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martes, 28 de enero de 2014

San Valero

Hace más de treinta años, me empeñé en conocer el porqué San Valero es el patrono de Zaragoza, que se celebra el día 29 de enero. Ardua tarea para quien no está muy ducho en recorrer bibliotecas y lugares, pero como estamos en esas fechas del patrono, os paso la información más destacada y procuraré hacerlo de la forma más sencilla para quien pueda interesarse por este personaje…
Nació en Zaragoza, descendiente de una importante familia, y fue elegido obispo de dicha ciudad en el año 290. Como su lengua era balbuciente eligió al oscense San Vicente como su diácono para que predicara en su nombre.
En el año 303 fue llevado a Valencia junto con el diácono oscense a la presencia de Daciano, martirizando a Vicente y desterrando a Valero.
En el camino hacia Valencia, según la tradición, dejaron testimonio de su paso haciendo brotar agua milagrosamente. Así, existen las fuentes de San Valero en Cariñena, o la de San Vicente en La Puebla de Valverde.
En el destierro del Santo quedan lugares que dan testimonio de su paso. En Castelnou (Teruel) se burlaron de él. Sin embargo fue bien acogido en Daymús, antiguo lugar con castillo, junto a Velilla de Cinca, donde descansaría unos días. En Albalate de Cinca también existe una partida de tierra denominada los “Sanvaleros”. Es posible que pasase por este lugar. De allí continúa hacia Enate, donde había sido desterrado. Desde aquí acude a Estada y Estadilla a predicar la doctrina cristiana. A su muerte en el año 315 sus restos fueron sepultados en la iglesia del castillo de Estada.
Valero es el primer obispo zaragozano documentado con certeza. Tras la invasión musulmana quedaron olvidadas las reliquias del Santo, pero en el año 1050, según la tradición, Arnulfo, obispo de Roda, tuvo una revelación y encontró dichas reliquias, mandándolas trasladar a la catedral de Roda.
Desde allí algunas de sus reliquias (primero un brazo, luego la cabeza) llegaron a Zaragoza. Es el patrono principal de Zaragoza y su fiesta religiosa se desarrolla principalmente en su capilla barroca de La Seo, donde se conserva el busto relicario con su efigie, que fue regalada a la Catedral por Benedicto XIII, el Papa Luna.
Al Santo se le conoce con los atributos de "ventolero" y "rosconero". Sin duda el viento propicio en estos días, especialmente en Zaragoza y en el corredor del Ebro, es lo que le dio ese atributo. Lo de rosconero ha sido una tradición gastronómica de Zaragoza y otras poblaciones aragonesas (Estada).
Los roscones de San Valero se venden en pastelerías de la capital zaragozana y en plena vía pública durante este día. San Valero sin roscones sería tanto como Santa Águeda sin farinetas, San José sin virutas, San Antón sin panecillos, Todos Santos sin huesos ni buñuelos, o la Navidad sin turrones.
Pero su fiesta no se celebra solo en Zaragoza. Los lugares donde pasó y dejó recuerdos de su estancia, también celebran este día.
En el hoy desaparecido poblado romano medieval de Daymús, junto a la carretera que conduce a Fraga, se conserva la ermita dedicada al Santo, donde acuden las gentes de Velilla de Cinca, para San Valero y para San Valeret, el 17 de febrero.
