Ahora ya sabemos mucho de todo. Es una ventaja, no cabe duda. Pero también resta una buena parte a la emoción que daba antes la incertidumbre.
Esto es especialmente válido en lo que se refiere al sexo del bebé que va a nacer.
Conforme iba adelantando el embarazo de tía Dulzis, los pronósticos se convirtieron casi en una obsesión. Todas las vecinas hacían sus cábalas y todas echaban su cuarto a espadas.
Nunca me hubiera imaginado que existían tantos procedimientos para determinar si nuestro futuro conciudadano sería niño o niña.
Los hombres no decían nada: sencillamente, esperaban. También se sonreían ante los acertijos de las mujeres, aunque todos deseaban que fuera varón.
La casa necesitaba brazos para el trabajo. Y la casa en Aragón lo era todo.
Esto es tan cierto que recuerdo que el apellido significaba bastante poco y con mucha frecuencia se desconocía. A la gente se la denominaba por el nombre de la casa: casa Fuster, casa Royo, casa el Chato...
Los hombres, se suponía que hacían subir la casa. Las mujeres la mermarían llegado el momento de darles la dote. Nuestro derecho matrimonial estaba todo en esa línea. Pero ya hablaré de esto cuando me toque tratar el matrimonio. Ahora estamos con lo del sexo de los niños.
No parece que estuviera tan claro como ahora que, allá por el quinto mes, el médico ya lo diagnostica con exactitud. Entonces, con la cantidad tan variada de métodos de adivinación y dado que no siempre coincidían con el resultado, la incógnita se mantenía hasta el momento del parto.
En el caso de mi tía estaba descartado el pronóstico lunar, que era el más extendido en todo el Alto Aragón. Cuando tenía lugar un nacimiento se miraba la fase de la luna y así se adivinaba qué sería el siguiente hermanico. Si el niño nacía cuando menguaba la luna el siguiente sería del mismo sexo. Y al revés, si el nacimiento se daba en luna creciente sería del sexo contrario. Hasta tenemos un refrán:
“Si nace en cuarto menguante, el otro semejante.
Si nace en cuarto creciente, el otro diferente”.
Como digo, este refrán y creencia está muy extendido en todo Aragón. Pero también hemos oído en Adahuesca que si el bebé "nacía en “minguá” (menguante) era zagala", independientemente del hermano anterior.
Y ojo, que nuestro refranero no se puede tomar a broma: está hecho democráticamente, es decir, por el pueblo y basado en una observación y constatación de hechos durante muchas generaciones.
La luna, en particular era un auxiliar definitivo en todas nuestras cosas. Se tenía en cuenta para determinar el tiempo, para trasegar el vino, para aserrar la madera, para podar, para sacar el estiércol de la cuadra, para esquilar las ovejas y para cortar el pelo a las personas, para injertar, para matar las reses, para plantar las judías... para todo. La presencia de la luna en nuestra mitología es categórica.
Decía que en el caso de tía Dulzis, la luna, por desgracia, no nos aclaraba nada ya que era el primer bebé que esperaba: eso sí, él determinaría cómo sería el segundo.
Yo le observaba la silueta pues había oído decir que si la embarazada aparece como muy tripuda es que lleva un niño y si era más bien culona, sería niña. Pero lo cierto es que eso no me esclarecía nada porque la veía abultada por las dos partes: lo más que se me ocurría es que llevaba gemelos, chico y chica. Mi hermana me decía que era mejor observar la forma del vientre que si era puntiaguda, es que tenía un chico y si redondeada, una chica.
La forma del vientre (puntiagudo, chico; redondo, chica) está documentada en Echo, Sena, Labuerda, Ansó, Adahuesca, Vilanova, Huesca, Bolea, Ayerbe, Santolaria la Mayor, Estada. Loarre, Lupiñén y Almudévar.
El abultar más por detrás (chica) o por delante (chico) lo he oído en Bolea y Berbegal.
Pero hay más indicios en cuanto a la forma del vientre: en Albelda y Belillas aseguran que el vientre caído augura niña y el vientre alto, niño. En Sarsamarcuello creen que si abulta más del lado derecho será varón.
También decían que a la madre portadora de una ninona se le ponía la cara más manchada que si fuera ninón, pero a mí me faltaban los puntos de referencia y no salía de dudas. Lo mismo me pasaba con los rasgos de la cara que dicen que sí, se virilizan un tanto cuando la mamá espera varón.
Yo a mi tía la veía con la misma cara de siempre.
