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martes, 31 de mayo de 2011

Cuanto sabían nuestros abuelos…

Tengo días, que me siento delante del ordenador y no me sale tema de que escribir. Anoche era un día de estos, y he recurrido a sacar viejos papeles, que me recuerdan mi infancia. Al repasarlos, me doy cuenta de lo que sabían nuestros abuelos. Posiblemente no los encontréis en los escritos, pero son experiencias personales, que me dan la razón en lo que intento explicaros.
Ya amanecido, aparecía por la cocina, para dar los buenos días y desayunar. No me gustaba acostarme pronto, pero menos aún levantarme temprano.
La abuela me tomaba el pelo por el madrugón: “La madrugada del lechero, que veía el sol y decía que era el lucero”.
Famosa mi abuela. Ahora estaba contando a mamá y la tía lo que había soñado. Daba explicaciones a todos los sueños. Con frecuencia la consultaban las vecinas:
- Seña Marieta, ¿qué querrá decir lo que he soñado?
Recuerdo las explicaciones que por aquellos años se daban a los sueños, por mi manía de tomar nota de todo lo que me llamaba la atención:
“Soñar con muertos, noticia de vivos (se recibiría carta)”.
“Con agua limpia, buena señal”.
“Con agua turbia o barrizales, mal augurio”.
“Con enseres, ropas, etc., revueltos, vendrían males”.
“Soñar con huevos, anuncia dinero”.
“Soñar con bueyes, tocará la lotería”.
“Soñar con dinero, augura pobreza”.
“Soñar con piojos, riqueza”.
“Malo soñar con una serpiente que te muerde y no la matas”.
“Soñar con curas, enfermedad próxima”.
“Con entierro, larga vida del que sueña”.
“Que te encuentras con dinero, que vas a perder”.
“Soñar con serpientes, enemigo oculto”.
Asimismo, mi abuela era una verdadera enciclopedia en interpretar presagios ante hechos fortuitos:
“Si se derrama el aceite, trae mala suerte”.
“Ponerse una prenda del revés sin querer, deshace un casamiento”.
“Romper un espejo, toca la lotería (que compre el décimo quien lo rompió). En otros sitios es funesto”.
“Que pase un moscardón negro, malo”.
“Que pase un moscardón royo, bueno”.
“Dejar las tijeras abiertas atrae las brujas”.
“Pivotar la silla sobre una pata es malo, pero en el juego sirve para cambiar la suerte”.
“Mal agüero mirarse al espejo de noche”.
“Si dos personas expresan a la vez el mismo pensamiento, sacan un ánima del purgatorio”.
“Lunetas blancas en las uñas, se trata de persona embustera”.
“Si te silba el oído izquierdo, alguien habla mal de ti”.
“Si es el derecho, hablan bien de ti”.
“Devolver la sal prestada supone desgracia para quien la prestó”.
“Derramar el vino, alegrías”.
“Derramar la tinta, viene alguna desgracia”.
Si se lava un gato anuncia visita”.
Para que se vayan las visitas se pone una escoba boca abajo”.
“Ligero picor en la palma de la mano, trae dinero”.
“Golpe involuntario en el codo (¡no rascar!), anuncia regalo”.
“Bueno si ves tres curas juntos, si tocas hierro enseguida”.
“Coger pulgas con las manos, dinero fresco”.
“Si el cazador se encuentra con un cura, no cazará nada”.
“Mal augurio salir de casa o de la cama con el pie izquierdo”.
“Encender tres cigarros con una cerilla, malo para el tercero…”
Ésa era la sabiduría de los abuelos, almacenada durante siglos y transmitida de generación en generación. No sé si está comprobada o no, pero a mí me entusiasmaba.
Los hombres ya habían marchado al campo hacía rato. Sólo quedaba en casa el abuelo.
Por cierto que lo encontré con una libretica en la mano, pensando y apuntando cosas.
Pasaba la lengua por la mina del lapicero y luego anotaba algo. Claro, yo a preguntar:
- ¿Qué escribes, yayo?
- Esto es el pornostico.
- Ixo, qué ye?
- Yo lo hago todos los años. Desde Santa Lucía, el trece de diciembre, hasta Nochebuena. Esos días nos anuncian qué tiempo va a hacer el año que viene y cada día corresponde a un mes: según sea el día 13, así será enero; igual que el14 será febrero; el 15, marzo... Hoy, que estamos a 21, nos indica cómo será septiembre.
Estiré el cuello para ver qué había escrito ya. Muy poco todavía porque casi era el comienzo del día:
"Día 21, para septiembre. Amaneció el día con buena rosada y buena helada"
- Yayo, léeme cómo será enero.
Él se humedeció las yemas del pulgar y el índice en el labio inferior y pasó un par de hojicas para atrás:
- Aquí está: "Día 13 de diciembre, para enero. Amaneció el día con buena helada y niebla que se fue y luego se puso otra vez; por la tarde hizo sol; viento en calma".