El 29 de enero, a primeras horas de la mañana, se cantan las coplillas por la población. Después, parte la procesión desde la parroquial de San Lorenzo, hasta la ermita de San Valero.
En la ermita hay misa, canto de gozos, reparto de pan bendito, sardina, caracoles y vino.
Los festejos duraban tres días con actos variados. Unas semanas más tarde llegaba San Valeret.
El origen de esta fiesta está en la acción de gracias por haberse librado la población de la peste por intercesión del Santo, a finales del siglo XVI.
Se iba a la ermita y destacaban, además, los bailes de disfraces; no hay que olvidar que nos encontramos en fechas carnavalescas.
A esta ermita acudían en procesión de rogativas las poblaciones de la comarca. En el Concejo de Fraga del 25 de mayo de 1599 se reconoce la costumbre que tenía la ciudad desde tiempo inmemorial de acudir anualmente para implorar las lluvias a dos procesiones solemnes: San Salvador, y San Valero.
El Santo estuvo desterrado en Enate durante casi doce años. En este día (29 de enero) se le recuerda con la celebración religiosa y algún acto festivo (tiro al plato y baile). En la iglesia del castillo de Estada fue enterrado. En la plaza de este castillo existe una silla labrada, donde según la tradición predicaba el Santo Obispo.
El pueblo de Estada erigió una ermita al Santo en las proximidades de este castillo y pasó a ser el patrón de la población, junto con Santa María Magdalena.
Las fiestas en su honor comenzaban la víspera. Al atardecer, se iba a recibir a los músicos a la carretera y, luego, había ronda al alcalde, al cura y a las mozas.
El día del Santo hay misa en la ermita. Ya no pasan los mayordomos por las casas recogiendo las tortas que se insertaban en una espada.
Esta torta se denominaba "roscón de San Valero", se cocían cuarenta o cincuenta roscones para invitar a los visitantes.
El segundo día de la fiesta era el de San Valeret, y en este día, los mozos se comían las tortas con gran algarabía, mientras repasaban las cuentas.
En tierras ribagorzanas su devoción está extendida por Roda, Aneto y los despoblados de San Valero y Arués.
Roda distribuía a lo largo del año diversas celebraciones en honor de diversos santos. Entre ellas destacaban las de tres aragoneses: San Vicente, San Ramón y San Valero.
La hermandad entre Roda y Zaragoza se remonta al año 1711, en que la iglesia de Zaragoza recibe la cabeza y un brazo del Santo.
Aneto, en el valle de Barrabés, en los límites con tierras leridanas, festejaba al Santo en esta fecha.
Algunos años los actos llegaron a prolongarse durante una semana, con comidas, bailes y celebración religiosa el día del patrón.
Cerca del Coll de Fadás, en el municipio de Bisaurri, está el despoblado de San Valero, que es el único lugar de Aragón que lleva el nombre del Santo Obispo zaragozano.
También el despoblado Arués, en la Ribagorza, junto a Perrarua, honraba en su fiesta pequeña al Santo, mientras que la mayor era para la Virgen de agosto.
En algunas poblaciones como Valfarta, se encienden hogueras en su honor. Antaño con lo obtenido en la caza de esos días se preparaba una sartenada. Ahora se sigue realizando la sartenada, pero la carne ya no proviene del deporte cinegético.


