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lunes, 28 de enero de 2013

La boda: “El banquete” “El tión”

El vino, lógicamente era el de las grandes ocasiones. Mi padre solía llenar un tonel al nacerle cada hijo. No sacaba vino de él hasta el día de la primera Comunión y ya luego hasta el día de la boda. Tenía, pues, su categoría. Era vino de Bespén envejecido en cuba de madera de cerezo y tenía un color y un aroma de verdadera tentación.
Se empeñaban todos en que la novia bebiera el trago de ritual -"siete gargalladas y la boca llena-, pero ella se negó en redondo.
Yo esperaba los postres. Había naranjas que entonces eran un verdadero lujo en los pueblos y luego natillas y tarta, toda casera.
Los novios se esforzaron -y lo consiguieron- en pelar la fruta de forma que toda la piel quedara en un solo trozo sin romperse: se decía que de esta forma se aseguraba la fidelidad matrimonial.
En la Ribagorza hacen pelar a la novia la fruta procurando que salga la piel entera, se le hace tirarla al suelo con toda la fuerza y creen que tendrá tantos hijos como el número de trozos en que se rompa.
En Chalamera y en muchos lugares, en las bodas tenían la costumbre de al terminar la comida, tirar peladillas a los novios; una vez lanzadas las primeras se convertía aquello en una verdadera batalla con riesgo de que le dejaran a uno tuerto por la energía que derrochaban tirándolas y había que meterse debajo de las mesas o donde se podía, para salir ileso.
Antes de comenzar los brindis, con la llegada de la tarta casera que había cocinado la abuela y que por descontado todos sabían que estaría riquísima, se presentó toda la pandilla de amigos de Urbez con todo el juego de guitarra, bandurria y laúd.
Chusé, que era el mejor cantador del pueblo, se adelantó al centro de la sala, enfrente de los novios, se puso en jarra metiendo los pulgares de las manos entre los repliegues de la faja, carraspeó y empezó a cantar:
 
 
 
 
“Qué envidia nos das, Urbez,
por eso canto mi jota:
porque te llevas a casa
del lugar la mejor moza.
y qué pena por Marieta,
rosica de la mañana,
porque cargas con un mozo
que jamás movió una jada”.
Al parecer las canciones iban exclusivamente dirigidas a ponderar las cualidades de la novia y para tomarle el pelo al novio, su gran amigo, que a la verdad tenía todas las prendas de buen mesache y buen trabajador. Chusé dio tiempo a que la gente se riera y comentara, para continuar:
“Yo ya me hacía ilusiones
de llevarme esta flor,
como Urbez se la lleva
yo me quedo pa tión”.
 
