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martes, 27 de marzo de 2012

La vida de un recién nacido

La biografía de un recién nacido en los primeros días de su vida sería muy sencilla. Se podría resumir con tres verbos: dormir, llorar, mamar. A mí me parecía bastante aburrida pero a él debía gustarle ya que no hacía otra cosa. Cuando se despertaba lo hacía llorando porque tenía hambre. Después de tetar lloraba porque se sentía sucio. Cuando lo limpiaban le entraba modorra y no sabía dormirse y entonces otra vez a llorar para que lo durmieran.
Lo cambiaban de pañales y entonces parecía feliz. Y la felicidad, por lo visto, le daba sueño. En aquella época no se empleaban los polvos de talco que todavía no se conocían en los pueblos. En vez de eso se usaba madera querada (carcomida). Se recogía el polvillo de la carcoma de las maderas viejas y se guardaba para este menester.
Era graciosa la carita que ponía cuando quería dormir, que se le entrecerraban los ojos y los volvía a abrir mirando alrededor con desdén y aburrimiento. Volvía a entrecerrar sus ojicos y nosotros decíamos “que se lo llevan los hombres de Murillo”. Nunca supe quienes eran esos hombres. Supongo que entonces lo asimilé al grupo de seres fantásticos que pueblan la imaginación de la infancia y hasta les ponía facciones concretas.
Cuando tenía mucho sueño y no podía dormir decían: “corre más el sueño que él”.
A la madre como estaba criando le hacían cuidarse mucho y ¡hay que ver la cantidad de cosas que se empleaban para que tuviese leche abundante! Me chocó el que una vecina le trajera un día una bolsica con piedrecicas de Santa Elena para que la llevase colgada al pecho. Por lo visto en la parte de La Peña y Bailo le tenían una gran fe a este remedio.
Lo más corriente era hacerle tomar mucho caldo de gallina. En algunos lugares prolongaban esta dieta hasta los 22 meses.
Decían que el bacalao daba mucha leche en Bolea, Albelda… y también las sardinas de cubo (Bolea, Cerler). Es importante caer en la cuenta que las sardinas en arenque y el abadejo era el único pescado que estaba al alcance de los pueblos en aquel entonces.
En otros lugares les hacían tomar chocolate con pan tostado y también tostadas con mucha leche. Pero lo cierto es que la leche de vaca era un lujo para la gente sencilla. Algo menos la de cabra. El Bolea me aclaraban que en las casas ricas las mujeres se tomaban un vaso de leche antes de dar de mamar.
En Bailo hacían una novena de huevos pasados por vino y en Estada aseguraban que daba mucha leche la cerveza, mientras en Tierrantona se inclinaban por el vino. También el vino entraba en la fórmula preferida en Sarvisé: “la sopambina”, que era una tajada de pan con vino y azúcar.
En otros lugares eran más sencillos: la fórmula de sopas de ajo muy azucaradas. También se creía que era muy bueno darles mucha agua de coles cocidas.
El gran remedio y lógicamente el más extendido era el comer mucho y no faltaban los usos mágicos, como el llevar una llavecica colgada al cuello. En cambio eran malas, porque mermaban la leche, las alcachofas y los espárragos.
En Robres y otros muchos lugares, si la madre no tenía leche llevaban al niño a amamantarlo directamente a una cabra.
Otra costumbre muy curiosa que he podido constatar cuando comienzo a recoger estas cosas que os cuento, era la de “abrir los caños”, es decir, estimular el pecho para “hacer pezón”. Antiguamente existían “las mamonas”, mujeres que mamaban a las recién paridas cuyos bebés no cogían bien el pezón. También se utilizaban cachorros de perro y a veces el propio marido para sacar “el cabo”.
Con ser para el niño lo mejor de todo la leche de la madre, en Aínsa se afirmaba que “para que el crío sea sano, la primera leche que se le ha de dar de recién nacido es la de la última mujer que tubo parto en el pueblo.

