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jueves, 16 de junio de 2011

La noche de San Juan

Que la noche de San Juan, el 24 de junio, en pleno solsticio de verano está llena de magia, nadie lo ha dudado nunca, ni las culturas pasadas ni las gentes actuales. También en Aragón, como en todas partes, se encienden hogueras: unas veces comunales, otras de un barrio, otras, en fin, más discretas, en el jardín, el huerto o la era de la casa. Se canta, se bebe, se salta por encima del fuego como reminiscencia de dances antiquísimos. En el valle de Xistau tienen carácter de celebración comunal.
En Gistaín, al oscurecer del día 23, un hombre de cada casa tenía que subir a la “Planeta de la Falla”, a donde el alcalde hacía el llamamiento, de modo que los ausentes tenían que pagar una multa. Después de encender una gran hoguera, cada uno de los asistentes encendía en ella su antorcha y bajaba al pueblo para llevar la llama a su casa.
En Plan, la bajada tenía carácter de competición, siendo ganador el primero que llegaba al pueblo. El recorrido de San Juan de Plan era desde el camino de San Mamés hasta el cementerio, y el primero que llegaba con la tea encendida recibía un premio.
"Rueda de Santa Catalina"
Al vencedor le entregaban unas alpargatas nuevas haciendo referencia, según comentan en el pueblo, a que llegaba con las alpargatas gastadas por su carrera para informar que la búsqueda de San Juan por el bosque había sido infructuosa. Según creencia popular, al salir el sol, en el día de San Juan, se ve la “Rueda se Santa Catalina”.
En el valle de Benasque, muchos pueblos tienen lugares expresos para encender las fogatas.
Les dan el nombre de foros y así dicen el Foro de Eriste, el Foro de Vilanova, etc.
Normalmente, hacían dos foros, que eran montones de “archelaga”, fajos de paja de centeno sin trillar, o en teas untadas de resina, clavados en un palo. Tenía que aderezarlos el último hombre del pueblo que se había casado. Luego, se encendían por la noche: eran las fallas. Lo chicos subían con una vela para encenderla en la falla y bajaban a apagarla en la plaza. El alcalde daba trago de vino. La ceniza que queda de la hoguera de San Juan, hay que guardarla para esparcirla por los campos y evitarles de esa manera las granizadas.

En muchos lugares, celebraban la Sanjuanada y la Santiagada (un mes después) con ritos idénticos, esencialmente las hogueras. Las encendían en las afueras y existía verdadera emulación en fuego, alboroto y alegría.
Para las segundas, el grito se ve que era “¡San Chorche y al trago!”. Esta hogueras, darían protección a los lugares, hasta el próximo solsticio de verano.
El mismo papel de protección consigue el Ramo de San Juan, extendido por todo Aragón. Se hacía con siete hierbas cogidas en esa noche (malva, sauco, rosas, espliego, tomillo, hierbabuena, romero…). Al día siguiente se llevaba a la iglesia a bendecid. Luego, se guardaba en casa y cuando había tronada se echaban yerbas del ramo al fuego. Además, sus infusiones eran valiosas para muchas enfermedades, especialmente de los animales. Esto de la recogida de hierbas suponía un ímprobo trabajo. Las hierbas medicinales tienen mayor virtud si están recogidas precisamente en la sanjuanada. Si se lleva un ramico de “gabarrera” (rosal silvestre, “tapaculos”) cuando hay tormenta, aseguran en Sahún, no hacen nada las centellas de la tronada porque la Virgen está debajo de una “gabarrera”.
En Tamarite cogían esa noche manzanetas de San Juan, con las que hacían un agua que valía para todo. En Camporrells, recogían hojas de nogal: su agua se empleaba para heridas y contusiones. En Plan, sobre todo, té y tila, que esa noche tenían mayor virtud.

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