El "tión" es el solterón que se queda en la casa. Tanto tiones como tionas han sido siempre un buen puntal en las casas de labranza ya que nunca heredarán nada y aportan su trabajo a cambio, exclusivamente, del mantenimiento.
Sin embargo, respecto a ellos los sentimientos son encontrados y son protagonistas de dichos más o menos jocosos, como sucede con las suegras.
Eran mal vistos al parecer (según he constatado) en Chimillas, Aragüés, Estadilla, Barbastro, Montoro, Cofita, Blecua...
No muy bien vistos en Huesca, Sallent, Montmesa, La Almunia de San Juan... En Loporzano decían tajantemente "que estorbaban". En Bolea se sentían relegados.
Sin embargo eran bien vistos en Pomar, Binefar, Aniés, Santa Engracia de Loarre, Albelda, Fuencalderas, Sádaba, Biel, Marcén, Ansó, Echo, Huerrios...
Indiferentes no parecen haber sido en ningún sitio, aunque en tres pueblos me dijeron que dependía de su comportamiento (Quinzano, Senés y Tierrantona).
En Sádaba y Fuencalderas el mejor sitio de la cadiera, junto al hogar, se reservaba para el tión. Y en Montmesa, a pesar de lo dicho, hemos oído asegurar que "casa con tión, casa p'arriba".
El nombre de tión no tiene nada de despectivo, pues ya se sabe que el sufijo “on” en aragonés es un diminutivo cariñoso. En la Fueva se le daba el nombre de "cazurro".
Otra figura doméstica que vale la pena constatar es la del "donado”.Ya ha desaparecido el donado, pero fue muy popular y corriente en tiempos pasados.
Y es que mediante un contrato, antes usado en regiones pirenaicas y hoy en desuso, un soltero o viudo sin descendencia se "donaba" (por eso se le llama donado) o adscribía de por vida a una casa, obligándose a trabajar en beneficio de ella:”sano y enfermo con lo necesario, y vestido y calzado según la clase y recibir los sufragios de costumbre a su muerte". Hoy esto lo entenderíamos como un esclavo. No, no era fácil la vida de un soltero en nuestra tierra…
Como podéis ver la persona que quedaba soltera, o tenía la desgracia de quedar viuda, no tendría, digamos una vida maravillosa…
Pero seguimos con esta boda donde la dejamos, y los mozos han agotado todas las jotas y cantas, y son las mozas las que comenzaban los llamados cantos de honor. Unos cantos dedicados  a la novia, y en los que invitaban a los mozos a sumarse; estos dejaban a parte las bromas, los tragos y poniéndose muy serios, rompían con  cantos de honor, que se escuchaban por todo el lugar.
Este canto en honor de los novios estaba muy extendido en todo el Alto Aragón. En el Somontano ce Huesca le llamaban la "relación". En Blecua eran las mairalesas quienes lo hacían.
En otros lugares el cántico se hacía de otra manera y en otro momento. En Miralsot, Fraga y Torrente de Cinca los jóvenes cantaban una albada a la novia y los familiares y ellos los obsequiaban con alguna bebida.
Los "vivas" a los novios se multiplicaban, las canciones, los tragos, las bromas y también se empezaron a formar pequeñas tertulias entre la gente según estaban colocados.
Yo estaba cerca del tío Pietro de Chistén, porque me gustaban mucho las cosas que contaba de todo Aragón, que hay que ver cómo lo conocía. Así me enteré de algunas costumbres que no se daban en nuestro lugar y que cuando ya de mayor, comienzo a recoger nuestras tradiciones, siempre lo coloco junto a mi abuelo, como culpable de haberme envenenado la sangre y convertirla en sentimientos aragoneses. Pero seguiremos otro ratico con tradiciones que se daban en nuestros lugares, relacionadas y unidas a nuestras bodas.


martes, 22 de enero de 2013

La Boda “endogamia” y “comida de bodas”

Al llegar a casa de Urbez, que era donde iba a vivir el nuevo matrimonio, esperaron a que se reunieran todos los familiares y amigos para enseñarles el ajuar.
A la novia le mostraron la habitación nupcial y luego pasaron todos a la “sala buena” para que vieran los regalos que les habían hecho y lo que ellos mismos habían aportado al matrimonio.
Algunos invitados, al ver entrar a la novia por la puerta de la parte de atrás,  les extrañó mucho, y hubo que explicarles que en nuestro lugar, nunca entraba la recién casada por primera vez en la casa por la puerta principal, sino por la secundaria. Pero esta costumbre existía en muchos lugares.
En mi pueblo no existía la costumbre de que el nuevo marido tomase a su esposa en brazos y entrase así en casa.
Si alguna vez había existido, ya había desaparecido.
Parece una reliquia de los tiempos, no demasiado lejanos en que era preciso defenderse de la endogamia. Todavía hoy en muchos lugares se prefiere que los novios sean del mismo pueblo.
 
Esto probablemente se debe a que en el pueblo se conocen todos y se sabe a dónde van a ir a parar las mozas.
El mosen del pueblo era partidario de que se conocieran los chicos y chicas de toda la redolada y de acuerdo con los curas de los pueblos circundantes organizaban el baile por turno, cada domingo en un pueblo distinto.
Se miraba mal al comienzo y con frecuencia los mozos eran recibidos a pedradas en el pueblo de al lado. Pero poco a poco se fueron acostumbrando…
 
