Lo
que os cuento son solo recuerdos propios y muchas conversaciones con mis
mayores de hace un montón de años. Intento hacerlo ameno convirtiéndolo en
falordias (cuentos) pero muchas veces me es difícil atar unas cosas con otras.
Si no lo consigo, a perdonar; y me voy con tía Dulzis que esperaba
descendencia…
A
nadie extrañará que un ambiente prenatal se respirara en la familia. Se
esperaba un nuevo ser y los miedos y las precauciones eran cada vez mayores.
Esto,
unido a mis pocos años, en esa edad de los “porqués”, te llegaba a obsesionar.
Yo
quería saberlo todo, y naturalmente, todo lo preguntaba. Ya estaba de vuelta de
lo de París, aunque en la escuela, aún había criajos que se tragaban lo de la
cigüeña. Otros aseguraban que los niños se compraban y otros que los traía el
médico.
Urbez,
que pasaba los inviernos por tierra baja, aseguraba que allí cuando una mujer
quería un niño iba a pedirlo a una ermita, (el no se acordaba de que santo era)
y que luego el niño lo traería el santero.
Yo,
que ya sabía mucho y que, como digo, estaba de vueltas de todas esas cosas, me reía por dentro.
Sin
embargo había algo que no acababa de entender: ¿porqué unas familias tenían
hijos y otras no? ¿Era por que no querían tenerlos? Al principio suponía que
debía ser esta la razón, pero captaba
algunas conversaciones de las mujeres que comentaban, que la tía Paca no
hacía más que pedir un hijo y nunca lo tenía.
Se
había informado de todo el santoral de la redolada que hacía esa clase de
favores y había hecho novenas por muchas ermitas, tanto de la montaña como de
tierra baja. Célebres eran las de La Virgen de Casbas de Ayerbe, La Virgen del
Castillo que está en la ermita de Santa Águeda de Loarre y la Virgen de la Peña
de Aniés.
Una
mujer del pueblo le dijo que tenía más poder la Virgen de los Ríos y allí
marcho también, pero se conoce que el cielo no quería complacerla.
Imagino
que no dejaría de buscar remedios en Bolea, ya que en este pueblo por esos
años, tenían remedio para todo. Desde luego eran recursos la mar de curiosos,
como ya de mayor te contaban, y yo, cuando los oía comentar no les veía ni tres
ni revés; uno era el hacer un viaje y el otro cambiar de agua.
A
todos nos daba pena la tía Paca y no faltaban comentarios en voz baja, que
aseguraban que jamás tendría un hijo porque era “machorra”.
Decían
que en Ballobar, los recién casados subían al santuario de San Juan Bautista,
que está encima del pueblo. Por el camino, en una roca, escribían sus nombres,
hacían una cruz y luego la besaban. Ya en la ermita, hacían una especie de
baile ritual y esto les aseguraba descendencia.
No
he podido saber, si estos lugares estaban reservados a sus vecinos respectivos
o para todas las mujeres que acudieran.
No
era fácil la vida de una mujer que no tuviera descendencia. El matrimonio era
la continuación de la casa con otra generación que seguiría y la mantendría. El
no dar hijos suponía la terminación de ella y eso era lo que sobre todas las
cosas, no era permitido.
La
mujer, que no tenía hijos, deambulaba por todas las ermitas, rocas, fuentes…
que conseguían el milagro de que la mujer pudiera tener un hijo.
En
esa peregrinación de buscar ayuda, muchas mujeres acudían a Velillas, y
visitaban la “Peña Mujer”, que tiene una forma muy clara de mujer embarazada de
muchos meses. La mujer tenía que deslizarse por ella. También se acercaban a
Ibieca, a la “Peña Mora”. En la peña hay una boca pequeña y redonda pues hay
que entrar a gatas. Contaban que la mujer que entraba allí, seguro que luego
tendría un hijo.
Al
Pueyo de Barbastro también subían a pedirle descendencia a San Balandrán. Yo
escuche la historia de este pastorcico al que se le apareció la Virgen y que
luego le hizo edificar el santuario. Allí está el cuerpo del santo. Las mujeres
se acercaban a su tumba y extendían los brazos sobre la reliquia, todo lo que
podían, por que si lograban tocar a la vez con una mano la cabeza y con la otra
los pies del santo, él les concedía el hijo que deseaban.
Por
la Litera había muchas oportunidades. Tenían para el favor a San Ambrosio en
Albelda, a santa Ana en Tamarite y en esta, tenían que tocar su picaporte, que
tenía la misma virtud que el cerrojo de la ermita de San Medardo en Benabarre,
sólo que este, lo tenían que descorrer.
Las
casadas de Tamarite que deseaban tener hijos, iban a besar el picaporte de una
ermita cercana veces y más veces y después se sentaban encima de una caja-banco
de la misma ermita. Los ancianos del pueblo recuerdan muy bien el famoso
picaporte, de clara figura faliforme.
A
Tella acudían sin embargo las mujeres de la tierra baja, a la ermita de
Fajanillas. Puedo contar que las mujeres del pueblo poco afecto y confianza le
tenían a esa virgen.
El
último recurso era sin duda San Martín de la Bal d´Onsella, y si fallaban los
demás era seguro que este nunca defraudaba, y hasta al rey Pedro I le dio
descendencia y por eso le tenía tanta devoción. A él precisamente le dedicó la
Universidad de Huesca.
Hay
muchísimas variedades de ritos por todos los sitios de Aragón, como el de una
mujer que orine de cara a la luna, ponerse la camisa de una embarazada, o
colocar una llave debajo del colchón.
Una
creencia de nuestro pirineo era beber vino de nuez la noche de San Juan.
Y
hoy muchas mujeres siguen intentando tener descendencia, pero con métodos
aportados por la medicina. Los tiempos poco cambian…
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