Si un niño enfermaba, lo primero que se hacía era cambiarle la leche, dándole a tetar otra mujer del pueblo.
Se echaba de ver que el ninon iba bien alimentado. Saltaba a la vista que iba ganando kilos o -como decían en Bolea- "que acudía al peso".
Tenía un pelico negro que ya empezaba a desgreñarse y tremendamente revuelto por la coronilla, que decían que era señal de rebeldía, aunque también originaba comentarios maliciosos entre las vecinas. Ya dice el refrán que "coronilla tuerta, otro a la puerta" Este dicho es de Bolea.
En Alberuela de Laliena lo dicen de otra manera: "coronilla a un lado, otro al canto" y en el mismo pueblo, y también en Belillas, observando el pelo, creen que el tener dos coronetas en vez de una, es señal de una gran inteligencia: "Con dos coronetas, obispo". .
La coronilla, gracias a la unción del crisma se consideraba una parte importante y protegida del cuerpo. Una amenaza que se oía a veces era "¡que te rompo la crisma!”
Pronto hubo que cortarle el pelo para arreglado un poco ya que iba a ser la ceremonia de la purificación y querían que causase buena impresión.
Naturalmente para el corte esperaron a que fuera mengua de luna ya que así le crecería después más despacio.
El primer pelo recién cortado no se tiraba a la basura o al corral sino que se guardaba en una bolseta, no sé exactamente para qué.
Tal vez fuera para que nunca pudiese aprovecharlos nadie para hacer un mal al niño. No encuentro ninguna otra explicación lógica. Se cuenta el caso de una niña pequeña que se negaba a comer y adelgazaba llorando continuamente sin consuelo.
No mejoró hasta que hallaron debajo de su cama unos pelos pegados por una bruja. Cuando los quitaron la niña volvió a la normalidad.
Fue todo un espectáculo el primer corte y él parecía divertido. En otros sitios se les cortaba cuando estaban dormidos y recuerdo que en Tierrantona les cortaban la mitad del pelo cuando se dormían y cuando volvían a dormirse de nuevo la otra mitad.
Con todo esto pronto llegó el día de la purificación de la tía Dulzis y que además era su primera salida de casa. Era el "tocar la tierra" como se decía entonces. En mi pueblo se hacía a los cuarenta días del parto.
 El concepto de purificación lleva a un supuesto que hoy nos parece completamente absurdo: el que la madre o simplemente la mujer, quedaba impura por el hecho de concebir y aun de tener la menstruación.
El motivo era la impureza que adquiría en su estado. Por ejemplo la mujer embarazada, así como la menstruante eran impuras; su sola presencia y contacto producían daños involuntarios; al pasar junto a una fuente la secaban, si tocaban los instrumentos de labranza los perjudicaban, echaban a perder el tinte que se preparaba para las telas...
La purificación de la madre, costumbre muy extendida en todo el occidente y que tiene al parecer un origen hebreo, en Aragón tenía lugar por regla general a los cuarenta días después del parto y era la primera salida de casa que hacía la mujer. En Bolea, sin embargo, se hacía al cabo de un mes.
En Berbegal tenía lugar a los cuarenta días si la madre había tenido un chico y a los ochenta en caso de haber dado a luz una chica.
Aquel día salió la tía y llevaba en brazos por primera vez por la calle a Urbez. Se la veía la mar de orgullosa y sonreía de oreja a oreja al recibir los parabienes de todos los que se cruzaban por la calle.
Además del niño, la tía llevaba una vela sin estrenar.
En otros sitios lo hacen de otra manera: la madrina es la que lleva al niño y ya a la vuelta, una vez purificada la madre toma en sus brazos a su hijo para volver a casa.
Y el llevarlo la madrina se hacía, entre otros pueblos, en Loarre y Lanaja.
En otros sitios (Ontiñena, Palo Tierrantona), antes de la misa acostaban al ninon en el altar como si fuera una ofrenda y rezaban por él además de bendecirlo. Si el niño no lloraba se interpretaba como una buena señal para su salud y su porvenir.
Al llegar a la iglesia se quedó en la puerta, sin entrar, mientras que un escolano que estaba a la espera entró para avisar al mosen. Al poco rato salió revestido con capa pluvial y acompañado de los monaguillos que llevaban el calderer con el hisopo. .
El cura rezó unas oraciones en el libro; luego, encendieron la vela, mi tía se arrodilló para santiguarse a la bendición que hizo con el hisopo y entró en la iglesia detrás del mosen para quedarse a misa, que la hacían por ella...