¿Ves? Empezará el mes con boiras y heladas que durarán unos pocos días. Pasarán y volverán otra vez, hasta la mitad de mes. Luego tendremos sol aunque siga haciendo frío. Por lo que se ve, no lloverá.
Yo estaba alucinado
Tal vez me vino entonces la vocación de apuntado todo en libreticas. Decidí hacerme una con cuartillas. La abuela me las cosería con hilo fuerte. Conservo estas cosas y por eso os las puedo contar…
Entonces me acordé de haberle visto escribir al abuelo en otro cuaderno más gordo que llamaba "O libré de la Casa" y, como sabía dónde lo guardaba, fui a buscarlo. Estaba encuadernado en pergamino y se ataba con unas cintas. En la tapa se leía: "Libré de Casa Royo. 1781".
Las hojas, algo amarillentas, estaban escritas con diferentes tintas y caligrafías.
Durante generaciones se habían añadido observaciones y notas. Recuerdo que las primeras páginas tenían unas erres que parecían equis y unas eses finales que se parecían seises. Y el contenido de lo más variado. Gran cantidad de este libré, esta escrito en aragonés, con muchas frases, ni entendibles para mí. La letra está hoy muy dificultosa.  Había copias de "ajobares" o dotes que llevaba a la boda alguna antepasada. Cuentas de ventas de vacas; el relato de un incendio de la chimenea a principios del siglo pasado y la factura del albañil que la arregló.
Y de vez en cuando aparecían notas encabezadas con la palabra "Remedio" subrayada. Debía de ser una información recibida de algún amigo; tal vez una experiencia confirmada. No sé.Pero abundaban tales notas; eran curiosísimas y podrían formar junto con los "Libros de Casa", que tendrían otras muchas familias, un manual de medicina popular. Recojo las que más me chocaron.
-Fizadura de escorpión.- Se machaca el escorpión y se pone en la herida en cataplasma.
-Picadura de abeja.- Se dan friegas por la zona con salmorrada impregnada en un trapo de hilo, dos o tres veces al día.
-Llagas en la boca.- Frotarlas con la cola de una trucha recién pescada.
-Cuando una res recibe un golpe en la cabeza y se le nubla el ojo, se le pone encima una mezcla de miel y sal y le vuelve la vista al ojo.
-Para que los pollos no pasen frío, darles un grano de pimienta a cada uno.
-Cuando un gato tiene el ruin, que no medra, para curarle se le muerde el rabo.
-Si las caballerías tienen muergo (paperas), hay que hacerles respirar humo de quemar plantas de ajo.
-Para que los conejos no cojan la peste, hay que tener palomos en el mismo sitio y así no la cogen.
No sé qué dirían hoy, los veterinarios de toda esta medicina alternativa, pero cuando nuestros antepasados la recogían, puede que tuvieran alguna razón.
Otras veces encontrabas en el librico informaciones prácticas, no menos curiosas, como la de que para coger una culebra se ha de hacer con la mano izquierda. Que a las caballerías no se les puede pegar con cañas o con un palo verde.
Que mientras los animales beben es bueno silbar una tonada rítmica para que el agua no se les "finque".
Que cuando una gallina está clueca hay que ponerla debajo de un roscadero y mantenerla en ayunas.
Que a los sapos no se les puede mirar fijamente porque si te escupen al ojo te puedes quedar ciego... y también unas pocas oraciones que seguro que no estaban tomadas de ningún devocionario oficial pero que, al parecer, se utilizaban. Por ejemplo, ésta para las quemaduras:
"Allá van tres malhechores a un horno a quemar a Jesús de todo el mundo. Cuando San Lucas y San Marcos lo vieron esto, dijeron: Metámonos nosotros antes de dejar quemar a Jesús. Y Jesús, al ver el buen de la buena gente, sopló y se apagó el fuego " (Se sopla tres veces en la quemadura y se reza un padrenuestro).
O esta otra para cuando la paniquesa (o comadreja) ha mordido la ubre de una vaca o una oveja. La reza una persona en solitario y con una vela encendida en la mano:
"Cristo es nat, Cristo es crucificat, Cristo es resusitat, este animal está mordido, que se vaya el mal para quien lo ha metido. Dios me valga y la Santísima Trinidad." Luego se rezan nueve padrenuestros y se hacen nueve cruces sobre el animal.
Tal vez me vino entonces la vocación de apuntarlo todo en libreticas. Decidí hacerme una con cuartillas. La abuela me las cosería con hilo fuerte. Conservo estas cosas y por eso os las puedo contar…

