso, cuando
una persona te dice que el niñer es precioso, hay que desconfiar. Porque puede
haber envidia y entonces lo fascina. En Tamarite dicen que había una mujer muy
guapa. Y empezaron a decir que había robado y la querían hacer perder. No sé
qué embrujos le dijeron que la pobre empezó a consumirse.
Hemos
contado que también se puede dar mal de ojo a los mayores. Pero a los animales
y las cosas, lo dejaremos para otra ocasión.
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