Dicen que las niñas manchan más la cara de la madre en Ayerbe, Santolaria la Mayor, Bolea, Vilanova y Albelda, pero en cambio en Echo dicen que los varones hacen redondeles en las mejillas de su madre y en Benasque, que la ponen pecotosa.
Ni qué decir tiene que no me perdía ni sílaba de los comentarios de las mujeres, con lo que el tema me llamaba la atención, aunque no tanto como a mi hermana, o al menos eso decía yo, pues veía que a los hombres el tema les obsesionaba menos que a las mujeres y por aquella época también me era una preocupación el de si alguna vez dejaría de ser chico.
No debía ser fácil lo de cambiar de sexo, aunque mi abuela, si me veía jugar con muñecas, me amenazaba con que se me caería la colica.
En el pueblo se decía que para cambiar de sexo había que comerse siete cerolicos crudos.
Broma -que no creencia- muy generalizada en todo el Alto Aragón.
En Ontiñena y Adahuesca, exigen comer nueve en vez de siete.
Para el que conoce los cerolicos (acerolas) sabe que es imposible comerse crudo ni uno solo por lo desabrido que resulta antes de madurar.
Más complicado lo ponían en otros sitios, como en Ansó que había que llegar hasta el Arcoiris “Arco San Chuan” y plantarte delante de él. Y en Sarsarnarcuello y Sarvisé había que hacer pipí en el mismo arcoiris. En muchos lugares de la montaña dicen que hay que pasar por debajo de él. Lo importante era no hacer cosas de chica, como lavar o ponerse faldas, y más curioso aún lo que decían por toda la montaña: que el niño que orinaba agachado se volvía chica.
A lo que vamos. Una tarde, varias mujeres discutían en casa sobre el tema. Una decía:
- Yo he mirado a la Dulzis cómo hace las cosas y estoy segura de que va a tener chico. Los chicos tienen influencia en el lado derecho de la madre y las niñas en el izquierdo. Y Dulzis siempre empieza a hacer las cosas con la derecha y hasta comienza a andar con el pie derecho.
Esta influencia "diestra" del varón, en Vilanova (Alta Ribagorza) la concretaban así: "si al empezar a andar la embarazada lo hace con el pie derecho, tendrá chico".
- Pues mira, yo lo paso peor por las tardes y he oído decir muchas veces que los niños dan mareos y vómitos por la mañana y las niñas por la tarde. Yo estoy en que será niña. Ahora mismo estoy con un ardor de estómago que no se me pasa con nada.
En Naval creen que el varón produce "agruras" (acidez) a la madre, independientemente si es por la mañana o por la tarde.
- Bueno, lo del ardor de estómago no tiene nada que ver con lo que va a ser el niñer. Eso sólo quiere decir que tiene ya mucho pelo.
- ¿Y también te duele el anca (la cadera)? En Bolea dicen que "dolor en el anca, la niña arranca".
Yo no veía qué relación tenía lo uno con lo otro, pero las mujeres parecía que estaban de acuerdo. Luego empezaron a hablar con medias palabras. Comprendí que lo hacían así porque estábamos nosotros allí, ya que aludían a no sé qué de que había ropa tendida y tal, que ya lo había oído otras veces.
- ¿Y no te acuerdas cómo lo hiciste?
- La verdad, que no te entiendo.
- Pues más claro no puedo hablar. ¿Para donde mirabas cuando estabas en la cama? Porque dicen que si la mujer mira a poniente será una chica y si está del otro lado, un chico.
-Eso deben ser tonterías.
- Pues a mí me lo dijeron en Bolea y que lo tenían comprobado.
Para muchas mujeres, les parecía fácil adivinar el sexo del futuro ser. Los movimientos en el cuerpo de la madre, lo aseguraba. Dicen que los niños patalean más que las niñas.
En Ontiñena y Bolea aseguran que a veces se le hace a la madre una raya negra que va del ombligo al pubis y que es indicio de que espera un chico.
También dicen que se adelantan a su hora más que las chicas.
Yo escuché a María de Felipón, que en Ontiñena ponían en una silla un cuchillo y en otra una tijera y si la madre se iba a sentar en la del cuchillo, sería chico y si iba a la de la tijera, sería chica.
En Benasque y Vilanova lo tenían más fácil: solo tienes que contar el número de letras de tu nombre y dos apellidos y como es el primer hijo, si el número te sale par será chico y si nones, chica.
A falta de que la medicina pudiera determinar el sexo del futuro ser, se recurría en muchos casos al adivino:
- ¿Y por qué no vas al adivino de Monzón?