sábado, 17 de marzo de 2012

Cristianizar (Bautizo) La sal y el agua

Toda la iglesia estaba expectante, a ver qué cara ponía cuando le daban la sal y cuando le echaban el agua. Y es que decían que si se relamía cuando le ponían la sal en la boquica sería un niño muy gracioso y en cambio si ponía mala cara es que no recibía a gusto la cristianización, y si aguantaba el agua sin llorar sería muy valiente.
El significado del rito de la sal que ya no se practica, tenía el sentido de que el niño adquiriese gusto por las cosas espirituales. Así lo decía la oración del ritual romano: "Deus patrum nostrorum”.
Es probable sin embargo, que viniera influida por ritos antiquísimos y tuviese un valor mágico y podía tender a que el niño fuese fecundo porque la sal se ha tenido universalmente como el símbolo de la fecundidad.
En Aragón tiene un significado mágico que no he descubierto en otras culturas. No en vano nuestro Aragón ha tenido -y quedan- salinas importantísimas que han sido apoyo de la economía real y género muy importante de contrabando. No es de extrañar, pues, que pisar la sal sea de mal agüero.
En cambio, si se cae la sal es señal de alegría.
Es malo que se caliente, por ejemplo al sol. Pero aún es peor la sal "alunada", es decir que le ha dado la luz de la luna. No debe comerla el ganado porque se muere.
Las conexiones de la sal con la luna están todavía sin estudiar. Hay un dato curioso en nuestras creencias: el jamón se sala el mismo día en que se mata el cerdo, pero para sacarlo de la sal tiene que ser en mengua.
Ya os comenté días pasados hablando de brujas, de los platos con cruces de sal. En Escuer y muchos lugares, además, ponían sal debajo de las camas para sacar de allí a las brujas. En el mismo pueblo frotaban con sal a los gatos que se consideraban brujos, para sacarles los malos espíritus.
Un remedio también abundante, para evitar el mal de ojo era el llevar un poquito de sal encima.
En Chía la bolsita de sal se emplea para evitar el mareo; además, para que no sucediera nada malo a los niños, las madres les ponían sal en las costuras de las chaquetas, pero tenía que ser sin que ellos lo supieran.
Se emplea también la sal como medicina popular-mágica para las anginas, las torceduras, las roturas de huesos... y ¡para las verrugas!
En Chía también, dicen que hay que contar las verrugas y echar al fuego tantos pellizcos de sal como verrugas se tienen. Pero luego hay que echar a correr antes de oír el chisporroteo que producen.
Pila bautismal recuperada de la iglesia
inundada de Mediano (Sobrarbe-Huesca)
En Chalamera, cuando se tenía fiebre, se ponían siete gramos de sal en el “cantaral” (sitio de poner los cántaros encima; también se le llama, “poyo” y “cantadera”) y un puchero encima. Cuando se deshacía la sal se curaba la fiebre.
En Bara la utilizaban como remedio para las tormentas, echándola igualmente al fuego; para las centellas echaban, además, azufre.
Finalmente, es importante también saber que si se ampra (se pide prestada) la sal no hay que devolverla nunca. Se devuelve todo: los ajos, las cerillas… pero la sal no: haría daño a quien la prestó.
El agua ha tenido una parte muy importante en todos los ritos bautismales no sólo en el cristianismo sino fuera de él. Basta con repasar antiguas religiones y podemos encontrar el agua prácticamente en todas.

Quería saber qué pasaba con los niños sin bautizar que se morían y me lo explicaron: nunca podrían entrar en el cielo, pero tampoco se condenaban; iban al Limbo que era un lugar sin pena ni gloria y que a mí me parecía bastante aburrido. No los enterraban en tierra bendecida del cementerio, sino en un lugar aparte, dentro del mismo cementerio, en muchos casos fuera de él. Todavía podemos encontrar enterramientos en nuestro pirineo, debajo del alero de la casa, como protección para ese “morico”. Más abundante es esta costumbre en el País Vasco.
 Yo estaba preocupado porque no le pasara nada malo a Urbez, sobre todo que se muriera, aunque fuera después de bautizado. La abuela me dijo que como era otoño era muy buena época para el nacimiento de los niños y aún me soltó un refrán que se decía por Alquézar a este propósito: "Julio para enfermar y agosto para enterrar". Se ve que el calor era bastante peligroso para ellos.
 Terminado el bautizo al niño se lo llevaron rápidamente a casa.
Cuando más tarde llegamos nosotros ya estaba acostado en su cuna, dormido. Por supuesto dormido. Se pasaba las horas durmiendo. Estaba además con la misma ropa que había llevado al bautizo. Así estaría unas cuantas horas. Decían que haciéndolo de esta forma, el niño no se ahogaría.
Por cierto que al llegar a casa ya nos estaba esperando toda la "mainada" del pueblo; yo creo que no faltaba ni un crío ni cría.
En otros pueblos, por ejemplo en Sallent, el padrino iba echándo las peladillas y otras cosas desde la misma puerta de la iglesia.
Salida de Bautizo de la inundada
 iglesia de Mediano (Sobrarbe-Huesca)