 Nuestras coplas y refranes aconsejan insistentemente el casarse con gente del mismo pueblo. Por ejemplo, este dicho recogido en Biscarrués: "El que lejos se va a casar, va engañado o a engañar".
Antiguamente se creía que la leche acerca los corazones y en muchos pueblos si dos familias vecinas tenían niños y niñas pequeños y les apetecía una futura unión de las casas, las madres intercambiaban los bebés para amamantarlos una temporada con el convencimiento de que luego, de mayores, se enamorarían.
Estas predilecciones produjeron como consecuencia una endogamia notable, especialmente en los pueblos de la montaña, generalmente muy aislados. Todavía hoy puede detectarse en muchos poblados pequeños la repetición de cuatro o cinco apellidos entrelazados en las familias del pueblo.
Cuando busco personas nacidas y casadas en un mismo lugar, os paso este resumen de endogamia en tres zonas de la provincia de Huesca, distinguiendo los herederos de los que no lo eran:
Herederos. Valles Altos: de 239 matrimonios: dentro del pueblo 222 (92,88 %), fuera 17 (17,11 %).
En las depresiones intermedias: de 160 matrimonios: dentro del pueblo 154 (96,25 %) fuera 6 (3,75 %).
Y en la Ribera, de 130 matrimonios: 126 en el pueblo (90 %) fuera, 14 (el 10 %).
 
De los no herederos, en cambio. En los Valles Altos, de 314 casos: 191 dentro del pueblo (60,82 %) Y 123, fuera (39,17 %).
En la Depresión intermedia, de 152 matrimonios, dentro 142 (58,67 %) y 110 fuera (41,32 %).
Y en la Ribera, de 229, matrimonios 172 (75,11 %) dentro del pueblo y 57 (24,89 %) fuera.
 
Con frecuencia fue el clero el propulsor de los contactos de los jóvenes de diversos pueblos para evitar los problemas de los matrimonios consanguíneos.
Los matrimonios consanguíneos están prohibidos por el Código Civil en el articulo 84. Y, por supuesto el Derecho Canónico que inspira al Civil en este punto, hasta el punto de que aquello copia casi a pie de la letra...
El Derecho Canónico prohíbe tales matrimonios como impedimento de grado menor a los de consanguinidad en tercer grado de línea colateral y a los de afinidad en segundo grado de línea colateral.
Y declara matrimonio nulo cuando hay consanguinidad en línea recta, entre todos los ascendientes y descendientes tanto legítimos como naturales y en línea colateral, nulo hasta el tercer grado inclusive.
 
Yo me alegraba porque no había ninguna moceta en mi pueblo que me hiciera "tilín" y tendría que buscar fuera. Había una que...
El bullicio de la gente que entraba en casa me hizo aterrizar de mis elucubraciones.
Todo el mundo quería ver el ajuar, sobre todo las mujeres que en seguida se pusieron a ponderarlo todo: el trabajo de bolillos en las puntillas, los bordados en las mantelerías, la abundancia de sábanas, en fin, todo el mundo sabe lo que son estas cosas.
 
