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domingo, 13 de mayo de 2012

Destetar al niño (Desbezar a ro ninón)

Llegaba un momento en que había que “desbezar” o retirarles el pecho a los niños. Como la lactancia se había prolongado durante tanto tiempo, los bebés se habían habituado de tal forma al alimento materno, que resultaba complicadísimo conseguir que lo dejaran. Y aquí entra en acción la imaginación de la madre para conseguir que lo aborreciesen.
Los métodos se reducían a dos: asustar a los niños con algo para que rehuyesen el pecho o ponerle sabores malos que lo hiciesen rechazable.
En algunos lugares la madre se manchaba los pechos con un mascarón de hollín. ¡Siempre el color negro como fantasma! (Bailo, Vilanova, Ayera) o bien un trozo de lana negra de oveja en el pecho que conseguía el mismo fin (Sarvisé).
También los asustaba una pluma de gallina o una cola de conejo entre los senos (Sena) y hasta un montón de llaves colgadas que resultaban frías y ruidosas y en todo caso extrañas al niño (Berbegal).
No faltaba tampoco algún remedio mágico para que la misma leche se retirase, como hacían por la montaña, que las mujeres se ponían peines calientes envueltos en lana en la espalda y con eso dicen que la leche ya no llegaba.
Como en casa protestábamos ante la idea de hacer miedo al nene, se descartaban las soluciones de este tipo.
Entonces lo que hizo la tía fue untarse con miel y sal, que era el remedio más corriente. Estábamos expectantes ante la reacción de Urbez. El puso una cara de asombro y susto y rompió a llorar con todas sus fuerzas.
Cuando se le paso el berrinche volvió a acercar sus labios al pezón y de nuevo echó a llorar. Nos daba pena y risa al mismo tiempo. Al final, en la lucha entre el hambre y el mal sabor, triunfó aquél y se puso a mamar, resignado al comienzo y luego como si tal cosa.
La abuela celebró su decisión asegurando que sería un niño que comería de todo, no sería melindroso y se adaptaría a todos los sabores.
Pero sin embargo hacía falta que aborreciera el pecho de su madre de una manera drástica. A la vez siguiente que le tocó mamar, mi tía añadió a la untura de miel y sal un poco de guindilla, como habíamos oído decir que hacían en Adahuesca.
Los sabores desabridos se utilizaron más que los métodos de miedo para destetar a los nenes. La miel con sal era el más conocido y lo hemos oído en Biscarrués, Bailo, Vilanova, Ansó, Adahuesca, Berbegal, Sarsamarcuello y Tierrantona.
En Loarre se untaban con pepinillo silvestre, que es muy amargo. Con sal simplemente, lo hacían en Grañén, Ceder, Naval, El Grado, Las Bellostas, Buera y Colungo.
Con pimienta en Sarvisé, Echo y Albelda; con ajo en Estada y en Berbegal y con calabacines en Alberuela de Laliena.
Ponían algo amargo en los pezones (y no me concretaron qué sustancia) en Albelda, Ontiñena, Ayera, Almudévar y Ardisa.
Más bastos eran en Chalamera, que se untaban con excremento de palomos, mientras que en Naval utilizaban cagallón de burro o macho.
En Hoz de Jaca, aparte de utilizar el pimentón, ponían en el pezón agua de orina.
Otro método de destetar, más suave en cuanto al sabor, pero que les producía a los niños otro tipo de amargura era llevarlo a dormir fuera de casa para que no viera a su madre (Belillas, Alberuela de Laliena)
Pero estaba comentado, que en esta ocasión, se le añadió a la untura de miel y sal un poco de guindilla.
Esto ya superó su capacidad de succión. Empezó con unas toses, luego un carraspeo para terminar con unas jotas entrelazadas y sólo al final comenzó a llorar con amargura. Así es como mi primo dejó el pecho y de paso aprendió a pronunciar el sonido "jota" que las demás madres enseñan a base de "ajo, ajitos al nene".
Alguien sugirió que el mejor remedio sería que Urbez no viese en una temporada a su madre. Mi tía se negó en redondo: decía que no sabía si el pequeñín podría soportado pero que ella, desde luego, se sentía incapaz de estar ni un solo día sin verlo a él.
 "-¡Como si fuera un huérfano!" y lo dijo con un tono...


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