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lunes, 4 de julio de 2011

Masones en Aragón

Para los que observamos las piedras, siempre son sorpresas que te dan para hacerte pensar, reflexionar y muchas veces sin encontrar soluciones al intrincado mundo de la historia. Hoy me apetece comentaros un tema, del que no logro aclararme y si algún lector tiene algo que decir, agradezco las aclaraciones.
Creo  que en alguna ocasión he comentado, que acercarse a Tolva, en La Ribagorza, era ir al país de las sorpresas. La última que recibí fue al contemplar la piedra armera de la actual Casa Polonio. Para mí al menos fue sencillamente sensacional.
La Cruz -precisamente la del Temple- campeando en lo alto y, centrados entre la palabra AÑO y la fecha 1892, el triángulo y el compás, emblema, como todo el mundo sabe de la masonería. Debajo de la fecha, y para confundir más al observador, un 13. ¡Ah si supiéramos observar atentamente las piedras historiadas o armeras de tantas de nuestras puertas!
¿Cuál es el motivo de esa simbiosis entre dos signos, o tres, aparentemente tan contradictorios?
Digo “aparentemente” porque eso es lo que hemos mamado por estas latitudes: lo irreconciliable de los dos conceptos antagónicos, cristianismo y masonería; y también cristianismo y superstición.
Lo cierto es que la masonería nació a la sombra de las grandes catedrales.
Y que en las constituciones de Anderson,-que son las que rigen a los masones a partir del siglo XVIII, entre los objetos simbólicos de la escuadra, el compás, el delantal y los guantes blancos, figura también la Biblia. Y que la fórmula del juramento masón se termina con estas palabras: “Que Dios sea en mi ayuda”.
Por lo que se ve, de ateísmo e irreligiosidad, nada de nada.
Así se explica, el que se constate no solo la existencia de logias integradas únicamente por sacerdotes y religiosos, sino la presencia de sacerdotes en la mayor parte de las logias europeas, en las que figuran obispos, abades, canónigos, teólogos y toda clase de sacerdotes y religiosos.
No deja de ser una lástima que en España la corriente liberal y laicista del siglo pasado tomase un tinte de anticlericalismo, con lo que la masonería, en la práctica, se convirtió en una antirreligión. Y es lástima porque, en concreto en Aragón, probablemente adquirió ya en la Edad Media una impresionante vitalidad a juzgar por los signos masónicos de cantería y albañilería, abundantísimos en la época de la construcción de catedrales, iglesias y monasterios. Tropezamos con ellos en cuanto miramos un sillar tallado en cualquier rincón de Aragón.
Por todo esto, me choca la piedra cimera de Casa Polonio de Tolva, colocada precisamente en 1892.
Sabemos que en el Alto Aragón existió una logia en Huesca. Era la logia Lanuza, de vida muy efímera ya que fue fundada en 1882 y desapareció dos años después. Contó con nueve miembros.
Más antigua y con más nervio fue la logia Pirenaica Central de Jaca, fundada en 1872 y que debió de durar bastantes años. En 1882 contaba con veinticinco miembros.
También funcionó con fervor la logia Luz de Fraga, que pervivió doce años (de 1886 a 1898) y que llegó a publicar un periódico: La Mañana, y que contó con treinta y seis miembros. Ella fue la que impulsó la creación de una nueva logia en Huesca, la Sobrarbe, que no llegó a cuajar, quedándose solamente en triángulo, es decir, asociación que no alcanzaba los siete miembros.
Además de estas logias, existieron que yo sepa el triángulo Conde de Aranda, que por cierto nunca fue masón como dicen las habladurías, y otro más, también de Huesca, el triángulo Joaquín Costa, entre los años 1935-1936; el Fermín Galán en Barbastro, entre los primeros años de la Segunda República, del 31 al 35. Y todavía hubo otro anteriormente en Zaidín a finales de siglo.
En él, precisamente, había solicitado su ingreso un tal Joaquín Marqués, de veinticinco años, natural de Tolva y de profesión veterinario. Se trata de la única relación que he podido constatar entre la masonería y el pueblo ribagorzano que nos ocupa.
La solución, pudiera ser que este señor fuera el propietario de Casa Polonio, ya que por otra parte la fecha de la portada (1892) parecía la clave, más, cuando lo puedo comprobar en la lista de masones de Aragón: “Marqués Arcos, Joaquín: veterinario. Símbolo masónico: “Hipócrates”, perteneciente a la logia Luz de Fraga, número 55, en 1892. Es nombrado Porta Estandarte el mismo año. Y el mismo año también, de 1892, aparece en el triángulo Fraternidad de Zaidín”.
Parecía, pues, que era una fecha memorable para hacerla constatar en la piedra.
Pero posteriores indagaciones me dejaron mi teoría en agua de borrajas: los propietarios de esa casa siempre han llevado Perisé de apellido.
Para consuelo mío, supe que Tolva había tenido una gran tradición de albañiles y que los Perisé, hoy muy ramificados, también habían sido del gremio de la construcción. ¿Y si el primer Perisé, o uno de ellos, marcase por ese motivo su casa con símbolos de albañilería -la escuadra y el compás- y luego, para aclarar que no pertenecía a la Orden de la Masonería hubiera colocado la cruz en lo alto, haciendo profesión de catolicismo?
Bueno, ¿y por qué la Cruz de los Templarios, cuya orden, ya en esas fechas, estaba considerada como algo misterioso y secreto?
Tal vez como más ornamental al conjunto del escudo. Pero ¿y el número 13 en la base? No lo sé. Me doy. Estas son las jugadas que a veces nos gastan las piedras a los que las miramos demasiado.

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