domingo, 26 de enero de 2014

Los olivos “as oliberas”

El olivo es un árbol que simboliza la luz y la paz y el aragonés utilizó sus ramas como talismanes para proteger mágicamente los sembrados del pedrisco.
En las culturas mediterráneas se le consideraba sagrado y era objeto de adoración. La cultura griega personificaba en el olivo a la ciencia y la sabiduría, por lo cual se lo consideraba habitáculo y contrafigura de la diosa filosófica Minerva.
En el Altoaragón la recolección olivarera era ardua y cruda y empleaba numerosa mano de obra. Los  propietarios de grandes campos olivareros, los años que las cosechas eran óptimas, concluían en fechas tan tardías como el mes de abril. Y eso que la peonada trabajaba a destajo.
Los propietarios acaudalados monopolizaban los molinos aceiteros, y les correspondía proceder al acto de untar el molino o efectuar la primera molturación para engrasar el molino y que el funcionamiento fuese apto. El molinero contratado agasajaba a los que se reunían para la molienda con el tradicional pan tostado impregnado del primer aceite. Las familias que no tenían derecho o acciones en el molino debían satisfacer –con aceite o a trueque- a los amos de las casas que ostentaban el monopolio molinero.
Algunas aldeas tenían una fuerte dependencia económica de este cultivo. Este era el caso de la localidad de Bierge, en la tierra de Alquézar. En esa población la abundancia o carestía de muestra -inflorescencia- (flor), suponía en cierta medida la miseria o la abundancia. Una mazada refleja la supeditación del bienestar comunal a la cosecha de olivas.
Dice así la mazada: "Un anciano le preguntaba a un mozo... ¿de dónde eres?.. y el mozo, con orgullo, casi insolente le respondía... ¡de Bierge y con muestra! (eso lo decía cuando la recolección olivarera había sido abundante). Pero si el año había resultado malo, el mismo mozo respondía en tono acongojado y patético... ¡de Bierge y sin muestra!" Una recolección olivarera próspera hacía alegre y orgulloso al vecindario y una cosecha mísera transformaba el carácter de la vecindad y producía el abatimiento personal.
Todo el somontano de la sierra de Guara era muy olivarero.
Una vieja superstición, difundida en muchas de las aldeas somontanesas, perduró en la cultura oral. Según una tradición el día de la Virgen de Marzo se daba una circunstancia naturalista esencial: s'empreñaban las oliveras. Era el veinticinco de marzo, el equinoccio primaveral. San José y la Virgen de Marzo bien pudieran ser advocaciones substitutorias de antiguas divinidades vinculadas a la fecundidad de la naturaleza generatriz, como Atis y Cibeles, a quienes se rendía culto en los grandes festivales primaverales romanos. La versatilidad litúrgica de las tradiciones campesinas y la mentalidad que subyace en la espiritualidad de esos ceremoniales nos hacen pensar que proceden de épocas remotas del pensamiento humano.
Por tierras de Ayerbe y en otros pueblos somontaneses los campesinos pensaban que la luz debía mantenerse invicta ante las lúgubres tinieblas, sobre todo en la noche equinoccial de la Virgen de Marzo. Las lamparetas, bien llenas de aceite, debían mantenerse toda esa noche mágica encendidas, pues si se amortaba la lumbre la cosecha aceitera sería raquítica. Los niños de los lugares, en la amanecida, corrían atropelladamente a la parroquial y por el ojo de la cerradura comprobaban si el fuego de las lamparetas no se había extinguido durante la noche. Si la llama vivía, era sinónimo de un año de gran cantidad de cadillo, la marca del fruto del olivo. Los campesinos y los niños lo proclamaban alborozados..."¡este año cargarán las oliberas!" Otro requisito mágico, era que además de la llama de la lámpara de la iglesia, esa noche debía alentar aire de bochorno. Este culto a la luz está explicitado en la costumbre de algunas casas poderosas en patrimonio olivarero.
En Santolaria de Galligo -tierra de Ayerbe- los dueños de casa "Rubial" y los de algunas otras casas, mantenían lámparas encendidas en esa noche mágica y normalmente las colocaban en los alféizares de los ventanales domésticos.
En todos los lugares olivareros, lámpara del Santísimo ardía todo el año de continuo, gracias a la aportación de aceite de todo el vecindario en común. Esta presencia solemne de solidaridad vecinal en la perpetuación del rito de la luz, pone de manifiesto que a ese rito se lo consideraba trascendental y que beneficiaría al común. Era, como casi todas las celebraciones mágico-religiosas, un acto de corporativismo y de compromiso de todos los habitantes. La causa de este ceremonial no era otra, más que aportar abundante aceite para que éste, por magia simpática, atrajese al aceite imprescindible de la cosecha que estaba en ciernes. El cristianismo entreveró sus liturgias con las precedentes en un ejercicio de dogmatismo interesado. En nuestros lugares, los vecinos el día de la Virgen de Marzo acudían a las parroquias donde recibía culto la Virgen. A redolino -turno- donaban aceite para mantener encendida la lámpara y se decía... "esta semana les toca alumbrar a los de casa tal..." Las casas menos pudientes colaboraban en el ceremonial con donaciones más restringidas, aportando un puchered de aceite.