En Plan, cuando se bautiza un bebé, dentro de la iglesia, en una mesita junto a la pila, se colocan en una bandeja las "lilas" (cacahuetes, peladillas, caramelos, nueces...) que se bendicen y se dan a la gente que se encuentra por la calle. Las que quedan se tiran "a pelea" a los críos desde la ventana.
En Labuerda las "lilas" eran los regalos que luego, para Reyes, hacían los padrinos a sus ahijados.
En Adahuesca me contaron que, además de las golosinas, los ricos echaban perras. En Berbegal también echaban perras. Algún padrino bromista las quemaba antes para reírse de los críos que se daban un buen susto al cogerlas casi abrasando.
 Todos los niños estaban seguros de que les llegaría alguna golosina, pero por si acaso, y por adelantado ya estaban cantando las consabidas cantinelas:
“Bautizo cagau
que no me han dau.
Que tiren a o crío
por o tejau”.
O bien:
“Padrino mocoso
ráscate o bolso”
Podría contaros muchas de las que tengo recogidas, pero sirvan estas como muestra:
"Bautizo pelau,
bautizo cagau,
con un caramelo,
nos han engañau". (Labuerda)
"Pichau, cagau,
que tiren a o crío,
por o tellau". (Berbegal)
 "Bautizo pelau,
con cuatro billotes,
nos han engañau". (Adahuesca)
 "Bautizo frío,
que se muera o crío" (Bailo)
"Aquí, allá,
si no tiran bautizo,
el niño se morirá". (Abiego, Adahuesca)
 El tío Chuse les echó un buen puñado de todo: avellanas, higos, nueces, almendras, hasta peladillas, aunque sin pasarse, que era señal de despilfarro y podía ser mal visto en unos tiempos en que nada, que no fuese hambre, abundaba.

Los chavales continuaron cantando pero se fueron felices. Los demás fuimos al comedor, que ya estaba preparada la merienda: conejo con arroz, como solía hacerse. Nosotros, los pequeños nos reservamos para los postres.
Ese era el menú de bautizo típico en nuestra tierra. Además tenían que beber todos del mismo puchero. Participan de la merienda sólo los parientes y las vecinas (solamente mujeres); fijaros que ente caso, sí se sientan las mujeres en la mesa y los hombres no son invitados. Los padrinos presiden la mesa, ya que ellos pagan el gasto.
Los menús suelen repetirse en las mismas circunstancias. En el caso del bautizo la merienda tiene un simbolismo claro de rito de agregación a la familia. Las "lilas" es decir el echar a los pequeños obsequios a todo el mundo sigue siendo otra agregación, esta vez al pueblo entero que le adopta así entre los suyos

viernes, 9 de marzo de 2012

Cristianizar (El Bautizo)

