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domingo, 24 de abril de 2011

La leyenda de la Carrasca milenaria

En la sierra de Guara, se encuentra el pueblo de Lecina con un hermoso árbol conocido por toda la redolada como “La carrasca milenaria”. Nombre aragonés del castellano “encina”.
Otros nombres denominan a esta encina en aragonés: “alsina”, “carrasca”, “alzina”, “coscoja”, “enzino”, “lezinera”, “llezina”, “olsina”, “olzina”, “elzina”, “lezina”…
De este último toma el lugar su actual nombre y por ello se llama Lecina, aunque se lo conoce con su nombre aragonés de Lezina.
A perdonar la divagación, que de lo quiero hablaros es de esta carrasca milenaria.
Como os contaba, en pleno corazón de la sierra de Guara, se encuentra el pueblo de Lecina, al cual le dio nombre esta milenaria carrasca. Antiguamente formaba parte de un impenetrable bosque que servía de refugio a lobos, osos, multitud de animales y fieras, pero también era sitio frecuentado por brujas de toda la sierra, donde se encontraban a sus anchas para realizas todas las maldades que les parecían a todos los lugares que se emplazaban en Guara.
Grandes desgracias causaban a toda la sierra y grande era el temor de todos sus habitantes.
Solo una carrasca, la más joven de todo el bosque, estaba siempre disgustada con las brujas y nunca permitía a ninguna de ellas, que se posaran siquiera en sus ramas.
Un día las brujas, se desconoce el motivo, decidieron marchar de ese bosque, pero antes quisieron agradecer a todos los árboles que las protegían, todos los favores prestados.
Todos los árboles se decidieron a pedir para embellecerse y tratar de ser el mejor de todo el bosque. Unos pidieron que sus hojas fueran de cristal, pues su brillo impresionaría. Otros que sus hojas desprendieran deliciosos perfumes, para que su olor se expandiera por toda la sierra. Y una gran mayoría optó porque sus ramas y hojas fueran de oro, pues serían los más ricos de Guara.
Solo la carrasca más joven, quedó sin cristales, perfumes ni oro.
Pero a los tres días de desaparecer las brujas, se presentó una fuerte tormenta de viento y granizo. Los árboles con sus hojas de cristal, acabaron hechos añicos. Las ovejas, cabras, ciervos, jabalís se comieron las hojas aromáticas con gran placer, sin dejar ni siquiera una muestra y los ladrones acabaron con los árboles convertidos en oro.
De todo el impenetrable bosque solo quedó la carrasca joven, que desde entonces todos respetaron y dejaron crecer. Hoy continúa dando sus sabrosas bellotas, por lo que también se la conoce por la “Castañeda”.
Cuando se llega a Lecina, es parada obligatoria para conocerla y disfrutar de su belleza.
Realizamos la visita este mes Claudio, Chesus y yo, y todavía estoy viendo a Claudio, admirado, sorprendido, agradecido de Chesus pues era nuestro guía.
Aquella joven carrasca, se ha convertido en milenaria, tremenda, fuerte, capaz de dar abrigo a un gran rebaño, pero tendremos que volver a ella, para hablaros de cuando a su sombra, se sellaban pactos, se cerraban bodas, y es objeto de leyendas como la que acabo de contaros, siendo símbolo sagrado de muchos árboles de nuestro territorio.
Tendremos que volver y que nos cuente cosicas…
Si escuchamos, Aragón habla con sus árboles, con sus piedras…

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