A ver el ajuar, podríamos dedicarle páginas sobre distintas formas de mostrarlo. Solo quiero recordaros una costumbre muy curiosa, que hoy menos mal, ha desaparecido. A la vuelta de la iglesia, se colocaba todo en la futura alcoba nupcial, y la novia, se acostaba en la cama y todos los invitados desfilaban por delante suyo y le echaban monedas como presente.
Luego se pasó al aperitivo. Todo estaba muy abundante pues mi padre echaba aquel día la casa por la ventana. En la montaña, en el valle de Chistau la comida solía ser en casa de la novia y la cena en casa del novio. Allí se repartían todos los gastos pues las arras que eran tortas para la gente los ponía la novia y las doce monedas de plata eran a cargo del novio.
Aunque se repartían las cargas no les resultaba más barato porque las dos familias iban de pique.
Los banquetes eran en otro tiempo tan largos y costosos que arruinaban a las familias rivales que querían competir en rango y jerarquía, de suerte que las leyes, tanto civiles como eclesiásticas, limitaron el número de asistentes, conforme al grado de parentesco. Sin embargo, aún en el siglo XIX había lugares en los que los excesos gastronómicos duraban hasta tres días.
Cuando los festejos de boda duraban dos días -lo cual ya no es corriente- los mismos recién casados son los que servían la mesa a los comensales en el banquete del segundo día.
En el domingo siguiente al día de la boda los nuevos esposos se trasladaban a la casa de los padres del cónyuge y allí celebraban un banquete juntamente con sus familiares, los cuales estuvieron durante las bodas ocupados en diversos servicios.
Por nuestro pirineo, era costumbre matar ganado ovino para el banquete de bodas. Los jóvenes procuraban apoderarse de la cola lanuda del animal muerto. Cuando la novia se estaba comiendo el plato más delicado, sin saber cómo se encontraba con la cola en medio de la comida y tenía que tirarla. A esta broma la llamaban "fer la patota".
Servían a la novia los bocados con más huesos y los mozos se arreglaban de manera que fueran a parar al plato de ella los huesos de toda la mesa de convidados. Decían que lo hacían para significar que el estado del matrimonio era duro y tenía sus escollos.
Cuando apareció sobre la mesa el "pan de bodas" de clara forma fálica hubo una bronca fenomenal y comentarios picantes que sacaron los colores a la cara de los novios. Y no era más que el preludio de las bromas que vendrían después.
El pan de bodas lo había amasado mi abuela con flor de harina, pero las mozas amigas de casa fueron las que se lo llevaron al horno y le dieron la forma que quisieron.
En Fraga y en otros lugares de la ribera del Cinca este pan tenía sólo corteza y era más o menos faliforme y lo tenía que comer obligatoriamente la novia.
En Teruel los panes de boda tienen unas características propias, ya que al repartirlos a pedacitos entre los asistentes o al comerlos los propios contrayentes se adquieren unas cualidades especiales.
Así, por ejemplo, hay panes de boda con poderes fecundantes que al ser consumidos por parejas jóvenes provocan en ellas un efecto de amplia descendencia, teniendo varios hijos, lo que era muy importante en sociedades tradicionales donde se demandaba fuerte mano de obra.
También existían otros panes con formas fálicas que tenían de ser consumidos únicamente por la novia.
Hablando del pan, recordaremos el currusco que se llevaba a la iglesia, entre la ropa o el bolso, y era guardado para siempre entre las ropas, para que nunca faltara en esa casa.
Pues también en algunos lugares esta tradición era parecida. En este caso se llamaban “panes perpetuos”, que una vez bendecidos en la iglesia el día de la boda, eran guardados por la novia durante toda la vida.
Otra participación en la boda era el “borregón”. El término "borregón" se ha empleado tradicionalmente para señalar aquellas reses de lanar cuyo tamaño no era todavía adecuado para el sacrificio porque como dicen los propios “fuevanos” "no da para un convite de etiqueta". A los jóvenes no invitados al convite de etiqueta de la boda, se les daba una pequeña compensación para que celebraran por su cuenta una lifara o merienda informal, de ahí que se les dijera "borregón". Además éste tenía, por otro lado, su aspecto de reciprocidad. Nótese que la juventud que participaba del mismo, compartía la despedida con los novios, rondaba a la novia y organizaba y costeaba un pequeño baile o festejo, abierto a la participación de todos los vecinos.
Seguiremos…             


domingo, 13 de enero de 2013

La boda “creencias curiosas”

Los ojos de todos, naturalmente, estaban clavados en los novios. Todos atendían a los más mínimos detalles, mucho más que a las oraciones o la homilía del cura. Y es que había unas creencias curiosísimas:
La novia tenía que llorar. Dice el refrán que "la que no llora cuando se casa, llora después de casada".
Se creía que si durante la ceremonia alguno de los contrayentes siente que le pica la nariz o la oreja, es señal de que flaqueará en él el juramento de fidelidad.
“Tal vez viene de ahí (o tal vez viceversa) la razón de las antiguas sanciones que se imponían a los adúlteros, de cortarles la nariz o las orejas.”
También aseguraban que si un contrayente pisaba al otro durante el acto, lo dominaría después de casado. Y también se conseguía lo mismo si colocaba el anillo en el dedo del compañero hasta el fondo del dedo. Por eso lo introducían y el otro se lo acababa de arreglar.
En cambio, si se caía el anillo al suelo, era señal de que el matrimonio no sería feliz.
Se aseguraba que el dedo anular de la mano izquierda da directamente al corazón y que influye en el sentimiento amoroso. Y ésa es la razón de elegir ese dedo para colocar la alianza.
Otros presagios curiosos se daban en nuestra tierra: si en el día de la boda, a la novia se le rompía un zapato, era muy mal presagio ("a una prima mía se le rompió y murió a los pocos años").
La novia el día de la boda tiene que llevar alguna ropa usada y otra azul; algo de oro, así como un pequeño trozo de pan en el bolso o en la ropa. Ese pequeño trozo de pan se guarda luego entre la ropa del armario "para que no falte pan en la casa". "Todo esto da "buena suerte".
Ya conté la maldición que podían echar a los novios, durante la ceremonia. El “incortamiento” era temido y había que defenderse contra el conjuro. Mientras daban el sí los novios, una persona sujetaría con una mano unida parte de la ropa del novio y de la novia, como una defensa contra el (incortamiento). Con una persona que fuera diciendo para ella, las palabras que el cura pronunciaba, pero al revés, era suficiente para incortarlos.
Aunque ya se encontraban protegidos, pues el llevaba un sujetador de ella debajo de la ropa y ella unos calcetines de él, debajo de sus medias, el que una mujer sujetara sus ropas unidas durante la ceremonia, no estaba demás.
El novio también llevaría debajo del zapato una moneda de plata, para que ni brujas ni brujones, pudieran hacerles daño en la ceremonia.
 
