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martes, 3 de mayo de 2011

Ingenio aragonés

Como es habitual con eso de la democracia pasar por tiempo de elecciones, viene a cuento relatar esta falordia, que por si algún concejal o alcalde de los próximos es elegido por primera vez, y no sabe aún de las artimañas de ese mundo tan complicado, sepan como se las apañaban nuestros alcaldes en los años treinta.
Esta recogida en un lugar del Sobrarbe, que como tantas cosas callaré, pues fue su hijo quien me la comentó, y la doy por muy cierta.
Era un pueblo al que no llegaba la carretera por esos años, y para subir a él, había que patear más de tres horas. Hoy tiene una pista forestal, y de los 80 habitantes que llegó a tener, hoy solo mantiene tres.
Comenzó el año 1933 la escuela, con una nueva maestra, como siempre, porque las que llegaban al lugar, duraban bien poco, no por falta de cariño de los lugareños, que las trataban como si perteneciera al pueblo, aunque solo fuera por mantenerlas, y que alguna se quedara definitivamente.
El caso es que al mes de abrir la escuela, se enfermaba la maestra. No era un achaque grave, pero si uno de esos que se estiran y estiran y no terminan de curar, de tal forma que entre si toso o dejo de toser las clases no se acababan de iniciar. Pasó un mes, y otro…, y la maestra que no sanaba.
Entonces en los pueblos había más cuadrillas de niños que ahora, y se dejaba notar la chavalería desperdigada, todo el día por la calle, haciendo de las suyas.
Los padres determinaron solicitar que les pusieran cuanto antes una sustituta. Y así lo hicieron. Pero pasaron quince días, un mes… y esta que no llegaba.
Por fin resolvieron que bajara el alcalde a la capital. Un día, caminando las tres horicas, arreó p´a la capital. Allí visitó a todos los organismos visitables. Gobernador, diputación…
Y en los despachos buenas palabras y muchas promesas. Pero pasaban más días y la suplente no se presentaba.
Las mujeres del pueblo estaban negras, porque eran las que de verdad calzaban a la zagalería, y la forma de desahogarse era mallando al alcalde. Cuando se reunía a hacer la colada o cualquier otro menester, chismeaban:
…- “Ni menos que iría a ver a las autoridades, que se puso muito majo p´a ir a la capital, con corbata y todo, que no lleva nunca, igual iría a ver a las señoritas…”
Como en todas las aldeas se sabe lo que se habla, estas conversaciones llegaban a los oídos del alcalde, que se subía por las paredes.
Por aquellas fechas se aproximaban las elecciones, teniendo que escoger un diputado del partido judicial de entre dos que se presentaban para la misma zona.
Uno de estos aspirantes hizo un recuento de los votos con los que contaba y vió que resultaban algo escasos; no teniendo muy clara su elección, determinó ir en persona a buscar el oportuno apoyo de ese lugar, a pesar de las tres horas de caminata que eso suponía.
Antes les había notificado de su visita y el alcalde y el secretario le estaban aguardando.
Estando en la mesa con una comida de invitados, llegada la hora de la tertulia, el político les pidió el voto ofreciéndose a realizar aquello que fuere más preciso para el pueblo. En aquel momento el alcalde calculó que era la ocasión ideal para solucionar lo de la maestra.
Le dijo al candidato: “como más urgente está lo de cubrir la maestra, que hace días hemos pedido una “prostituta” pero que no nos hacen miaja caso, siendo mu preciso que nos llegue la “prostituta”.
El secretario que estaba sentado al frente, le pegaba con la punta del calcero en las rodillas, y él volvía a repetir la misma frase: “aquí, de momento, lo único que necesitamos urgente es una “prostituta” para la escuela”. Y el secretario, puntapié va, y puntapié viene.
Concluida la charla, el aspirante, dándoles confianzas de que les mandaría la maestra, marchaba despidiéndose a la salida del lugar. Cuando este se hubo alejado un poco, le aclaró el secretario todo asustado al alcalde: “pero, ¿sabe usted lo que ha dicho?, si una “prostituta” es una mujer de la vida…”.
La respuesta del alcalde: “¿te paice que no lo sé? Si l´hubiera dicho sustituta ya se l´habría olvidau. Pero al decirle “prostituta”, no tengas miedo, que si sale elegido, nos mandarán la maestrica”.
Salió designado gracias al voto de ese lugar. En la primera sesión que tuvieron los diputados, explicaron todos como les habían ido las elecciones y el nuevo explicó su caso. Y refiriéndose al pueblo en cuestión comentó: “¿Cómo puede haber alcaldes tan incultos?, para decir que les mandásemos a una maestra me pedía en vez de una sustituta, una “prostituta”.
La frase convirtió la reunión, en una carcajada unísona. Entre risas uno voceó: “Habrá que mandarles la prostituta”, otro indicaba: “y que sea guapa”, y un tercero: “además de lista y simpática”. El caso es que a los ocho días ya estaba la suplente en la aldea, y ciertamente una moza joven, guapa, simpática y lista.
Mirar si era encantadora, me contaba, que había unos mozos ya un poco duros, mas bien maziellos, que no se sacaban la boina ni para dormir, que pa la ocasión, tiraron las boinas y salieron a la calle con unas ondas en el pelo que pa qué. (En aquellos años era lo último en moda).
Y el alcalde le dijo al secretario: “T´as dau cuenta como hay que ingeniárselas p´a conseguir las cosas; bien se nos ha valido de esta idea, pa tener una sustituta”.
El que me contó este sucedido, ya tenía buenas advertencias a los políticos de su tierra: “Si no tenéis amigos en los cargos importantes en la capital, tendréis que valeros de más de una triquiñuela como esta para sacar algo”
Como veis el ingenio en nuestra tierra, es asombroso.

1 comentario:

  1. Ya se sabe que el camino mas corto no es el recto según para que cosas, es mejor tomar curvas, circulos, acorces y al final llegar al objetivo final. Quizas algunos o muchos estemos empleado esto. El tiempo no importa como cuando se viaja, la cuestión es llegar.
    Gracias Maestro.

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