domingo, 29 de mayo de 2011

Las chicas “As mozetas”

Tendré que retroceder mucho en el tiempo, para traeros recuerdos recogidos en nuestros lugares y muchos vividos personalmente. Hoy quiero hablaros de nuestras aragonesas.
Estábamos en escuelas separadas. Los chicos lo preferíamos así. En los recreos podías jugar a todo, haciendo el animalico.
Las chicas pasaban el tiempo de descanso saltando a la comba o charrando en corros. Cuando hablaban no paraban de reírse y mirábamos de reojo. Estábamos  seguros de que su tema de conversación, éramos nosotros, pero nos tenía sin cuidado.
Sin embargo, a la salida de la escuela teníamos un punto de reunión obligatorio: la fuente.
Con el cántaro en la cabeza o en la cadera las chicas, en el hombro los chicos, todos los días teníamos que hacer viajes a la fuente. Solo alguno que otro disponía de un burro con alzaderas que podía transportar cuatro cántaros a la vez.
La fuente era, pues, lugar de encuentros y testigo de excepción de todos las trayectorias amorosas del pueblo, desde las risas nerviosas y rubores de las primeras veces, las bromas de más o menos gusto… hasta las declaraciones.
Todos los noviazgos empezaban en la fuente y quedaban encerrados en un pacto de silencio frente a los mayores, a no ser que algún hermanico pequeño soltase la lengua en casa.
Más tarde se manifestaría en rondas, en las que el mozo publicaba su predilección.
Mientras, una buena parte de los entretenimientos juveniles de las chicas consistía en la búsqueda del chico y hasta en la adivinación. En nuestra tierra este tema era muy abundante.
Algún día os comentaré  la fiesta de damas y caballeros en la noche de Reyes.
Algunas bodas, su origen, había sido el “caer” juntos en un sorteo de esa noche.
Mediano (Huesca) 1935

