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miércoles, 23 de julio de 2014

La marina

Ayer mi vecino Paco, recordaba que cuando relampageaba se santiguaban. Esta era otra de las protecciones que se empleaban para que no te cayese un rayo. Pero hablando en el patio, me contaba: -Lo que no tengo claro, es, porque antes de cruzar un río, hacíamos una cruz en el agua.
Esto me da pie, para hoy hablaros de una peligrosa enfermedad, que entonces era desconocida. Se llamaba y siempre se ha conocido con un nombre extraño: “La marina”
Cuando yo trato de enterarme en que consiste esta enfermedad, la contestación, que varía muy poco en unos lugares u otros, te deja también sorprendido, pues no tiene ningún complemento científico que pueda respaldarlo:
“Se trata de un fuerte componente mágico y que comprende una serie amplia de infecciones y heridas causadas, en opinión popular, por la acción de “Aguas malas” al pasar cerca de ellas o al tocarlas, y también por pincharse con ciertos arbustos espinosos”.
Cuando buscas alguien que conozca la enfermedad, siempre encuentras alguien, que su padre “se ha enmarinau”. Sus ideas responden a las creencias que, sobre esta enfermedad, acabo de contaros.
Y os paso las palabras de un testigo, que presenció la enfermedad y la describe en un medio aragonés del Sobrabe:
“A marina ye unas inflamaciones que salen n´as heridas si te mojas en bel río u barranquera. A beces se fa una cangrena (gangrena) n´o brazo u garra que tiengas a erida, y tien que cortatela.  Se piensa que ye feito por o bereno (veneno) que lleva l´augua, pero de diz tamien, que no ye preciso tocala ta que te coja a marina, con que atravieses bel puente, igual t´enchancha. Isto no alcurre pas en toz rios, ya que a bereno que lleban no ye igual”.
(La “marina” son unas inflamaciones que salen en las heridas si te mojas en algún río o barranco. Muchas veces se hace una gangrena en el brazo o pierna y hay que amputarla. Se cree que es debido al veneno que lleva el agua, pero también dicen que no es preciso tocar el agua para que cojas la enfermedad. Con que atraviese un puente de ciertos ríos o barrancos, coges la misma enfermedad. Esto no ocurre en todos los ríos. Pues no es el mismo veneno el que llevan).
Rio Cinca a su paso por el antiguo Mediano
 
La creencia popular es que hay que sacar el mal del cuerpo para sanar la marina y se recurre a remedios mágicos. Algunas veinte personas tengo anotadas que sobre los años 66 al 75 me contaron como se curaba, y todos coincidían en dos cosas: La vesícula biliar completa del cerdo y una botella. Os comento que son de distintos lugares de Aragón y esa coincidencia es lo que más llama la atención.
Os traigo dos de los remedios más significativos y mejor explicados.
El primero recogido en Mediano nos lo contaban desde casa Cabero:
“O remeio ye, tien una botelleta de boca ancha y le metes una fiel de tocino, binagre y cenisa. Bi ha qu´parar cuenta ta qu´a mida d´as tres cosas seya igual. Se tapona a botella con un traped de cañino di forma que enganche tres beces una ancima d´altra, bien atau en o cuello. O remeyo ye presto, y se guarda.
Cuan t´engancha a marina, coges a botella y la decantas dencima d´a maltra sin que la toque, cinco beces seguidas. Ascape bierás com´a botella respira cuan la decantas, ixo ye que se ba a curare.
Respira porque se chupa a malera, o mal se queda n´a botella.
Iste remeyo bale tamién ta toz as inflamacións y maleras en cheneral”.
(El remedio es: se tiene una botella de boca ancha y la rellenas con la vesícula de un cerdo, vinagre y ceniza. Hay que tener en cuenta que las tres cosas tengan exactamente el mismo peso. Se tapona la botella con tela de cáñamo de forma que pase por tres veces para hacer de tapón de la botella. El remedio esta preparado y se guarda.
Cuando te engancha la enfermedad, coges la botella y la decantas encima de donde se encuentra el mal sin que toque para nada donde se encuentra, cinco veces seguidas. Enseguida verás que la botella respira cuando la colocas del revés, y eso es signo de curación).
Otro remedio para curar la marina, y que esta recogido en Pozán del Vero, es muy parecido y tiene el mismo fundamento del anterior:
Para curar la marina. Se coge una fiel de tocino macho, aceite, aguardiente de anís, vinagre y ceniza. Todo la misma medida. Se pone en una botelleta. Se ata bien atau con un trapo. Cuando tienes la marina se decanta encima del mal y no sane o licote (contenido), pero se lleva el mal, se lleva a marina.
Ahora sabes amigo, porque tus mayores santiguaban el agua del río antes de cruzarlo y te enseñaron ha hacerlo.


