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lunes, 13 de junio de 2011

La sal

Los recuerdos que parece que ya tienes olvidados, te traen temas para comentar en estas charlas. Son recuerdos muy lejanos de mi infancia, esa infancia que te iba enriqueciendo con pequeñeces de la vida ordinaria y que inconscientemente organizaba tu cultura y mentalidad aragonesa.
No es nada del otro mundo. Sencillamente estaba en casa de unos amigos, de tertulia, cuando llamaron a la puerta. Era una vecina que venía con una tacica en la mano y le pedía a la abuela que le prestase un poco de sal. Ella lo izo de mil amores y la otra le dio las gracias asegurándole: “Ya se la devolveré”.
La abuela reaccionó inmediatamente: “Espero que no se te ocurra tal cosa. Ya no te volvería a hacer ningún otro favor”. Esto es lo que me trajo a la memoria escenas similares de cuando yo era crío. La sal tiene un significado mágico en nuestro Aragón. Jamás debe devolverse. Se devuelve todo, las patatas, una cabeza de ajos… todo, menos la sal; esto haría daño a quien la presto.
En nuestra mitología, hay que tener cuidado porque toda la virtud maravillosa de la sal, que es mucha, puede convertirse en algo terrible. Por ejemplo, los pastores saben que si a la sal le da la luz de la luna, se aluna, y si el ganado se la come, se muere. Por eso, cuando vayáis al monte, si a la entrada de la caseta de un pastor observáis una piedra salera tapada con un trozo de arpillera, dejadla como está. Probablemente esa noche habrá luna llena y el pastor ha tomado sus precauciones.
Esas piedras se llaman saleras o salegas, y se utilizan sencillamente para que el ganado vaya a lamer allí la sal antes de abrevarse en determinados días. Y no sé por que digo “sencillamente” con tanta tranquilidad ya que la sal ha tenido en todas las culturas una importancia definitiva y no iba a ser menos en nuestra tierra, que tiene una tradición como pocas en todo lo referente  a la sal.
 ¡Usos mágicos!... Por muchas partes de nuestro pirineo se utilizaba para evitar el embarazo de las mujeres. Tenían que comerse un almud (¡quilo y medio!) de sal nueve días seguidos. La mujer quedaba estéril, pero –me decían- era muy peligroso.
Se utilizaba una bolseta de sal contra el mareo, y mejor si no se sabía que se llevaba encima.
Las propiedades mágicas de la sal, son muy numerosas. Cuando las predicciones del tiempo no existían como ahora, ya teníamos en Aragón nuestro propio calendario para predecirlo. La sal estaba presente. Había que hacerlo el día de los Inocentes y la técnica era la siguiente: Se ponen a la brasa doce cascos de cebolla numerados y representando cada uno de ellos un mes del año. En cada casco de cebolla se echa un pizco de sal y se espera. En algunos de los recipientes bulbosos la sal se licuará y en otros quedará seca. La sal seca quiere decir que ese mes será seco; la sal echa agua, mes lluvioso.
Hay que tomar en serio la sal. Si se derrama encima de la mesa es señal de alegría, pero no sobre el suelo, por que pisarla es de mal agüero.
Mezclada con otras sustancias tiene infinidad de aplicaciones para remedios caseros. Las picaduras de araña se tratan dando friegas de vinagre y sal con un trapo de hilo blanco, dos veces al día (Belarra)
Para saber si hay rotura de hueso se pone miel y sal a partes iguales en donde se cree que está la rotura. Si se seca hay rotura, si no se seca, no la hay. (Calmosa)
Para destetar a los bebes se unta el pezón con miel y sal, mucha sal.
Para que recobren fuerza los tendones que están en contacto con un hueso que estuvo roto, se baña ese trozo con agua de cocer patas de cordero y sal disuelta (Sallent). La lista sería larguísima.
Entre la cantidad de remedios caseros que hay con la sal, hay uno en el que se emplea sola. Es para curar las verrugas; se cuentan y se echan al fuego tantos pellizcos de sal como verrugas se tiene. Pero luego hay que echar a correr de manera que no se oiga el chisporroteo de la sal al quemarse.
También contra las brujas, la sal era una fuerte protección. El colocar unos platicos con sal formando una cruz en distintos sitios de la casa, era suficiente para que estas no permanecieran en ella y tuvieran que marcharse.
También en el portal de la casa a la hora de cerrarla por la noche, se volcaba un pozal de agua con sal. Esto evitaba su entrada en la casa.
Para todo se empleaba. Los críos nos echábamos sal en las heridas para que se chupara la sangre. ¡Que tiempos! Ahora un crío se pega un tozolón y lo llevamos a urgencias, le inyectamos la antitetánica y si hace falta se le pone un gotero. Antes la abuela te ponía una cortecita de calabaza en el chichón, te limpiaba los mocos con el delantal, te daba un beso… y a por otro.

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