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jueves, 5 de mayo de 2011

La balsa Buena de Candasnos

¿Por qué os cuento hoy algo de una balsa? Pretendo ponerla de ejemplo para comentar como los tiempos modernos nos hacen perder tradiciones.
Candasnos es un pueblo de los Monegros, no del Alto Aragón como podría pensar el que al llegar a la provincia de Huesca siguiendo la carretera general de Zaragoza a Barcelona, a unos diez km antes de Candasnos, se encuentra con un cartel en el que se le da la bienvenida al Alto Aragón. Es evidente que ese cartel y ese nombre lo ha impuesto a los Monegros el centralismo Madrileño, pero es la incuria aragonesa el que lo mantiene. Poner nombre a las cosas es señal de dominio, cuando nos dan un nombre que no es el nuestro es como si nos robaran algo.
Pues bien, si vosotros pasáis por Candasnos no dejéis de visitar la Balsa Buena. Naturalmente que hay otras muchas balsas, en las que se recoge como un tesoro el agua, la poca que cae del cielo. Está la balsa de Las mulas, la del Tejar, la del Pozo y otras muchas esparcidas por todo el término.
Pero la balsa Buena, la de beber las personas, es toda una institución. Es una balsa fraguada, completamente redonda, construida con grandes piedras engarzadas con grapas de hierro, y con un pilón en el centro que mide la altura de las aguas. Hasta allí llega el agua que viene del Rincón, en el monte alto, por la “agüera”, se decanta en la rebalsa y la que sobra va a la balsa de las mulas.
La balsa Buena está rodeada de los “turrumperos”, que es el limo acumulado durante siglos en sucesivas limpiezas, hasta formar un anillo de considerable altura.
Antiguamente se limpiaba cada cinco años. Se dividía el barro en porciones, “quiñones”, trazando unos radios desde el centro. Cada familia, niños y mayores, se encargaba de sacar la porción de barro que le había tocado en suerte. Lo hacían pasándose los “cordillos” de mano en mano, en cadena, hasta depositar su contenido en lo alto de los “turrumperos”.
Hace años se hizo rompiendo el muro de la balsa para que entrara un tractor. Era el progreso. Pero el progreso supone siempre una conmoción cultural, sobre todo cuando profana los símbolos tradicionales. Y la balsa Buena había llegado a ser, con los siglos, probablemente desde la fundación del pueblo en el siglo XII, un verdadero símbolo para la comunidad de Candasnos. La balsa Buena era como la fuente de la vida. Si en todas partes el agua es la vida, en un pueblo de Monegros es la supervivencia.
Alterar lo que había sido así, hacer las cosas de otra manera, y sobre todo romper el cerco sagrado de la balsa Buena fue experimentado por muchos como una profanación. Se dice que una mujer de Candasnos, al ver entrar el tractor, exclamó haciéndose eco de ese sentimiento: “¡Nos va a pasar algo!”.

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