Además existía una tradición ritual gastronómica en el día de la Virgen de Marzo. También tiene componentes paganos a pesar de la explícita cristiandad de la festividad. Allí aflora un pensamiento de índole gentil, de religiosidad pagana y también el pensamiento mágico de cariz compensatorio: si en la comida de homenaje a la Virgen se gastaba mucho aceite y se hacía de forma espontánea el azar premiaría esa generosidad con una cosecha óptima, con tanta olivada que habría aceite pa dar y vender y para llevar a la feria. A la Virgen de Marzo –abogada de la prosperidad- se le ofrendaban los crispillos y en algunas aldeas también se hacían  con carácter ritual y privativo de esa festividad, huevos duros en ensalada. La preparación de esos platos típicos y su consumo tenían implicaciones mágicas. Nuestros ancianos, creían que si comían crispillos los olivos tendrían abundante muestra. Si además se hacían en el día señalado de la Virgen de Marzo, el año en el olivo sería especialmente fructuoso y se incrementaría la productividad. Los crispillos tenían como ingredientes hojas de borraja aderezadas con huevo batido y azúcar. En todas las aldeas prevalecía la sugestión de que se debía gastar firme -mucho- aceite al hacer los crispillos y eso a pesar del carácter ahorrador de los montañeses. Y debían hacerlo porque eran dulces propiciatorios de la proliferación de la cosecha y porque estaban vinculados a la divinidad. La lógica popular estableció estos tipos de asociaciones de carácter pagano. Por el somontano de Guara, también hacían unos postres rituales llamados rosquetas, de configuración circular, en cuya masa se mezclaban huevos batidos, azúcar y harina.
En prácticamente todos los lugares, el vecindario cumplía devotamente con un rito sacramental. El domingo de Ramos hacían hermosos ramos de olivo y los llevaban a bendecir a la parroquial y lo hacían con el propósito de que se empreñaran las oliveras, es decir que tuvieran ese año gran fertilidad. La recolección olivarera era el recurso básico en muchos de nuestros pueblos. En el Altoaragón a los árboles fructuosos se les confiere género femenino y hablan de la inflorescencia como si hablaran del embarazo de una mujer.
Para festejar el fin de la recolección se efectuaban en las aldeas de tradición olivarera unas ceremonias de gracias llamadas popularmente “la acabanza”. También decían “rematadura”. El último día de recolección las cuadrillas de oliveros (compuestas por los miembros de la casa propietaria y también por peones llamados despectivamente xarigueros, voz que parece emanar del término medieval "exarico"), entraban con gran alegría en los pueblos. Adornaban las escalas-escaleras de coger olivas con los ramos más grandes del propio olivo, en un acto que originariamente tendría un sentido ritual pagano; es decir, de adoración al poder fecundante de los árboles productivos y a los espíritus de la vegetación. Con los tochos -palos- de majar los olivos hacían un soniquete que los recolectores llamaban “repicáu”. Cada casa que terminaba la recolección preparaba un ágape celebratorio y hacía el sabroso ajaceite. Amos y xarigueros recorrían las calles con regocijo y estruendo y llevaban alzada  la escala con el ramo, que parecía el símbolo de la prosperidad.
La escalera con el ramo votivo la llevaba siempre el mozo más guarán-de mejor complexión- que la trasladaba hasta la iglesia y entregaba el ramo al mosén para que lo bendijera.
La “rematadura” concluía con grandes juergas y con comidas ceremoniales que casi llegaban a la gula. La casa propietaria preparaba una gran lifara –comida suculenta- en el monte y hacían el ajaceite. Preparaban una cazuela con ajos y aceite puro y abundancia de patatas, principales ingredientes del ajaceite. Era tradicional sacrificar una res, guisándose los hígados y también comían sardinetas. Era una comida suculenta, de distinción sobre la dieta alimentaria ordinaria.
Las casas más pudientes, preparaban una “acabanza” de gran importancia. En esa casa los años de “olibada”, se juntaban cuadrillas de hasta treinta peones. Al volver del monte un mozo llevaba un camal -rama gruesa- de olibera sin atochar-majar- escogido por su hermosura para representar los regocijos del fin de la recolección. Otro jornalero llevaba un botico -odre- de binada -vino de poco grado- y otros dos operarios llevaban una cazuela con aceite el uno y una cazuela con patatas el otro y así recorrían las calles de la aldea y en cada corro de gente que hallaban, se detenían y convidaban con generosidad.
Otro peón llevaba un saco con panes y los iba repartiendo y así todos componían una representación de la abundancia. Y el ajaceite, símbolo encarnador de esa abundancia también participaba del simbolismo mágico de carácter pagano.
 