- No vayas que es un mentiroso. La Emerenciana me contó lo que hacía. Ella fue a preguntarle y le aseguró que tendría chico y hasta lo escribió en un cuaderner. Pero se conoce que escribió al revés lo que dijo, porque así siempre atinaba. Si era como le había dicho, ya había acertado.
A la Emerenciana le salió chica. Pero ella se acordaba muy bien de lo que le había dicho.
- Pues a mí me dijo una mujer que era medio bruja (al oír lo de bruja, tía Dulzis se santiguó), de la parte de Abiego o Alberuela me parece que era, que se podía adivinar con un péndulo (ella decía pendúlo, acentuando la U): se cogen unas llaves o un reloj o algo de peso y se cuelga de una cuerda o una cadeneta. Y luego la madre tiene que sostener en alto la cuerda dejando que el peso esté a la altura del vientre. Si el péndulo se mueve de atrás adelante será mujer, si se mueve para los lados será varón.
Recuerdo ese comentario, porque avivó la curiosidad de todas e inmediatamente intentaron poner en práctica el pronóstico. Como no tenían a mano ni reloj ni llaves ataron una cuchara de alpaca a un cordoncico y le hicieron asir a la embarazada la punta del cordón. Hubo un rato de suspense; todas contenían el aliento mirando el péndulo, pero no se movió en absoluto: al soltarlo bailó un poquito y luego se fue parando hasta detenerse del todo. La desilusión fue completa al comprobar que aquello no desvelaba el enigma.
La abuela, siempre que hablaban las mujeres, callaba. Miraba a todas con un retintín de ironía, parecía que se cansaba de escucharlas y al final remachaba:
- Todo eso son tonterías y supersticiones. La única prueba que vale es la del fuego.
Ante afirmación tan rotunda se hacía el silencio y todos miraban a la abuela, a la que siempre habíamos considerado como una enciclopedia que todos consultábamos. Sin darse tono, pero con firmeza nos aseguró:
- Hay dos maneras. La una no la he probado nunca, pero me contaron que así lo hacían en Benabarre: se tira una sardina de cubo al fuego, delante de la embarazada. Si la escama salta bien, tendrá un chico y si no, una chica.
Era una pena que no teníamos ninguna sardina de cubo en casa y no se podía hacer la prueba. Menos mal que el otro método sí era factible puesto que con motivo de la matacía del tocino también habían matado un par de pollos y un conejo para hacerlos con arroz.
La abuela explicó el sistema y ante los ruegos de todos los presentes lo fue llevando a cabo mientras lo contaba:
- Se coge un hueso de la paletilla del conejo. Sí, aquí hay uno; y ahora se clava de pie en las brasas. (Lo hizo). Y ahora, si se raja por la mitad, así a lo largo, será chica. Si no se rompe, será chico.
Todos los ojos estaban clavados en el hueso; el humo no dejaba ver demasiado bien, pero a través de las lágrimas que producían el escozor del ambiente pudimos contemplar que se iba ladeando y al final cayó desmayadamente en la brasa, pero sin hacer ni un chasquido ni permitirse la menor resquebrajadura: estaba claro que el futuro ser, sería un chiquer.
Esta creencia se registra por todo Aragón.
Otras creencias más:
Con cualquier escusa se le pide la mano a la embarazada, por ejemplo, para tomarle el pulso. Si la pone hacia abajo, niño, si pone la palma hacia arriba será niña. Documentado en la Almunia de San Juan, Bolea, Robres y Berbegal. También en Alberuela de Laliena en donde dicen que una mujer enseñó las dos manos y tuvo gemelos.
En Bolea cuentan que si la embarazada al caerse lo hace hacia adelante, tiene niña, y si hacia atrás, niño.
En general se cree que los niños se hacen notar antes que las chicas…
Y pensar que hoy con una ecografía todas las adivinaciones están solucionadas…
Seguiremos contando…
Fotografías proporcionadas por Claudio Picó. Gracias amigo
No solo nos haces leer evidentemente, sino que también nos haces pensar en esos lugares, en esos pueblos de nuestra tierra de nuestro Pirineo y Pre pirineo. Eres grande maestro, gracias porque contigo siempre se aprende.
ResponderEliminarMaestros fueron nuestros antepasados con los que tuve la suerte de convivir y que me enseñaron sus formas de vida y sus tradiciones. Solo soy una persona que cuento lo que en su día recibo. Ni soy ni seré un “saputo” pues de esos hay muchos en esta tierra y mi admiración hacia todos ellos.
ResponderEliminareres un verdadero maestro bastian grazias por todo lo que nos enseñas un abrazo
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