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martes, 10 de mayo de 2011

La Torre Nueva

Permitirme hoy que me traslade a tiempos pretéritos, y os comente de una torre de la entonces no muy grande Zaragoza. Y es que cuando uno recorre sus calles, busca rincones que le recuerden antiguos momentos de su historia.
Para conseguir que la actual plaza de San Felipe me contara alguna cosa, tuve que documentarme en distintos archivos y trataré de ser el  narrador  para el que la desconozca:
Reinaba en Aragón, Fernando II el Católico. El 22 de agosto de 1504 se acordó en el Consejo de la Ciudad levantar una torre y colocar un reloj. Todos los Jurados de Zaragoza estuvieron de acuerdo.
Y como las cosas, incluso de esta manera se hacían más deprisa, por falta de expedientes, se reunieron los Jurados, Comisarios y Ciudadanos para consultar a los maestros albañiles de la ciudad. Entre estos hubo moros y cristianos. Aprobado un diseño, fue acordado el 31 de agosto del mismo año, fabricar la torre, separada de todo inmueble, en la plaza de San Felipe, frente a la iglesia.
Al Arzobispo don Alonso de Aragón, hijo del rey D. Fernando, que actuaba de lugarteniente General, le pareció muy bien. Y el monarca el 28 de septiembre aprobó la propuesta, consignando al arzobispo el producto de sisas para atender los gastos de la construcción.
Sin perder tiempo, quedó nombrado artífice principal y director de obras, Gabriel Gombao. De la construcción del reloj se encargo a Jaime Ferrer. Este sería de dos campanas, una para señalar las horas y otra para los cuartos.
En 15 meses se fabricó la torre, aunque habiendo notado deficiencias en el chapitel y armazón del reloj y deformidad en las campanas y a falta de algunos adornos, duró la obra hasta todo el año 1512.
Hasta aquí la cosa fue bien respecto a la torre, no así en el reloj. Y las campanas. Las campanas dieron mucho quehacer. Se habían instalado el 19 de noviembre de 1508, pero la mayor no alcanzaba el sonido esperado. Por eso se fundió de nuevo.
Pero esta vez se rajó la campana. Los ingenieros de entonces pusieron en práctica el raro medio de hacer más grande la abertura en las ventanas de la torre, para conseguir más sonido y excusar el costoso remedio de volverla a fundir.

Actual Plaza de San Felipe

Con este arreglo tiró unos cuantos años y a finales de 1710 durante unos toques, ella sola causó su completa inutilidad, cayéndose un pedazo de 14 arrobas a la plaza. Fue urgentemente rota y desmontada. En 1712 otra vez a fundirla. ¡Tan cara campana! Fundida en un corral y cubierto que tenía la Ciudad para almacén de maderas en las eras que llamaban Campo Sepulcro, (por la estación del Portillo), fue conducida a la torre nueva en un carretón, tirado por 36 mulas. Por tan pesado transporte, se cayó una casa y en otra hundió una bodega. Ya en la plaza de San Felipe resultó penosísima la subida de la campana, que quedó fijada en su lugar el 5 de febrero de 1712. También se cambió el reloj que por lo visto daba la hora a la velocidad que le apetecía.
Pero pasan unos años en que torre, reloj y campanas parece que funcionan, y la gente de Zaragoza se acostumbra a funcionar con su torre y al compás de su reloj. Había costado, pero al fin lo tenían todo en orden.
Llega el año 1714 y comienza a notarse una cierta inclinación en la torre nueva. Según los técnicos, resultaba ser de unos 9 pies de Castilla. Empiezan las discusiones y las naturales alarmas. Profesores de sólida reputación aseguraban nada menos que la inclinación debía datar desde el principio para hacerse más célebre su constructor Gabriel Gombao. Otros lo negaban en redondo. Achacaban la inclinación a que se debía por la parte que recibía el sol y debido a los efectos de este.
No faltó quien entendía que todo ello era motivado por la desigualdad del terreno donde se colocaron los cimientos.
Muy grande era la preocupación de los vecinos. Tanto que a petición de ellos el 8 de enero de 1847, se abrió en el ayuntamiento un expediente de derribo.
Muchas contradicciones surgieron en este momento. Muchas luchas, unas a favor, otras en contra. Tantas, que hasta finales de noviembre de 1892, no se aceleró la demolición. El 13 de marzo de 1893, se subastaban los balconcillos, ladrillos y todo lo que representó la torre nueva. La campana mayor se llevó a la torre baja del Pilar y la cruz del remate a la torre de la iglesia de San Felipe.
El 29 de julio de 1893, solo había escombros en lo que fue la torre nueva de Zaragoza.
Hoy piso en la plaza de San Felipe el lugar remarcado donde estuvo asentada, y parece que estoy presenciando lo importante tuvo que ser.

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