Datos personales

Mi foto
ZARAGOZA, ARAGÓN, Spain
Creigo en Aragón ye Nazión

jueves, 14 de agosto de 2014

Huesca y Aragón, su historia a mi manera (II)

Decíamos en el anterior artículo que solamente tres ciudades en la antigüedad tuvieron la gloria de poseer el título de “Ciudad Vencedora”: Roma, Cartago y Huesca.
Hoy añadimos otro timbre de gloria a nuestra tierra: la primera universidad de España se creó en nuestra tierra. Una de las primeras de Europa: la Universidad Sertoriana, unos cincuenta años antes del nacimiento de Cristo. Y no fue por casualidad, no. Las cosas nunca son por casualidad. El señor José de Almudévar le preguntaba al recién llegado doctor don Carlos: “¿Por casualidad es usted el nuevo médico?” Y él contestaba: “Por casualidad, no; por oposición”.
Aquí las cosas sucedieron por obra y gracia de un general romano: Quinto Sertorio, uno de los hombres más controvertidos de la historia antigua. ¿Quiso enfrentar Hispania a Roma o quiso ganarse Roma desde Hispania? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que era más vivo que el hambre y, después de dar muchas batallas y muchas vueltas por nuestra vieja piel de toro, recaló en Osca. Se prendó de ella -lógico- y aquí la armó buena.
Fundó un senado igual que el de Roma, con lo que los oscenses se sintieron importantes. Quiso, además, romanizar a los hijos de los caciques ilergetes y vascones y para ello fundó su flamante universidad. Los alumnos tenían los mismos derechos que los estudiantes romanos y vestían la misma túnica.
Y Huesca hizo temblar a Roma. No es broma. Ni exageración.
Recordad la inscripción de años más tarde: “Una vez vencida la romana Palas, la Osca Vencedora tiene las riquezas del mundo y de Roma, y ésta, vencida, la teme”. Fueron aquellos catorce años en que no se veía claro dónde iba a estar la capital del mundo, si en Roma o en Huesca.
El final lo sabemos todos. Y la táctica romana también: la suya. En un banquete fue asesinado Quinto Sertorio a manos de su lugarteniente Perpena, comprado por Roma.
Y muerto el perro, ¿se acabó la rabia?
No, no. Porque fijaos que el título de Vencedora lo recibió años más tarde y se lo concedió Julio César porque Huesca le ayudó de manera decisiva en la batalla de Ilerda. Buena ayuda y buena recompensa.
Sin embargo, uno se pregunta si habría alguna razón más. Porque también le ayudaron en numerosas ocasiones otras muchas ciudades, como Narbona, Balterra, Viena, Nimes, Lyon, y a ninguna de ellas concedió el título de Vencedora. ¿Era porque Huesca sobresalía en fama a todas las demás?
Recogí una leyenda sobre César y los vascones y, como dicen los italianos, “se non e vera, e bene trovata” “si no es cierta, está acertada”.
Data de cuando las legiones romanas conquistaron Hispania.
Bueno, toda no. Se ve que no pudieron con nuestro Pirineo y el pueblo vascón es el único del orbe que “pactó” con ellos. Los demás fueron sencillamente dominados. Hasta los ingleses, que presumen de que nadie pudo invadirlos, César los invadió.
Recordad que los vascones, o una parte muy importante de ellos, vivían en el Alto Aragón -Jacetania y Cinco Villas, sobre todo--. Pues bien, la leyenda nos habla de una singular batalla entre estos vascones y los legionarios romanos. Estos iban armados hasta los dientes con sus lanzas, arcos y redes. Y protegidos de arriba abajo con sus yelmos, petos, corazas...; como los vemos en Semana Santa, vamos. Nuestros montañeses llevaban, sin más, un sayal de piel y una espada cortica que les impedía acercarse a sus enemigos y que, cuando golpeaba, siempre tropezaba con hierro. No había manera. Aquello era la desesperación. Pero resulta que, de repente, a uno se le ocurrió golpear no de arriba abajo, como todos, sino al revés, de abajo arriba, y la espada se clavó por la única parte desprotegida de los guerreros: la entrepierna y bajo vientre.
Dio un alarido de triunfo y gritó a sus compañeros:
-jSabeletik gora! ( ¡Por la tripa para arriba!”)
La consigna corrió por todos los vascones, que, en poco tiempo, despanzurraron -al pie de la letra- a todo el ejército. Tanto, que a la batalla la llamaron Erregil (“fácil de matar”) y dio nombre al actual Régil en Guipúzcoa.
Desde entonces, los romanos ya no se atrevieron a enfrentarse con los vascones y pactaron con ellos. Es más, fueron reclutados para legionarios romanos. Otro día hablaremos de estos legionarios que llevaron a Roma nada menos que el lábaro romano.
Pero estábamos hablando del Aragón, antes de llamarse así.
Aquí, en nuestra tierra precisamente, estaban los ilergetes, el pueblo más importante y numeroso de nuestra tierra antes de la llegada de los romanos. El pueblo que se enfrentó a ellos con su valentía y que luego se romanizó más que ninguno.
Primero se opuso. Y aquí entran dos personajes maravillosos de la historia, por desgracia desconocidos en el Alto Aragón: Indíbil y Mandonio, probablemente hermanos y, ¡atención!, los inventores de las guerrillas.
 
La guerrilla se inventó en España, claro. Y por eso la palabra guerrilla existe así en todos los idiomas. Y, además, fue en Huesca. Con Indíbil y Mandonio, que mediante esta lucha de sorpresas llegaron a derrotar nada menos que al general romano Escipión, aunque más tarde se aliaron con él contra los cartagineses y también fueron traicionados. Mandonio murió crucificado. Siempre hemos dado a Viriato, el lusitano, como el primer luchador celtibérico. No, no: Indíbil y Mandonio lucharon setenta años antes que él.
En Lérida les levantaron un monumento, con esa ilusión catalana de adjudicarse gratuitamente lo nuestro. Aquí no tienen ni una calle.
Es curioso lo de las calles de Huesca. Tiene una, por ejemplo, el rector Sichar, que aunque oscense, de Estada, siendo rector de la Universidad Sertoriana hizo todo lo posible para que desapareciera la universidad y marchara a Zaragoza. Menos mal que no tiene calle don Pedro Cerbuna, de Fonz, que le ayudó cuanto pudo.
En cambio, tampoco tiene calle don Vicente Ventura y Solana, cheso, catedrático de la misma universidad, que la defendió como nadie y prefirió quedarse en profesor de instituto para no abandonar Huesca por la Universidad de Zaragoza.
Fue el primer director del instituto; no tiene una calle. Como tampoco la tienen Indíbil y Mandonio. Se los adjudicó Lérida, pero ellos eran, son, nuestros, de Tamarite, o, mejor aún, de Albelda, ya que hay que identificar su patria, Mendiculeia, con los preciosos prerromanos que conservamos allí y que los literanos llaman Los Castellasos. A recordarlo, pues: los primeros guerrilleros fueron aragoneses, en el siglo III antes de Cristo.
Luego vendrían otros muchos, muy geniales, que “de casta le viene al galgo”.
Seguiremos…


No hay comentarios:

Publicar un comentario