Una vez terminada la boda, como la novia no tenía hermanas fueron mis tías las que hicieron el rito de la silla. Fueron a buscar a la novia, la cogieron una de cada mano y la acompañaron a la capilla de San Antonio que era donde la familia de Urbez tenía su sitio. Allí la besaron efusivamente como si la despidieran.
Entonces unas mujeres de la familia del novio la besaron también y la acompañaron a un reclinatorio en el centro de la capilla, que esperaba vacío. Mi hermana bajó el asiento abatible y se sentó en él, como si tomara posesión de un trono. Estuvo allí un rato, mientras saludaba a toda la familia de su marido. Terminada esa especie de "bienvenida a casa", porque la capilla era como una prolongación del hogar, ella se levantó, se dirigió al banquillo de las velas de la familia y encendió unas candelas en honor, recuerdo y plegaria por los difuntos de su nueva casa.
Ya para entonces se acercaba Urbez, que a su vez nos había saludado cariñosamente a todos los de casa, tomó a su mujer del brazo y se organizó la comitiva de salida de la iglesia.
Era costumbre al día siguiente de la boda, que la nueva inquilina diera tres vueltas a la casa. "Traía buena suerte". Las tres vueltas a la casa, participaba a la vez del ritual de construcción de la casa nueva, como reconocimiento del lugar sagrado. Toda persona o ser nuevo debía congraciarse, hacerse de la casa, miembro de ella, mediante este rito de rodearla por tres veces. Esto también se hacía con los animales domésticos.
Recuerdo la salida de la iglesia. Iban primero los novios, del brazo, seguían los padres y padrinos y ya todos los demás.
En Gistain, a la salida de la iglesia, igual que ocurría en mi lugar, el tío carnal de la novia invita a torta bendecida. Se han bendecido dos, una para el mosen y otra para repartir. A mitad del camino de la iglesia a casa-aunque sólo haya diez pasos-, se para la comitiva y comen.
En Albarracín tiraban cañamones dentro de la iglesia. No debe extrañar, ya que no era la seriedad la característica de la ceremonia en esta localidad.
Un informador me decía: “Se hacían muchas bromas. A mí me tocaron el pasodoble del Gallo en el órgano".
En Fraga, celebrada la ceremonia, la novia era acompañada por la música a casa de sus padres, mientras el novio se volvía a la suya. La música, acompañada de un grupo de jóvenes convidados que no habían asistido al acto, iban a buscar de una en una a las mozas convidadas a su casa y las acompañaban a casa de la novia. En la casa de cada moza hacían baile al son de la música. Cuando todas las chicas convidadas estaban en casa de la novia se avisaba al novio. Se celebraba un gran baile y una cena en medio de gran algazara que duraba hasta la mañana.
En Liri, en la Ribagorza, cuando había terminado la boda, se repartía a los invitados que habían llegado de fuera, una dos o más rosquillas para que las llevaran a sus lugares de origen y, al repartirlas con los parientes y amigos que no hablan podido venir a la boda, participaran, al comerla, de la ceremonia: éste era un rito al que le daban mucha importancia.
La participación ritual se pone de manifiesto en esta comunión de todos los presentes-ausentes que por derecho propio forman la comunidad ceremonial de esta manera.


lunes, 7 de enero de 2013

La boda: “el yugo” y el “si”