El quedar soltera una mujer, quedar “tiona”, significaba sacrificar toda su vida en cuidar al resto de la casa para siempre, sin esperar nada a cambio.
Era normal que las chiquetas soñaran con un casamiento, o buscaran su independencia emigrando del pueblo. ¡Cuantas aragonesas tenemos por Barcelona hoy totalmente integradas en esa tierra!  
Al no resignarse a una cosa u otra, eran muchas las maneras que empleaban para saber su futuro marido.
Aseguraban las mozas que si se cortan las uñas en sábado, se sueña con el mozo con quien se van a casar.
También decían que las zagalas tenían que pelar la fruta de un tirón y luego lanzar las peladuras hacia atrás, sin mirar. Al caer al suelo dibujaban la inicial de su futuro marido.
Había dichos muy curiosos: cuando dos críos (chico y chica) se daban un tozolón en la cabeza sin querer, se decía que se casarían. Y con los golpes había que tener precaución por que, por ejemplo, si le sacabas un ojo a una chica te tendrías que casar con ella.
Contando nueve estrellas durante nueve noches seguidas soñaban con el chico con quien se iban a casar.
Si pelaban una manzana delante de un espejo en un cuarto oscuro, les aparecía la imagen del futuro novio.
Era muy buena la noche de San Juan para adivinar el nombre del novio. Las mozetas escribían en papelitos separados, los nombres de los mozos del pueblo y bien doblados los colocaban debajo de la cama. A la mañana siguiente cogían uno al azar y el nombre que aparecía era con el que terminarían casándose. Esto se prestaba a trampas inocentes pues frecuentemente el nombre que les interesaba lo dejaban más al alcance de la mano para localizarlo mejor.
Pero entramos dentro de lo mitológico en que la gente de nuestra tierra nunca a tenido ninguna dificultad en mezclar lo santo con lo mágico y en muchas ocasiones es muy difícil desligar los dos conceptos.
Las mujeres en esto, empleaban todo tipo de triquiñuelas. Por ejemplo, las chicas metían un trébol de cuatro hojas en el bolsillo del mozo que pretendían y con eso caía en sus redes.
Recuerdo a las mozas de Tella. Sabréis que en la entrada del pueblo existe un dolmen muy famoso. Precioso. Se cuenta que sobre él, como si fuera un altar, las brujas realizaban sus ritos. Pues las chicas del lugar también lo tenían para saber cuando se casarían. Para eso se colocaban a una distancia de unos dos metros y tiraban piedrecicas al dolmen. Si se quedaba una arriba era señal de que se casaría la moza. Y tardaba tantos años en casarse cuantas piedras hiciera falta para dejar una colgada arriba.
En cuanto a la aptitud de una chica para acceder al matrimonio, por ejemplo, era preciso saber amasar, ordeñar, hacer queso, hilar lino y lana y encender y cuidar el fuego. No se consideraban a las mozas suficientemente aptas para contraer matrimonio hasta que conseguían un grado de desarrollo, y también marcado por la altura. Resultaba muy significativo que, en muchos lugares, cuando una mozeta llegaba a los fogones, se le decía: “Ya llegas a los fogones, ya puedes casarte”.
En otros tenían que llegar a la campana de la chimenea y, en otros a la vasera, concepto que incluso era expresado por el dicho: “Madre ya llego a la vasera, ¿Cuándo me casaré?”                                                                                                             
Mediano (Huesca) Mozetas, río Cinca y Puente del Diablo
Esta actitud siempre expectante les hacía desarrollar unas antenas especiales para captar cualquier onda o indicio de que un mozo sentía predilección por ellas.
Por eso, como os vengo contando, las miradas, turbaciones, en el camino de la fuente eran tan importantes y esperaban verse confirmadas en las rondas.
Por entonces yo estaba ignorante de todas estas artes. Eran los mayores los que conocían algunos de sus métodos –aunque pocos- que comentaban en nuestras tertulias. Cuando comienzo a recopilar todas estas cosas por el resto de lugares de esta tierra, es cuando me quedo sorprendido de todas estas costumbres.
Como la gente de nuestra tierra nunca ha tenido mayor dificultad en mezclar lo santo con lo mágico. Naturalmente, pera conseguir novio había que invocar a las fuerzas celestiales. San Antonio de Papua llevaba fama de ser el más casamentero y le rezaban novenas o le hacían los famosos martes de San Antonio con este fin.
Pero no solo a él. En Belillas las mozas acudían  a la ermita de San Bartolomé para pedirle novio. Para eso cogían una astilla de la ya desaparecida imagen tallada en madera y la guardaban celosamente hasta que conseguían el efecto deseado.
En Estopiñan, en plena sierra de Guara, llevaba fama de mágica la ermita de San Quilez. En ella se encuentra una baldosa que, pisada convenientemente, proporciona la media naranja.
Juventud de Mediano (Huesca) 1910
Pero dentro de lo mágico, había otro sistema, bastante basto, muy extendido y que tenía fama de ser infalible. Es el uso de la sangre catamenial. Aseguraban que para enamorar a un hombre había que echar secretamente, en la taza del café que vaya a tomar, una sola gota de sangre catamenial de la mujer que deseaba conseguir su amor.
Esto se hacía con mucha regularidad en Panzano y la redolada. El método tiene muchas variantes y se considera muy efectivo. Si el amor que produce disminuye con el tiempo, basta repetir  la operación, pero teniendo  cuidado en no agregar más cantidad por que el hombre podía volverse tonto. Esto se asegura en Aísa.
Por la Plana de Huesca, el remedio se preparaba con un vaso de vino en lugar del café.
En Alcubierre se quemaba una compresa de mujer usada, y la ceniza se metía en el bolsillo del mozo sin que él lo supiera.
Era significativo el miedo de la moza a quedarse soltera. En una sociedad en la que estaba lejos de sentirse liberada, el quedarse de “tiona” o “para vestir santos” era capaz de traumatizarla. Por eso abundaban estos métodos que siempre parecían buenos si conseguían el fin pretendido y que seguiremos contando.