 
 
 


miércoles, 15 de enero de 2014

Coplas de picadillo.

Por ahí corren coplas y más coplas alusivas a los apodos, los defectos, los sucedidos en tal o tal pueblo. A veces tienen autor conocido, como es el caso del Gaitero de Santolaria o de Mariano Belsué. Otras veces son atribuidas a ellos o, simplemente, anónimas.
Relacionar todas las que tengo recogidas,  daría de sí para muchas horas. Me conformo con traer aquí un sencillo muestrario procurando presentar los estilos más diversos y las alusiones a todas las zonas del Alto Aragón.
Siguiendo con la rima -que ya hemos comentado antes- recordemos lo que se dice de algunos pueblos:
“En Lanaja, comen paja con la punta la navaja”.
“Navateros de Laspuña, matan piojos con la uña”.
“Chen de Benás, chen de Barrabás, patas, gola y nada más.
La comida, o su escasez que ha sido más abundante, ha dado motivo a muchas coplas y dichos. Escogemos éstos:
“Si a Capella vas en fiesta, mira bien quién te convida, que a la corta o a la larga, tú pagarás la comida”.
Un amigo mío decía que los aragoneses somos “pobretes pero alegretes”, es decir, que las hemos pasado canutas en todo momento -o casi todo- de nuestra historia, y sin embargo nos hemos reído de nuestra propia sombra. Es curioso observar cuántas coplas y apodos se enlazan con el hambre.
Se puede seguir su trayectoria por diversos circuitos de la provincia. A la entrada de los Monegros ya nos deja una pista:
“De Tardienta salió el hambre y por Torralba pasó, en Senés entró en misa y en Almuniente paró; en Torres hizo escritura y en Barbués la hipotecó”.
Este sería el circuito de la tierra baja, rozando los Monegros y entrando en ellos, que también por la montaña encontramos otro que nos describe esta copla:
“En Tella nació el hambre, por Cortalaviña pasó, en Hospital tomó descanso y en Lafortunada se acabó”.
Aunque vaya a saber si acabó o no. El nombre de Lafortunada es una corrupción muy reciente como tantos de nuestra toponimia: el verdadero nombre del pueblo es «La Infortunada», relacionado con una leyenda que no viene al caso. Lo cierto es, además, que en la misma montaña se notan rebrotes de hambre:
“Si vas ta Plan, llévate pan, que agua del río ya t'en darán”.
Y subiendo por el río Ara, dicen que: “En Fiscal, servilletas blancas y poco pan”.
Los menús, según nos explican las coplas, parece que eran de lo más variado:
“En Torrelisa, mataron una burra lisa y en San Lorién, en quereban también, y en Araguás, les tocó de la coda ta atrás”.
Y ya que nos sale lo de repartir, cuentan que en Torrelabad mataron un burro para todo el pueblo, un año de hambre. El reparto lo hicieron para todas las casas del pueblo, y además con inspiración poética, como puede comprobarse en la lista que recojo:
Mediano "bufanabos" 1936 Sobrarbe
 
