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viernes, 29 de abril de 2011

Aquellos mendigos

No. Los mendigos no son de ahora. Hoy parecen estar organizados, con sus lugares reservados, y sus puestos asegurados. Pero esto también lo heredaron de aquellos que se dedicaban a pedir limosna por los años cuarenta y cincuenta en nuestras tierras, que son los años a los que me llevan mis recuerdos para traerlos hoy.
Eran fuente inagotable de historietas nuestros mendigos. Antaño también abundaba la necesidad y consecuentemente estos. A diferencia de los de ahora se movían más por los pueblos rurales que por las ciudades.
En algunos lugares se llegaron a construir unas casetas en las entradas de la aldea, como albergues para su acogida. Lo que hoy en las ciudades nos parece moderno, ya estaba establecido en los años que os recuerdo.
Eran unas personas bien organizadas entre ellos. Nunca coincidían dos o más en el mismo lugar. Se dividían las zonas. Siempre iban solos, entre ellos no se podían ni ver, tenían muchas rencillas. Por la zona del Sobrarbe venían de seis a siete distintos, unas tres veces al año. Pero estoy hablando, basándome en mis recuerdos.
De estos personajes los había de todas clases, unos de buen congeniar, otros de peor temple… de todo.
Muchos contaban en los pueblos su historia, lo que eran antes o incluso lo que les llevó a esta vida…
“Había uno que decía ser de “tierra Madrid” (nunca se supo exacto el lugar), que contaba que cuando fue joven había sido torero”. Le preguntaban cómo lo llamaban, y el contestaba:
-El mejicano de Málaga.
La contestación del lugar lo dejaba siempre bien jibau:
-¡Que poco nombrau as siu!
Otro era de la misma provincia de Huesca. Decía que de ir a pedir limosna había tenido la culpa su padre, porque de pequeño había cogido un enfriamiento muy fuerte y su padre no se quiso gastar dineros para curárselo, entonces le quedó la cosa crónica que le impidió trabajar.
Con todo lo crónico del enfriamiento que llevaba, durmiendo en esas casetas que he comentado en invierno, con una manta, encima de un saco de paja, vivió más de 80 años. ¿Qué hubiera vivido de no estar tan malico como comentaba?
También venía uno que era muy buena persona y siempre estaba contento. Le recuerdo uno de sus refranes, de los muchos que recitaba:
Anoche me mordió un perro
la mula me dio una coz,
la mujer se fue con otro
¡que suerte tiengo, ridios!
De igual forma, acudía uno con el genio rebordenco. Siempre de mal temple.
Nuestra colla de chiques, como conocíamos de su fácil enfado, entrábamos a molestarle bastante a menudo.
Si estaba durmiendo, íbamos a trucarle en la puerta para no dejarle dormir, y salía con su vara, pero corríamos más que él.
También se carrañaba con las mujeres si le daban poca limosna. Y con quien más la tenía, era con las casas buenas, que decía que le daban menos que en las otras, añadiendo:
“Casa de muchos balcones, limosnas por los cojones”
Conocí otro que le llamaban Chorche, que era de la zona del Somontano. Este siempre explicaba que iba a segar, pero que si se enteraba que había un pueblo en que habían terminado, entonces era allí donde aparecía a buscar trabajo, y si no habían terminado la siega, pasaba de largo o tomaba el camino contrario.
Y para terminar de hablar de nuestros mendigos, recuerdo uno que él decía era de Naval, llamado Loyes, cuando contaba porque se había convertido en mendigo. Era una historia repetida y siempre la misma, pero a las mujeres les encantaba, y sacaba fruto de su historia:
Tuvo la suerte, según él, de que le cayese la lotería, un buen pizco. La avaricia le hizo volver a jugar, volviendo a salir premiado, con lo que consiguió una buena fortuna. Esta vez actuó con más diligencia y pensó que debería administrar el premio de tal forma que no “diese golpe” nunca más, pero que le durase mientras viviera.
Hizo cálculo de que no viviría más de setenta años, y como entonces contaba con cuarenta, repartió los dineros en treinta partes iguales, asumiendo que cada año gastaría una de ellas, así hasta el final. Desde entonces vivió como un rajá.
Pero llegó a octogenario, sin perras y con una salud de hierro… Entonces, sin un real en el bolsillo, para poder comer no tuvo otra opción que salir a pedir limosna.
Os puedo asegurar que en mi lugar le funcionaba, y era mucho lo que recogía. Recuerdo su forma de pedir:
-Una limosna pa Loyes de Naval, qu´as cuentas l´han saliu mal.
Amigos, los años pasan, las personas, parecemos otras, pero seguimos haciendo las mismas cosas…

1 comentario:

  1. Tengo alguna historia que otra ya charraremos y te contaré seguro que algo que te cuente, era de los mendigos que iban a dar la vueltica primero o segundo, por la riberica y luego iban por el Pirineo o Somontano o Sobrarbe.

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