Recuerdo una costumbre que ahora se ha perdido. Durante la misa de velaciones, los novios, arrodillados, recibían lo que llamábamos el yugo. Era una especie de toalla alargada que cubría la cabeza de la novia y los hombros del novio. Digo yo si se llamará "misa de velaciones" por ese motivo, ya que en muchos sitios la tal toallita era un velo. Quise saber la razón de ese rito y la abuela me dijo que simbolizaba el caminar por la vida que ya siempre harían juntos los nuevos esposos; pero luego he oído otras explicaciones.
Algunos aseguran que el yugo recuerda la capa con la que se envolvía la cabeza de la novia cuando era raptada simbólicamente. Del mismo hecho se conserva todavía el simbolismo de tomar el novio en brazos a la novia para entrar en casa. Otros piensan que su finalidad era ocultar a la novia de la vista de los malos espíritus durante la ceremonia. Y no falta quien asegura que representa la ideología patriarcal de sometimiento de la mujer al marido ya que a éste le rozaba el yugo la espalda, mientras que la esposa era prácticamente cubierta por él.
La ofrenda mutua en el matrimonio forma parte de numerosas culturas. Así como la sumisión posterior de la mujer al marido.
Por citar una cultura que convive entre nosotros aludiré a dos ritos curiosos ya desaparecidos:
Cuando una mujer estaba enamorada fabricaba una torta en la que hacía una marca especial y la dejaba a la puerta del domicilio del hombre que pretendía; si él la recogía era señal de que aceptaba a la mujer y no le era permitido volverse atrás. Era pues la mujer quien elegía.
Pero luego ponía las cosas en su sitio el rito del rapto, por supuesto fingido: en un día determinado y puestos de acuerdo los dos novios, el joven, acompañado de dos o tres de sus parientes iba a casa de la novia. A una señal convenida, la prometida abría la ventana y se arrojaba sobre una manta que sostenían los parientes del novio. Los raptores huían mientras los padres y familia de la novia imprecaba y maldecía fingiendo oposición.
Comentábamos como cuando marchaban a la iglesia, en algunos lugares, los amigos del novio, entraban en el patio de la casa de la novia, y recogían allí a la novia para llevarla a la iglesia. Esta iniciativa partía de lejanas costumbres como el rapto de la mujer.
Pero entre nosotros había otra costumbre curiosa. "Al acercarse los novios al presbiterio para ser cubiertos con el paño y unidos por la estola, en algunos pueblos, hace poco todavía, se les ponía delante un “escriño” o comedero de bueyes a cada uno de los contrayentes sin duda por aquello de dar más semejanza a este acto, al uncir los bueyes a la esteva".
Portapaz
Aunque no era domingo, en la misa dieron también la paz. Se hizo como siempre, con el "portapaz" que era una especie de medalla metálica grande y cuadrada que tenía en su reverso un asa. El celebrante la besaba, se la daba a besar a los monaguillos y ellos la pasaban por toda la iglesia para que todos hicieran lo mismo, mientras decían a cada uno "pax tecum" y la limpiaban con un pañico que llevaban sobre los hombros a modo de humeral.
Bueno, todo el mundo sabe lo que es un casamiento y no voy a detallarlo. La gente estaba muy atenta para oír el sí de los novios, que se pronunciaba fuerte y claro. Algunos curas solían preguntar a los asistentes si lo habían oído bien y en caso contrario se lo hacían repetir.
En un pueblo de la Ribagorza que prefiero no nombrar era costumbre hacer repetir el sí a los novios porque "nunca" lo oían. Y dicen que un sacerdote ya viejecico, para evitar repetir la ceremonia hizo las preguntas tan fuerte, –y así las contestaciones- que se oyeron en el pueblo vecino. Al preguntar el celebrante a los asistentes si lo habían oído ellos, para no romper la tradición, dijeron que no.
En el momento en que se pronunciaron el sí, sonaron estruendosas las descargas de escopeta de los amigos de Urbez, en la plaza, a la puerta de la iglesia: así anunciaban al mundo -no al pueblo porque estaba todo allí- el nuevo matrimonio.
En algunos lugares, hace poco aún continuaba la tradición de las salvas fuera de la iglesia al dar el "sí". Antiguamente se hacía con trabucazos, en tiempos más recientes, con cohetes. También se hacía en la Ribagorza, y cuantos más trabucazos, más importante era la boda. Lo malo es que todos querían ser muy importantes...
Por el Sobrarbe, al primer tiraban un trabucazo en la puerta de la iglesia; al siguiente, otro: señal de que ya estaban casados.
En Gistaín, las salvas se disparaban por la noche, la víspera de la boda.
Los ojos de todos, naturalmente, estaban clavados en los novios. Todos atendían a los más mínimos detalles, mucho más que a las oraciones o la homilía del cura. Y es que había unas creencias curiosísimas:
Y una de ellas, era que la novia tenía que llorar. Dice el refrán: “la que no llora cuando se casa, llora después de casada”.
Pero son tantas las creencias que sobre el casamiento existían, que necesitaremos otro rato para comentarlas…