“A casa Mazorra, le va tocá la coda; a Barrabés, tot, o no res; a Sanmartín, el carbazín; a Mat, la mitad; a Casero, el trasero; a casa Francheta, la barrigueta; a casa Garoz, un troz; a Castillóns... los... (bueno, los órganos genitales masculinos, pero en verso). Y a Pepepuy, alza la coda y fui”.
Y seguimos el recorrido:
“De Peralta de Alcofea, las mujeres lamineras”.
“En Laperdiguera venden coles; en la Cuadrada zanahorias y en ese lugar de Torres calabazas y cebollas”.
“En Lanaja comen paja; en Alcubierre salvau; en Lalueza farinetas y en Sariñena pescau”.
La situación no es muy halagüeña en muchos lugares, como se ve, aunque la más trágica la hemos descubierto en Santoréns, si le hacemos caso al dicho:
“Santoréns, pocs y doléns; aigua a la porta y merda a les dens”.
(Modestia aparte, que diría alguno).Y la verdades que con demasiada frecuencia no es difícil adivinar en qué pueblo se ha inventado la copla. Observad:
“En Barbastro están los nenes, en Naval los puchereros, en Salas los niños guapos y en Pozán los embusteros”.
Creo que sí, que se nota bastante bien. Y para variar y contentar a todos seguimos por otro rincón diferente de la provincia.
Una simpática chavala de Sallent, que me informó de muchas cosas, había oído a su abuela, y me los repitió a mí, los siguientes versos tensinos:
“Fafumáus en Piedrafita, bien habladitos en Búbal, principio de Partacués; Cascanueces en Saqués, Burlones en Tramacastilla, loqueros en Sandiniés, Partacueses en Escarrilla. Bufarrios son los de Hoz, os de O Pueyo vinatés, Malcalzaus en Panticosa; capezutos en Lanuza, mestizos los de Sallent y jibaus los de Lartosa”.
… y la chavala se ponía una miajeta colorada, al decir lo de “jibaus”, síntoma que nos permite a nosotros -y a vosotros, -claro-, traducir al estilo moderno de Cela el calificativo, por supuesto más usado por el pueblo. Pero yo lo recojo como lo oí, y además, un servidor de siempre ha sido de los “destacados”, es decir, de los que no echan tacos...
Por la Hoya de Huesca circulan estos otros dichos, según parece originales del Gaitero de Santolaria, aunque otros se los atribuyen a Mariano de Belsué:
“En Cuarte calzoncilleros, porque de Estopa los hacen, en Banariés malos vinos porque lo causa el terraje”.
“En Huerrios canta el cucullo, porque dicen las verdades y a la hora de pasar cuentas, se pierden las amistades”.
 
Nos salimos de las cercanías de Huesca y seguimos un poco por todos los sitios de la provincia. Y ahora sí que no tenemos ninguna pista de quiénes puedan ser los autores de los versos. De padres desconocidos, al menos para mí. A ver si alguno me lo aclara, aunque un poco mejor que el chaval de Sahún:
El zagaler fue a Vilanova a hacer un encargo. Su padre le había explicado que allí ya le conocían, y el chico le aclaraba al dueño de la casa:
-“¿Usted no conoce a mi padre? ¡Pues yo hijo suyo!”.
Bueno, a lo que vamos:
.“Las mujeres de Peralta, cuando van a la ribera, debajo del delantal, llevan la chocolatera”.
“De Fomillos a Permisán las gallinas se ne van: de Permisán a Fomillos los tocinos”.
Detrás de cada dicho o de cada apodo, habría que adivinar alguna historia más o menos antigua que les dio origen; porque lo cierto es que ellos ríen la mar de a gusto cuando escuchan estas coplas. Reconozco no saber el origen ni tan siquiera de la mitad. De los que conozco, prometo contaros viejas historias, que nos servirán para sonreír, en un mundo cada vez más necesitado de alegrías.