A los ocho días de haber nacido el niñer lo llevamos a bautizar. Yo ya tenía ganas porque no me gustaba que se llamase "morico" como todos los del lugar lo conocían, pues nadie le pondría nombre hasta su cristianización. El miedo al “mal de ojo”, así lo imponía.
La cristianización o bautizo se hacía muy pronto. En Ontiñena a los quince días, pero era mucho más corriente celebrado a los ocho (Vilanova, Huesca, Estada, Ceder, Sarvisé, Alberuela de Laliena...) porque al Niño Jesús lo circuncidaron a los ocho días; en Albelda se hacía a los dos días y en Sena y Bolea al día siguiente.
La verdad es que llevábamos unos cuantos días pensando en el nombre. Se discutieron varios, pero al final prevaleció la tradición familiar y la del pueblo, que coincidían.
- De primero se llamará Urbez, como su padre. Y de segundo podría llamarse Chusé, como su tío.
- No, es mejor que segundo sea el santo del día, que así estará más protegido contra los malos espíritus y las brujas.
Esta creencia la tengo registrada en Adahuesca, Ceder, la Almunia de San Juan, Berbegal, Ayera, Labuerda, Alberuela de Laliena, Naval, Las Bellostas, Sarsamarcuello y Ontiñena.
En Vilanova, prefieren el santo del día y de segundo el de uno de los abuelos. En Ansó el preferente es el del abuelo paterno y en Bolea el santo del día.
Van por igual (el santo del día, el del padre o el del abuelo) en Bailo, Loarre, Estada, Belillas, Grañén, Aniés y Tierrantona. Pero lo más generalizado es que el primogénito lleve el nombre del padre.
El niño al sacarlo de casa para bautizar, era normal que saldría solo con la comadre.
La madre permanecería en casa hasta los cuarenta días y su presentación oficial con el ninón, que lo haría en la iglesia.
 Pero en este caso lo sacarían con un capazo por una ventana. El miedo de que las brujas estuvieran esperando en la puerta la salida del ninón para echarle “el mal de ojo”, hacía que esta forma de salir de casa fuera bastante corriente. El recorrido que la comadre hacia hasta la iglesia, lo hacía muy deprisa para que nadie pudiera verlo antes de que se encontrara en el interior de ella.
Capazo apropiado para bautizar
He conocido de muchas personas que también las sacaron así de casa, y es que antes se morían muchos bebés, tal vez por falta de higiene, mala alimentación, escasez de vacunas...
Pero la gente creía que morían por un "maldau". Y para burlar a las brujas que estaban esperando al niño a la puerta de la casa, lo sacaban por detrás o por una ventana.
En esta costumbre, también tenía mucha importancia, el recorrido hasta la iglesia.
Si ha habido algún otro niño muerto en la familia, al siguiente lo llevaban (o lo llevan) a bautizar por diferente calle.
En Adahuesca, en el mismo caso, lo sacaban por una puerta y lo entraban por otra.
Ya se sabe que para evitar males, lo mejor es ir por una calle y volver por otra.
En nuestro pirineo, no se permite besar a un bebé antes de que esté bautizado; se teme que con el beso también se le dé el mal. Esta costumbre ha persistido hasta tiempos muy recientes y tal vez continúe todavía al menos entre algunas familias.
En la misma línea hay que situar esta costumbre:"Cuando vas por la calle con un niño pequeño y te encuentras con una mujer que le diga muchas alabanzas y no te dice "Dios le bendiga", debes decirlo por lo bajo para que no le eche al niño el mal de ojo".
También otro remedio: "Para saber si alguien tiene mal de ojo, se coloca un cedazo de canto y se clavan en él unas tijeras abiertas. La persona que se sospeche que está aojada debe introducir el dedo índice de cada mano por uno de los ojos de la tijera. Si gira el cedazo, la persona está aojada".
Por lo visto había que seguir protegiendo al pequeñín contra las brujas. Yo pensaba en la tía X, la bruja del pueblo, y la verdad es que no la creía capaz de hacer nada contra la criatura. Pero, claro, nunca se sabe.
Interior de la iglesia de Mediano (Huesca)
hoy inundada por el pantano.
Al niñer nuestro lo llevaba la comadre como era costumbre y además andando muy de prisa y sin mirar a ningún sitio. Llevaba un pañolón negro sobre la cabeza y no sé cómo no tropezó en ningún sitio por que sólo miraba al nene a quien también tapaba la cabeza para que nadie pudiera verlo antes de llegar a la iglesia.