domingo, 6 de julio de 2014

Casa y descendencia

La casa era la institución familiar más importante en nuestra tierra y la institución del mayorazgo estaba muy difundida en el derecho aragonés. Era la conservación de la casa y el mantenimiento de ella, y ello traía este derecho para que la casa nunca tuviera particiones, sino que se fuera ampliando con las dotes aportadas en los matrimonios.
La actitud de los miembros del grupo troncal, debía ser de incondicional dedicación a la casa. El trabajo era honrado y la desidia era menospreciada. Se entregaban al engrandecimiento del patrimonio y muchos refranes hacen referencia a esa condición: “Donde uno se muere muy farto… otro se muere muy laso”. Ser emprendedor o no serlo.
Lo más importante, incrementar los bienes de la casa, era artículo de fe entre los montañeses. Cada generación apuntalaba el patrimonio incrementando progresivamente los bienes. El desarrollo económico se ve plasmado en la arquitectura, pues cada generación ampliaba el cuerpo de la casa, agregándole un cuerpo o una dependencia nueva.
De los que se entroncaban en la casa –yernos y nueras- se esperaba el mismo empeño colaboracionista. El escogerlos era escrupuloso y los amos biellos estudiaban muy bien las virtudes y defectos de los pretendientes. Si alguno no reunía los requisitos, era rechazado demostrando la forma de pensar. “Ixe no se perderá en o baste de casa nuestra”. (Manta que se coloca sobre el lomo de una caballería).
A raíz de la integración de una choben –nuera- la casa registraba un espaldarazo económico y el vecindario no se frenaba a la hora de dar elogios: “Desde que acudió la choben a la casa, bien que an sacáu los pies de la alforja”.
Los hijos en la sociedad aragonesa, eran semilla de la prosperidad. A la fertilidad se la invocaba con los típicos “trucadors”, “aldabas” –llamadores- faliformes. Había necesidad imperiosa de descendencia. Un refrán montañés lo muestra claro: “De campo lejos y fillos tarde, Dios me libre y me guarde”.
La falta de descendencia era tratada bárbaramente, calificando con términos crueles a las mujeres que no eran capaces de concebir. Se llegaba a tratarlas de machorras, una palabra pastoril que significa estéril. Este criterio se muestra en algunas mazadas alusivas a este estado de cosas: “La mujer que no cría… labrar podría”.
Pero la  solución familiar del mayorazgo o “hereu”, generaba disconformidad y sentimientos amargos en los segundones o desheredados, que se sentían frustrados por esa tradición. Trataban de encontrar acomodo en otras casas y para ello trataban de dar categoría a sus personas y tratar de reducir la del heredero. Uno de ellos muy corriente da fe de ello: “Inamorate niña de los segundos, que los herederos de ahora son unos zamandungos”.
 
Pero el principio de indivisibilidad del patrimonio, impedía al segundón la propiedad de la casa. Si quedaba soltero acabaría siendo el tión de ella y acabaría como un brazo para seguir levantándola a cambio solo de la ropa, comida y cama en ella. Por eso se trataba de acomodarse en otra casa donde el hereu fuera para una muller, y convertirse en amo. Lo normal, donde había posibles, era dar estudios a los desheredados, y así nos encontramos a grandes saputos que salieron de la casa y que luego en las grandes capitales supieron crearse una nueva vida. Para cantidad de ellos por la gratuidez de los estudios, fueron los Seminarios su principio de estudios y una gran mayoría optando por hacerse sacerdotes.
Fundar casa en un medio sobreexplotado y con una rigidez antigua en el régimen de propiedad era un suceso extraño, de ahí que cuando alguno fundaba alguna casa, un patrimonio nuevo, a esa casa se la solía denominar con un adjetivo pirenaico –cabalero- y que se da para llamar en algunas aldeas aragonesas. Cabalero viene de cabal, de pecunio. Se llamaba de ese modo al mozo que no estando destinado para heredero, por ser segundón, gracias a su tenacidad había logrado hacerse con un capital y lo había invertido en comprar patrimonio y fundar una casa. Casi siempre era un tión preto, es decir, un segundón ahorrador.
Erigir una casa era un acontecimiento enorme. Los dueños para celebrar la efemérides hacían un festejo que recibía el sobrenombre de la “lebantadera”.
Se colocaba un ramo vegetal en la “cernillonera” -caballón del tejado- y se convidaba a un ágape ritual a toda la vecindad. El ramo vegetal encarnaba la prosperidad y perpetuidad del hogar que nacía en ese instante.
Comenzaba la vida de otra casa aragonesa.