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miércoles, 22 de junio de 2011

Sanjuanada

Durante estos días he intentado contaros muchas de las tradiciones que se han practicado en nuestro Aragón, quizá muy atropelladamente. Quería relataros muchas cosas antes de la noche del 23 al 24 y las prisas no son buenas consejeras…
Pero seguimos con la magia de la Sanjuanada porque todavía queda mucho por contar. Oímos esta curiosidad en Liri, en la Ribagorza: la mujer estéril, para dejar de serlo, tenía que beber agua de nueve barrancos diferentes durante la noche de San Juan. Menos mal que allí, no tienen problema de barrancos. También, cuando daban las doce de la noche, cascaban un huevo, lo echaban en un vaso y lo dejaban sin removerlo; a la mañana siguiente, si aparecía deshecho, la mujer no tendría hijos; si, por el contrario, tomaba forma de criatura, había esperanzas.
A propósito, ¿sabíais que las cáscaras de huevo jamás deben echarse al fuego? Si se hace, sufren más las almas del Purgatorio. Esto, a manera de paréntesis.
Mucha gente, aún hoy día, hace sus experimentos con la clara de huevo la noche de San Juan, aunque sea en plan de juego. Es fácil: se separa de la yema, se echa en un vaso con agua y a esperar. Dicen que se hace un barco velero; otros prefieren que sea la imagen estilizada de la Virgen María. Como puede verse, la imaginación es la que trabaja.
En Salvatierra me aseguraban que lo de la Virgen funciona. Tampoco se me ha ocurrido experimentar si se dan los mismos fenómenos en otra ocasión diferente a la noche de San Juan.
Pero de lo que parece que no haya duda es, de que la gente cree a pie juntillas en la magia de la Sanjuanada.
Una señora de Villacarli me contaba así su propia experiencia: “La noche de San Juan, si se echa una clara de huevo en un vaso con agua, se hacen figuras que predicen con quién te vas a casar. A dos hermanas, amigas mías, les echaron el huevo. A una de ellas le salió como un barco: se casó con un hombre que navegaba mucho y se pasaba la vida en el mar. A la otra le salió como un bultico que se parecía a un pan pequeño: se casó con un panadero de Naval. A mí me salieron muchas cosetas sueltas y raras que podrían ser instrumentos de labranza y del campo: me casé con un labrador”.
Dice que en Berdún las chicas echaban debajo de la cama unos papelicos doblados en los que habían escrito los nombres de los chicos que querían. Después recogían los papeles y el que estaba más abierto correspondía al chico que le había tocado en suerte.
En el Campo de Jaca hacían lo mismo con los papeles y también los metían debajo de la cama; a la mañana siguiente, al tentón, sacaban uno: allí aparecía el nombre del futuro marido. Por cierto, que la abuelica que me contaba este método de elección añadía que eran muy picarazas y hacían trampa, colocando el nombre que más les interesaba en donde les fuera más fácil localizarlo por la mañana.
En Santa Cilia de Jaca, para conocer el futuro, debía uno encerrarse a solas en una habitación que tuviera un espejo y apagar la luz. En el espejo veía lo que iba a sucederle. Si aparecía una boda, significaba que iba a casarse; si un entierro, era señal de que iba a morirse pronto.
En Benasque y otros pueblos del valle, la chica que buscaba novio tiraba discretamente una moneda a la hoguera de San Juan sin ser vista.
Antes de salir el sol recogía la moneda y se la llevaba. La entregaba al primer mendigo que se encontraba y le preguntaba cómo se llamaba. Y el nombre que le decía, sería también el del hombre que la llevaría al altar.

Fuente de Zillas (Huesca)

Muy cerca de Huesca, en la ermita de Zillas (Cillas), se vive todos los años intensamente la “sannjuanada” y congrega a muchos oscenses y forasteros para sanjuanarse. A unos cien metros de la ermita hay una fuente que esa noche parece tener gracias especiales para el que bebe de ella. Junto a ella, en una edificación se guarda el arca y siempre hay gran cola para meterse en ella. Y es que la persona que se encierra dentro del arca y reza tres credos, ya no tendrá dolores de cabeza durante todo el año.
Más cosas pasan en Zillas. El atento observador podrá ver otra cola dentro de la ermita. Todos llevan un frasquico con aceite de oliva. La cola termina en la lámpara de la iglesia. Llegan todos allí, vacían su aceite en ella y vuelven a llenar el pomo: ese aceite se convertirá en auténtica panacea para todos los males.
Aseguran que no es bueno que llueva ese día. Es buena el agua que ya tiene la tierra, pero no la que cae del cielo. Tenemos nuestro refrán a propósito: “Agua de San Juan quita vino y no da pan”. Esa noche además hay que “serenar la ropa”: se sacan las mantas que ya se habían recogido y se cuelgan al sereno toda la noche (lo mismo con la ropa de los armarios); con eso no se apolillan.
Como se ve, demasiadas cosas para una sola noche, ya que no se puede empezar antes de las doce y con el primer rayo de sol termina la magia.

Interior de la ermita de Zillas (Huesca)

No es de extrañar que necesiten otra noche más, por lo menos, para cumplirlas todas. No importa, pues está previsto: cinco días más tarde, la noche de San Pedro (la Sampedrada) tiene las mismas virtudes que la Sanjuanada con tal de que se haya “trabajado” ya en esta primera noche.
Debo aclarar que muchas de estas costumbres no son exclusivas de Aragón. En todo el mundo, este solsticio de verano se celebra intensamente.
¿Es la experiencia de siglos ante una noche realmente mágica? ¿Se trata de reminiscencias de antiquísimos cultos solares?
Y no hemos agotado el tema después de estos artículos comentando de él, por la sencilla razón de que es inagotable.
Seguro que muchos lectores añadirían ritos y costumbres que se practicaban en su pueblo y han oído contar a sus mayores. Desde aquí les ruego que me las cuenten a mí. Y gracias por adelantado.
Ah! Y buena noche de solsticio para todos.
Y gracias a mi amigo Chesus L. Domper por las excelentes fotografías aportadas.

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