Uno a cada lado de la comadre iban los padrinos. Como el bebé era chico, el padrino iba a la derecha. Si hubiera sido niña habría ido a la derecha la madrina.
 Cuando llegamos a la iglesia resulta que había también otro bautizo el mismo día: el de dos gemelos de casa Royo. Aún comentó alguien que ya se notaba que era año de avellanas.
¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro? Por nuestra tierra anda un refrán que reza: "año de avellanas, mujeres embarazadas".
Por cierto, que comentaban que a los gemelos los habían sacado de casa por la ventana y por la puerta trasera del corral ya que un hermanico suyo había nacido muerto hacía un año. Yo pesqué al vuelo entre las mujeres algo sobre si venían muy seguidos. Y alguien también dijo su refrán de turno: "Mujer abortada, a los cuarenta días preñada".
Luego he conocido a muchas personas que también las sacaron así de casa, y es que antes se morían muchos bebés, tal vez por falta de higiene, mala alimentación, escasez de vacunas... Pero la gente creía que morían por un "maldau".Y para burlar a las brujas que estaban esperando al niño a la puerta de la casa, lo sacaban por detrás.
Todo el mundo ha presenciado un bautizo y no voy a contar cómo fue aquél. Yo sólo miraba a Urbez y a ver qué cara ponía cuando le daban la sal y cuando le echaban el agua. Y es que decían que si se relamía cuando le ponían la sal en la boquica sería un niño muy gracioso y en cambio si ponía mala cara es que no recibía a gusto la cristianización, y si aguantaba el agua sin llorar sería muy valiente.
Pero tengo que parar el bautizo, para comentar el significado de la sal, tan importante entre nuestras gentes. Seguiremos…