miércoles, 25 de mayo de 2011

Los motes de nuestros pueblos

Cuando comentamos los motes de nuestros pueblos, observamos la rivalidad y animadversión entre pueblos y municipios vecinos, un fenómeno social claro y muy firme en nuestra tierra. La vecindad muchas veces caía en el desprecio hacia las gentes de la aldea más próxima y conocida.
Éste vínculo de fatalidad se producía por diversos factores y causas sociales, muchas de ellas perfectamente contrastadas. 
Una de ellas era el cambio de normas de conducta que cada lugar establecía. Al no ser las mismas, se creaba una gran diferencia entre dos lugares que aún estando tan cerca en la distancia, estaban muy lejos en sus formas y maneras de vida.
Ansó (Huesca)
Otra y tan importante como la primera, era la dependencia administrativa de una localidad a otra, sintiéndose siempre vejada la pedanía.
La igualdad demográfica y la potencia de sus recursos también provocaba el orgullo de ostentar la supremacía en una comarca.
Todo esto en nuestra tierra, determinaba que entre una aldea y otra surgiese una gran rivalidad.
Valorando todo esto en su aspecto positivo, que también lo tiene, esta forma de rivalidad podía darse antes en nuestros pueblos, por que tenían un vigor social y demográfico, un concepto de autoestima municipal y solidaridad comunal, que desgraciadamente hoy no existe ya que nuestros pueblos, que en cuanto a habitantes, languidecen.
Como ejemplos, podemos poner muchos. Hecho y Ansó son dos poblaciones entre las que se suscitaba una profunda rivalidad, al tener las mismas características y peculiaridades sociales, ya que ambos tenían el mismo número de habitantes, vivían de la ganadería y eran capitales de sus respectivos valles. Por eso, ambicionaban, la supremacía de una población sobre la otra en cualquier aspecto que consiguieran.
Hecho (Huesca)
De siempre es conocida la xenofobia mutua entre Hecho y Ansó, auque a lo largo del tiempo haya habido ciertos contactos y casamientos entre personas de ambas villas. Una copla ansotana expresa claramente esa mordacidad: “Primitiva de Guillermo y Pascuala de lo Nepón, limpiaron o lugar de Echo y emporcaron el de Ansó”. Eran dos chesas que fueron a entroncar a casas de Ansó de chobens –nueras- y que la jota escogió para expresar las tensas relaciones entre ambas poblaciones.
Esto ocurría en casi todos los pueblos de Aragón. Cuando repasamos las coplas populares, cada lugar intenta “gibar” al de al lado y este, respondiendo también, con un cambio de coplas, cada una más ofensiva.
Un agüelo, con mucho sentido del humor, como mucha gente de esta tierra, contestaba a un forastero que presumía de ser madrileño: “¿De Madrid? ¡Vaya mérito! De Madrid es cualquiera. El mérito es ser de Barbenuta, que solo somos cinco”. Esto es reírse de su suerte.
Los apodos, de lo más variado. Muchos buscando sencillamente la rima fácil. A la hora de rimar un pueblo, se queda en eso: “Altorrincón, en cada casa un ladrón”, “Almuniente, mala gente”. Así de fácil, sin que pase por la mente la realidad del apodo, que solo se hace porque “pega” y suena bien.
Pero no es conformado el aragonés con colocar motes al pueblo vecino. En su mismo lugar tiene que colocarlos y quedan ya para siempre como nombres asignados a una casa. Cuando vayáis a un pueblo, no preguntéis por una persona con su apellido, por que es muy probable que nadie la conozca. Preguntad por el apodo de la casa y en seguida os darán razón. Los hay definitivos, aplastantes cuando se refieren al físico de la persona: Casa “Pechuda”, “Cintureta”, “La Peque”, “La Tiesa”, “Majico”, “Culicacho”… Otros aclaran su origen profesional: “Pelaire”, “Cañicero”, “Ferrero”…, pero otras veces rozan un aspecto que viene rebotando de generación en generación desde algún día aciago en la casa, como el de “Malmetefierros” que lleva una herrería o “Panflorido” que tiene un horno. Otros sugieren algún hecho o dicho que se nos escapa pero que ahí está: “Casa Peliforro”, “Casa Non querré”. El ingenio aragonés es inagotable cuando ironiza y se ceba en una persona o acontecimiento.
No os enfadeís conmigo cuando cuento los apodos de los pueblos. Si acaso enfadaros con los pueblos de al lado y llamarlos como vosotros sabéis. Por mi parte os aseguro que ojala fuera fato, chepe, saputo, ensudiero, pelaire, cazolero, ababolico, afumau, curto…, por que quiero entrañablemente a todos los pueblos de mi Aragón y siempre, entre ellos, me he encontrado en casa.


