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miércoles, 4 de mayo de 2011

El Mallo


El mallo en Berbegal

Un amigo comentaba el otro día que en su lugar este fin de semana, se plantaba el mallo con una gran fiesta. Es de la provincia de Teruel y como en el resto de Aragón quedan reminiscencias de antiguas tradiciones que perduran a través de los siglos.
¡Y que se mantengan!
Trataré de encajar mis recuerdos personales con la tradición, que para nada es sencillo. Su significado para nuestras gentes es el renacer de la vida después de los tiempos de invernada y así como la vegetación despierta, también los animales y personas deben procrear para que la vida siga adelante.
Os contaré:
El culto naturalista a los espíritus arbóreos es de tiempos paganos y por todas las aldeas aragonesas, existían estas manifestaciones de culto al árbol. Durante los  meses de abril y mayo, mozos y mozas rendían pleitesía a las divinidades florales. Así cuando una comunidad trasladaba el mallo -tronco de árbol erguido- hasta el corazón de la aldea, lo que estaba atrayendo era el poder fructificante de la vegetación.

Barranco de La Pillera (Nocito)

El mallo de los festivales aragoneses -árbol mayo europeo- se constituía en un tótem alegorizador de la prosperidad comunal y así mismo lo interpretaba el sentir popular, cuya sabiduría no era nada superficial.
La iglesia intenta apropiarse esta adoración pagana y ya en el siglo XVI en las villas se erguía el "mayo" el primero de mayo, en Pentecostés, en San Jorge, etc. En estos festivales agrícolas se honraba a la fertilidad, de ahí que las liturgias las celebrase el mocerío.
Por la Plana de Huesca erigían el mallo en la plaza de la aldea y lo hacían la brispa -víspera- de Pascua Florida y constituía un rito alegre y masivo. El mallo lo quitaban por el día de Pascua Granada. A veces no eran esas fechas rígidamente institucionalizadas. En Nocito el 29 de abril, onomástica de san Pedro, la vecindad hacía la ceremonia pagana. El mallo lo alzaban pegado a  la ermita de San Pedro y se trigaba (escogía) por el rumoroso barranco de la Pillera, húmedo y frondoso, criador de grandes árboles,  y los mozos escogían el más “repincháu” (altanero) y hasta donde podían entrar los mulos lo resacaban a güembros, es decir en los hombros.
En Triste los mozos talaban el mallo por Pascua Florida, escogiendo el ejemplar más hermoso. Un hábitat idóneo para crear grandes árboles estaba en los alrededores de la pardina de Bisús. Si los mozos solos no podían trasladarlo a causa de su corpulencia, aceptaban la ayuda de los hombres casados. Esa consagración del rito al mocerío nos habla, veladamente, del antiguo carácter fecundante de estas prácticas. En la aldea de Triste para conseguir que el árbol-mayo pareciese más esbelto lo coronaban con una “palangueta” (prolongación artificial) de la que hacían pender naranjas y otros objetos de regalo. Al mallo lo enjabonaban para hacerlo más inaccesible.
Los mozos, en la mayoría de lugares, se procuraban un pino altivo y existía la costumbre inmemorial de que este tronco debía ser robado en una propiedad privada. Desconocemos los principios explicativos de ese requisito esotérico, aunque era común a muchas aldeas. A veces se hurtaba en la propiedad de algún vecino que se había mostrado remiso en la participación de los ritos o cicatero en la aportación de medios y dinero para sufragar los festejos.
Por tierras de Ayerbe el árbol mayo, también era hurtado. Se talaba en una propiedad privada y sin pedir permiso al dueño. Iban la víspera a las pardinas y alquerías del contorno y amparados en el sigilo de la noche hurtaban un tronco que trasladaban a la aldea y en la mañanada todo el vecindario admiraba el vigoroso trofeo. Si el guarda forestal se mostraba indagatorio y pertinaz se le contestaba elusiva y procazmente… “¡marcha a mirártelo!... ¡Al que mucho quiere saber mierda se le da a entender!”
El mallo permanecía erguido un tiempo indefinido.
En Bara -valle de Nocito- el día primero de mayo los mozos iban a buscar las potencias fecundantes de la vegetación.
Marchaban hacia la sierra de Guara y solían buscar el árbol municipal en los términos vecinos. Era costumbre que el árbol-mayo apareciese plantado en el sitio escogido por tradición, sin que el resto del vecindario hubiera sospechado lo más mínimo. Para ello los mozos obraban en el más callado secreto. El informante me decía gráficamente: "¡De noches los mozos se reunían sin rechistar!" En ocasiones los mozos trasladaban ejemplares grandísimos, de hasta trescientos kilogramos y para erguirlo se ayudaban de ramales. El mallo lo mantenían todo el mes de mayo y el último día debía desaparecer como por birlibirloque.
Lo tocaban con una enseña roja y el último día era troceado y cada mozo se llevaba un fragmento para su casa.
En esta costumbre existen rasgos de pensamiento de un cierto primitivismo, aunque la significación originaria del ritual haya sido olvidada por la consciencia colectiva. Existía la superstición de que el mallo debía de ser robado en un término vecino y eso debía suscitar el encono intermunicipal, según se desprende de los textos de ciertas coplas guardadas por la tradición oral: "¡Ojito, ojito mallo, que te quieren robar, y en la plaza de Huerta, te quieren plantar!"
¿Si se dejaban robar el mallo -emblema de la prosperidad- se perdería el atributo de la mocedad? El acto de dejarse hurtar el árbol-mayo era un hecho de escarnecimiento municipal y de indudable resonancia social. No en vano el mallo era la personificación de la prosperidad primaveral.
En los pueblos primitivos creían que el mallo no era accesible a la mayoría de las personas y que era un eje que comunicaba el mundo material con el espiritual.
Un aspecto inexistente en las costumbres aragonesas es, sin embargo, bastante más frecuente en Europa. Nos referimos a la representación de los espíritus arbóleos. Tal vez existan vestigios de esas figuraciones en las procesiones carnavalescas de viejas aldeas como la de San Juan de Plan, donde algunos personajes figurantes se disfrazaban enteramente con hojas de hiedra.
¿Disfrutará la sociedad rural aragonesa de alguna otra época de esplendor social y de una primavera demográfica?
 

2 comentarios:

  1. ¿por eso somos en mayoria las mujeres las que en el mundo urbanita denunciamos las talas de arboles en las zonas verdes de las ciudades?
    ¿por esa connotacion de fertilidad y "poderio" ?

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  2. Amiga Charo: nunca diferencio entre lo femenino y lo masculino. Para mí no es el sexo lo que diferencia a los humanos, sino las aptitudes de cada persona. Naturalmente cuando comento de nuesras tradiciones, pienso que para nuestras gentes, el macho es el reproductor de la especie.
    De ahí que en los mallos los protagonistas eran los jóvenes capaces de fertilizar la vida. Así lo creían nuestros antepasados y así lo paso a las nuevas generaciones.
    Lo del machismo y feminismo es tan moderno, que ni yo lo logro entender.
    ¡Lo que tengo claro es que me encantan las mujeres!

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