domingo, 4 de marzo de 2012

La cincomarzada

Vamos a tratar de contar un relato histórico salpicado de escenarios perfectamente reconocibles por los zaragozanos que nos va a llevar a recordar un acontecimiento acaecido en la capital aragonesa en el siglo XIX: La Cincomarzada.
Hoy, muchos disfrutan de esta jornada como un día de asueto sin más; otros la aprovechan para acercarse al Parque de Oriente con pancarta y caldereta, y no sé si habrá alguno, la viven rememorando los hechos que sucedieron en Zaragoza el ya lejano 5 de marzo de 1838.
Antes de acudir al relato de lo que se sabe de cierto de aquel 5 de marzo e indagar en lo que queda visible y visitable en la capital aragonesa, conviene hacer una reconstrucción, que aunque breve nos sitúe en el lugar de los hechos, en aquella Zaragoza de la que hoy tan pocas cosas quedan en pie.
La primera guerra carlista, es el momento histórico en el que nos situamos, una larga guerra civil comenzó a la muerte de Femando VII en 1833, y cuyo detonante: fue la lucha sucesoria entre los defensores de los derechos de doña Isabel hija del monarca fallecido, y los de don Carlos, su hermano.
Sin embargo, fueron sobre todo razones económicas, sociales y religiosas las que decantaron el alineamiento de los españoles en uno u otro bando. “Los cambios que el programa liberal planteaba para la sociedad (desamortización, exclaustración, disolución gremial.), perjudicaban a unos determinados sectores: Iglesia, artesanado y sectores importantes del campesinado, en la misma medida que beneficiaban a la burguesía”.
La frontera entre liberales y carlistas, entre los que apoyaban a doña Isabel y a don Carlos, estaba perfectamente trazada y el conflicto servido.
En el relato histórico que nos ha de llevar al 5 de marzo de 1838 se producen varias fases de la guerra. Una primera, de 1833 a 1835, en que las sublevaciones carlistas en Aragón fueron abortadas con cierta facilidad, mientras que en los dos años siguientes el carlismo experimentó en Aragón un notable auge. En este periodo, en concreto, los carlistas mantuvieron de forma permanente el control sobre un pequeño territorio en la zona del Maestrazgo, y es en esta época en la que emerge con fuerza la figura del general Cabrera, jefe del Ejército carlista en Aragón.
Puerta del Carmen
Entre 1838 y 1839, coincidiendo con la pérdida de fuerza del carlismo en el norte, se produce la fase de mayor auge en Aragón. El general Cabrera conquistó Morella, a donde se trasladó la capital carlista, y enclaves como Alcalá de la Selva, Castellote, Rubielos y posteriormente, Calatayud, quedaron bajo su mando.
Pero, ¿qué sucedió en Zaragoza durante los siete años que duró la guerra? La vida en la capital aragonesa fue “más bien dura y agitada”. Basta un dato para certificar las dificultades que tuvieron que sortear nuestros paisanos: En 1834 una epidemia de cólera asoló la ciudad y causó, según el Diario de Zaragoza, un total de 1.258 muertos entre una población de 44.488 habitantes. Además, los gastos ocasionados directa o indirectamente por la guerra hicieron mucha mella en una ciudad que asolada durante la Guerra de la Independencia, seguía sin acometer las obras de restauración de la misma.
Mucho más se podría decir sobre cómo se vivió en Zaragoza la tensión entre liberales y carlistas durante todo el conflicto, pero nos centraremos aquel 5 de marzo de 1838.
¿Cómo pudieron llegar hasta Zaragoza tres mil carlistas sin conocimiento de las autoridades de una ciudad en plena guerra y cómo los carlistas, que podían haber intentado tomar Zaragoza con fuerzas muy superiores, tan sólo enviaron tres mil hombres?
Parece que el general Cabrera no estaba muy de acuerdo con la ocupación de Zaragoza y que ésta fue una decisión más del propio Cabañero cuyas intenciones, en teoría, no debían ser las de ocupar Zaragoza, sino las de apoyar una sublevación que debería haberse producido dentro de la ciudad, pero que finalmente no se llevó a cabo.
En cualquier caso, Cabañero con tres mil infantes y 250 caballos se dirigieron el día 3 de marzo a Ariño, de cuyo punto subieron a las dos de la madrugada del 4, pasando por Belchite, donde descansaron una hora, llegando al sitio llamado Paso del Ganado entre siete y ocho de la noche; en cuyo paraje aguardaba uno de sus agentes de esta ciudad (Zaragoza) con quien rompieron la marcha camino de La Cartuja, cruzando entre los olivares (actual paseo de las Damas).
Antigua entrada a Plaza de la Magdalena
Las tropas carlistas encontraron las escalas para el asalto y una vez cogidas éstas pasaron el puente del Huerva y se dirigieron a la Puerta del Carmen, donde asaltó la muralla con el objetivo de abrir la puerta, lo cual conseguido y prisioneros los nacionales que la guardaban, se introdujeron, dirigiéndose un batallón a la parroquia de San Pablo y plaza del Mercado. Los otros dos batallones y compañías de guías marcharon por la calle Santa Inés a apoderarse de la Puerta de Santa Engracia, continuando su marcha por el paseo de San Francisco (Independencia) a la plaza de la Constitución (España), donde situaron un batallón, distribuyendo el resto de la fuerza por el Arco de Cinegio, calles de San Gil, y por el Coso hasta la plaza de la Magdalena. El silencio y el orden coronaron esta empresa, y los vivas a Cabañero y Carlos V, los toques de diana y generala alarmaron a la población que, ajena a un suceso de esta especie, reposaba tranquilamente.
Los zaragozanos al darse cuenta de lo que sucedía, desde las ventanas y balcones arrojaron aceite y agua hirviendo, guijarros y otros efectos que causaron grave daño a los carlistas, que castigados en todos los sentidos salieron unos por la Puerta de Santa Engracia, refugiándose otros en la iglesia de San Pablo, donde al final se rindieron al ver que no eran socorridos. Éstas y otras persecuciones se sucedieron por el puente del Huerva hasta el camino de Torrero con un saldo final de 218 carlistas muertos y numerosos prisioneros. La guarnición, por su parte, perdió 104 hombres entre muertos, heridos y prisioneros.
Pero además de todos los escenarios en los que se desarrolló la incursión carlista, muy poco reconocibles la mayoría en la actualidad: ¿Qué más ha quedado para la posteridad de todo lo acontecido aquel 5 de marzo?
El día 9 de marzo, el subsecretario de Guerra, en nombre de la Reina Doña Isabel II, decretó lo siguiente: “La Ciudad de Zaragoza añadirá desde hoy a sus gloriosos títulos el de siempre heroica y adornará el escudo de sus armas con una orla de laurel”.
El nombre de una calle cuya denominación, por supuesto, es la de Cinco de Marzo, es otra de las realidades palpables. Sin embargo, no siempre fue así. La historia de esta calle es muy peculiar, ya que según las distintas épocas y momentos históricos vividos en España en los últimos 150 años, ha ido cambiando de nombre. También se llamó calle de Isabel II y a partir de 1939 pasó a denominarse Requeté Aragonés. Hasta que con la llegada de la democracia recuperó el nombre de Cinco de Marzo.