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miércoles, 27 de abril de 2011

Un oasis en los Monegros

En más de una ocasión nos hemos sentido apabullados ante un paisaje de este Aragón nuestro. La verdad es que nos quedamos pasmados ante el espectáculo de la naturaleza por lo que tiene de insólito, de inesperado. ¿Cómo puede darse tanta belleza en un rincón tan pequeño? Mascún, Piracés, Escuaín, Añisclo... No es de extrañar que un Briet se quedase encandilado con nuestra tierra. Nada de raro que el millonario pirineísta Russell quisiese comprar todo el macizo de la Maladeta...
Hoy os quiero llevar a otro rincón de Aragón. A los Monegros.
Ya me estoy imaginando a más de un lector, con una sonrisa de escepticismo. ¿Qué se puede decir del desierto de los Monegros? Kilómetros y kilómetros de un secarral ondulado, con la silueta de la Sierra de Alcubierre y de Lanaja como telón de fondo.
Monotonía agotadora solamente interrumpida por la mancha negra de una sabina o algún escaso pueblo que se calcina bajo un sol abrasador.
Esto es ser injusto con ellos. ¡En qué pocos lugares podéis contemplar tanto espacio de tierra y de cielo! Yo reconozco que los Monegros me enamoraron la primera vez que los vi.
Sí, es verdad que para muchos nos dibujan sencillamente un desierto, pero no olvidemos que también los desiertos tienen sus oasis.
Y ya hemos llegado a eso. Precisamente un oasis espléndido, inmenso -nada menos que tres mil hectáreas-, sorprendente...
Es la Serreta Negra. Perfectamente desconocida para nosotros (como casi todo lo nuestro) aunque no para científicos extranjeros que la investigan y al final nos la descubrirán.
En Fraga llaman a la Serreta Negra “Allá dins” “allá dentro”). Pero, ¿qué es exactamente?
¿Os imagináis la selva de Oza en los Monegros? No, no os la imagináis.
Pues ésta es una buena ocasión para dejarnos maravillar por el eternamente mágico Aragón.
Cogemos el coche hasta Candasnos. Allí tomamos una cerveza fresca por lo que pudiera venir y seguimos el viaje rumbo al sudeste, como si quisiéramos ir a Zaragoza y a Lérida a la vez, por un camino polvoriento y abrasador; dejando muchos ramales a izquierda y derecha, llegamos a una caseta-refugio, propiedad del Ayuntamiento de Fraga: es “Bassa Roiga”.
Desde aquí ya se divisa al fondo una mancha negrísima, como debieron de ver nuestros antepasados toda la zona desde Robres y Alcubierre hasta Valfarta y Candasnos y por eso la bautizaron como Monegros, “los Montes Negros”. Aunque aquí, donde pisamos ahora, todo parezca un páramo desolador.
Viene a continuación todo un nudo de caminos que se dirigen hacia la Serreta Negra, etiquetados gallardamente como avenidas: “Avenida de Fraga” leemos en unos indicadores, “Avenida de Peñalba”, “Avenida de Candasnos”. Ahora tiramos por donde nos parece, orientados por el instinto y la mancha negra. Y de repente, ya estamos en la Serreta.
Y ahora, la magia. Es un bosque inmenso de vegetación mediterránea con la base del pino negro y la encina, pero con interesantísimas muestras pirenaicas.
Un servidor, está ya muy acostumbrado a las sorpresas de este Alto Aragón nuestro y pocas cosas me llaman ya la atención. Pero es que esto es increíble: ¡Pirineo en los Monegros!
Porque aquí encontramos bojes, más allá acebos, florecillas de viborera, líquenes, plantas propias de tierras húmedas y sin contaminación. La humedad, sin embargo, se adivina más que se palpa porque faltan los torrentes y riachuelos. Ni por sueño se encuentra una sola fuente. Todo está seco y, con todo, aquí está el bosque tupidísimo, casi tropical.
Nuestros guías, dos fragatinos, mis amigos Ricardo y José, nos enseñan, nos hacen caer en la cuenta de las plantas y nos hacen disfrutar. Juan, otro visitante como yo, aficionado a la botánica, como loco, de sorpresa en sorpresa, comprueba con su guía de plantas en la mano y comenta este arbusto o aquella hierba.
¿Y yo? Yo no digo nada, miro absorto, simplemente incapaz de reacción. Todo es sencillamente maravilloso. También la fauna acude a desconcertar. Hay unos saltamontes rarísimos, provistos de una especie de joroba, unas mariposas como jamás hemos visto, y hay jabalíes y ardillas, y hasta ciervos. No son trasplantados, sino autóctonos. No tenemos la suerte de poder contemplar ningún ejemplar aunque nos dicen que los hay magníficos. La brisa que perfuma el ambiente ha colaborado con el ciervo que, sin duda, nos ha venteado. Pero observamos con frecuencia sus huellas, nítidas, profundas, que nos hablan de muchos quilos encima.
Uno, se pregunta dónde están los dinosaurios porque parece el escenario ideal para ellos.
Esta es la Serreta Negra, el “Allá dins”, en el extremo sur del municipio de Fraga aunque se mete algo en el de Candasnos y roza con el de Mequinenza. Desde la cota más alta se contempla allá abajo el Ebro lamiendo Caspe. Por el otro lado las Garrigas. Y todo alrededor de ella, el dilatado secano monegrino.
Los científicos tienen allí un inagotable tema de estudio. Los turistas, motivo para disfrutar de una maravilla más de nuestra tierra.

1 comentario:

  1. Es triste tener que reconocerlo, pero estando viajando siempre por estas tierras y por el resto de España, no conocía Serreta Negra “Allá dins” “allá dentro, siempre vamos hablando de ir a otras regiones a visitar otras cosas cuando en nuestra casa en nuestra tierra tenemos lo que otros nos enseñan. Prometo que muy pronto veré esta ruta, bien solo que lo dudo, y seguro que será con mis buenos amigos Bastian y Chesus. Gracias Bastian por darnos a conocer semejante Oasis.

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