viernes, 4 de enero de 2013

El día de la boda

Por fin llegó el día de la boda. Todos la esperábamos ilusionados, como es natural, aunque yo creo que cada uno por diferente motivo. Los novios porque se querían de verdad. Los demás, porque los queríamos ver felices. Pero había también sumergidas otras razones: los padres de los novios respiraban hondo por haber colocado ya a sus hijos. Y otros invitados más lejanos -todo hay que decirlo- por la fiesta y el banquete. Eran tiempos de una gran austeridad obligada en el yantar. Un acontecimiento de este tipo servía para "salirse de madre" en la comida y bebida que serían esmeradas y abundantes.
La ceremonia iba a tener lugar a media mañana para que los invitados forasteros tuviesen tiempo de llegar cómodamente.
Como el auto del "correo" no daría abasto ("no adubiba" decía mi abuela) mi padre tramitó que otros tres coches, que se desplazaran a L´Ainsa, para recoger a todos los que venían por autobús.
Media hora antes de la misa ya estaba la comitiva esperando a la puerta de casa para llevar a la novia a la iglesia. La formaba Urbez, el novio, con sus familiares y los familiares más íntimos nuestros.
A buscar a la novia van el novio y los familiares en Chimillas, Sallent, Biscarrués, Plasencia y Albelda. Las amigas de la novia en Torralba de Aragón. El novio en Aniés, Senés y Montoro. El padrino, que suele ser el padre en Loporzano, Codos, santa Engracia de Loarre, Quinzano, Huerrios y Aseara.
Los mozos y el padrino en Pomar; un amigo o hermano del novio, con el ramo, en Barbastro; en Binéfar la acompaña la familia del novio. En Fuencalderas y las Cinco Villas, los invitados.
En algunos pueblos pequeños tendían un alfombrado. En Montmesa hacían una "troca" de lino. Un informante me decía: "cuando se casó mi bisabuela hicieron un rollo que iba desde la puerta de la casa hasta la iglesia".
En Gistain la comitiva de bodas se organiza de la siguiente manera: primero dos amigos del novio que no paran de hacer ostentación; a continuación animales cargados con el ajuar; los novios, sus hermanos y hermanas, primero los casados y después los solteros y todo el resto de los parientes, por orden riguroso de grado familiar y en último lugar los amigos y convidados.
En Fraga, a la novia la iban a buscar a son de cornamusa antiguamente, después con una rondalla de instrumentos de cuerda.
Las mismas variantes se dan también en otros lugares. En muchos, la novia, al marcharse abrazaba a todos los presentes y los convidados le daban unas monedas que echaban en un plato.
En muchos lugares, antes de salir de casa, la novia se arrodillaba humildemente a los pies de su padre y el viejo la bendecía casi siempre en medio de lágrimas, haciéndole algunas recomendaciones paternales. Era corriente que todos sus invitados, antes de salir de casa le ofreciesen una flor y ella, les correspondía con un abrazo a cada uno y delante de todos, que eran últimos que daba de soltera.
Antiguamente la novia tenía que ir obligatoriamente a caballo. La cabalgadura y arreos los tenia que comprar el novio, o alquilarlos si no le era posible comprarlos. El privilegio de ir a caballo, sólo era para las novias solteras. Las viudas tenían que ir a pie.
La ceremonia de la boda en la Ribagorza tenía lugar fuera del templo, ordinariamente en el atrio, a fin de que pudiese presenciarla todo el pueblo sin tener que entrar en la iglesia. En algunos lugares todavía se celebra fuera del templo. En Camporrels, el novio se quedaba fuera de la iglesia, mientras que la novia estaba dentro. El acto, por tanto, tenía lugar medio dentro y medio fuera del templo.
Sin embargo la costumbre más extendida era que la novia fuera acompañada por su padre y el novio por su madre y por separado. La vuelta la hacían juntos. En otros muchos sitios el novio esperaba a la novia a la puerta de la iglesia.
Como podéis comprobar, nuestra tierra ha tenido distintas maneras de entender una boda, y seguiremos comentando como eran estas ceremonias.