Datos personales

Mi foto
ZARAGOZA, ARAGÓN, Spain
Creigo en Aragón ye Nazión

martes, 7 de junio de 2011

Primeros vicios “El tabaco”

Hoy a mis sesenta y muchos años, tengo el paquete de tabaco en la mano que te advierte en una cara: “Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor”. En el reverso de la cajetilla otra advertencia no menos atemorizadora: “Fumar puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa”.
Soy de los que nacieron en la “cultura del tabaco” y estas advertencias me hubieran gustado cuando yo era un crío, cuando en la escuela el maestro fumaba mientras impartía las clases o el médico te recibía con el cigarro en la boca para aconsejarte que no fumaras pues tenías los bronquios muy cargados.
Mis recuerdos marchan a mi niñez y os contaré:
De todos los personajes que nos endulzaban la vida de pequeños, el preferido era la “mujereta”. No sé por qué siempre eran abuelicas y no abuelicos. Sus carricos eran alucinantes y tenían más mercancía que unos grandes almacenes.
Realmente te embargaba la duda y la emoción cuando te parabas delante de ellos y empezabas a calcular estrujando tu realico bien prieto con la mano en el bolsillo, y se te llenaba la boca de agua pensando en el festín que te ibas a dar.
Allí había cacahuetes, almendras saladas, regaliz de palo, chocolate regaliz (así se llamaba la barrita negra de regaliz artificial), caramelos, chupones, martillotes, chufas secas, chufas en agua, chocolatinas, pilongas, piñones, peladillas, lágrimas, judietas, qué sé yo.
En nuestro tiempo no había pipas por que Mr. Marshall todavía no nos había obsequiado con el girasol, y mi generación jamás las ha sabido comer porque se ponen a descarcarrillarlas una a una con paciencia benedictina y al final se aburren. No había pipas; pero el carrico tenía otras cosas más tentadoras: mixtos de cazoleta, bengalas, cromos, gafas de cartón con el cristal de celofán rojo, verde, azul…, reinaderas, pitos roñas (de barro), pitos güenos (de piedra), molinillos de papel, pitillos de manzanilla…
Nuestros primeros estancos fueron los carritos, una vez superada la etapa de la pitiquera o las barbas del panizo.
Las mujeretas tenían cigarros de manzanilla. ¡Y como sabían a cuerno quemado! Te picaba la lengua de mala manera, pero, ¡hala!, tú a chupar una calada detrás de otra y a ensayar cómo sacar el humo por la nariz (que aún era peor).
Cuando ya nos apuntaba un poquico de vello sobre el labio superior, la mujereta te vendía tabaco de verdad. No sé, era fama que si te untabas el bigote con corteza de tocino, te crecía antes.
Por un real te aprovisionabas en el carrito; un librillo del 1, una perrica, una caja de mixtos, otra perrica, un paquete de “mataquintos”, quince céntimos; total un real.
Es verdad que aquel papel no tenía goma y mientras fumabas tenías que pasar la lengua continuamente por el pitillo para que no se deshiciera, con lo que tiraba mucho peor.
Había que vaciar el picado de los pitillos para liarlos después quitando unas trancas impresionantes. Al principio las ibas quitando sobre la palma de la mano, pero luego caías en la cuenta de que si “esporgabas” mucho te quedabas sin nada.
En honor suyo, hay que decir que era un tabaco muy honrado y si te parabas de fumar, él se paraba de arder, no como los cigarrillos modernos que, como te descuides, se te los fuma el cenicero.
Cada cigarrillo de entonces se te podía llevar diez o doce cerillas; por eso era mejor fumar en pandilla para encender en el cigarro de otro. Implicaban en cambio un serio peligro con las brasas que iba soltando y que más de una vez chamuscabas la ropa. Pero, en fin, entonces, los chavales nos sentíamos mayores con el pitillo en la mano o en la boca y empezabas a fumar aun a sabiendas de que ibas a marearte.
Toda una vida acompañado del tabaco y ahora me siento como un apestado y fumando poco menos que a escondidas. Para los que rebasamos ya más del medio siglo, solo desearía que no nos miraran como se nos mira.
Que los pequeños o grandes vicios, nos dejen que seamos nosotros los que decidamos que hacer con ellos.
Recuerdo aquel médico de mi lugar ante la insistencia de nuera para que prohibiera el tabaco al abuelo:
-¿Que años tiene?
-Setenta nos ha hecho.
-Pues con esos años, dejarle que fume, que beba, que coma, que…
Ese médico sabía lo que era hacer feliz a una persona…

1 comentario:

  1. En tiempos de dictadura "fumar era un acto colectivo" , curioso. Y las pipas de la paz , ¿estarán todas en los museos?

    ResponderEliminar