domingo, 22 de mayo de 2011

El Puente del Diablo de Mediano


Río Cinca con Mediano al fondo
Aragón es tierra de leyendas. Cualquier roca, monte, castillo, ermita, puente, servían para que alrededor del hogar se diera rienda suelta a la imaginación y se crearan leyendas que resultaban tan atractivas como la que hoy quiero contaros.

De pequeño en casa no conocíamos la radio, televisión y ni siquiera la electricidad había llegado a muchos lugares, y sentados en las cadieras, escuchábamos lo que nuestros abuelos nos contaban con gran atención y siempre con el convencimiento de la grandeza de nuestra tierra y sus gentes.

No llegué a conocer el Puente del Diablo, pues lo cubrió la presa en los años cuarenta, pero hay fotografías de él, que pueden dar a entender lo que para los habitantes de Mediano pudo significar.
Al pasar por la carretera que desde Barbastro nos conduce a Ainsa nos encontramos con el embalse de Mediano. Del agua emerge la torre de la iglesia con su visible esconjurador. Cerca de aquí estaba el denominado “Puente del Diablo”.



Puente del Diablo sobre el Cinca


Según la leyenda, algunos hombres de Mediano estaban un domingo en la plaza charlando, cuando surgió el siguiente comentario: 
- Si existiera un puente que cruzara el Cinca por el Entremón nos ahorraríamos mucho tiempo en nuestros viajes a La Fueva.
- Es cierto, pero ese puente costaría mucho tiempo, mucho trabajo y mucho dinero – replicó uno de los presentes.

- De ese puente ya os podéis olvidar. Ese puente sólo lo puede construir el diablo - añadió un tercero.
- ¡Ah!, pues a mí no me importaría nada que viniese el diablo y lo construyera – intervino de nuevo el primero.
- Ni a mí tampoco – respondieron al unísono los demás.
- Pasados unos minutos se presentó en la plaza un jinete, montado en un caballo negro. Era un hombre de gran altura. Bajó del corcel y se dirigió con voz cavernosa y potente a los presentes:
- Yo soy el diablo. Os he oído y estoy dispuesto  a construiros el puente en una sola noche, antes de que cante el gallo.
- Está bien – respondió uno de ellos, atónito por la inesperada visita- pero tú Pateta, seguro que pedirás algo a cambio.
- Si cumplo lo prometido, solamente me llevaré el alma de las tres doncellas que quedan en el pueblo – respondió con aplomo y voz aún más grave el diablo.
- Eso no – replicaron los presentes.
Sin embargo uno de aquellos hombres, conocido por su astucia, les dijo en voz baja a los demás:
- Decidle que sí, que después ya lo engañaremos.


Estado actual de la torre y esconjurador de Mediano

El trato quedó sellado. Aquella noche de luna llena el diablo comenzó su obra. Desde el pueblo se veía la rapidez en la construcción. Primero grandes piedras en la base, luego levantó los pilares, siguió cerrando con las arcadas. Las gentes del pueblo, con gran espanto, preguntaron a aquel hombre tan astuto que podían hacer:
- ¡Tranquilos! – les dijo - cuando esté a punto de terminar, si lo dejara a medio construir, cogéis un gallo, le ponéis una vela delante y el gallo cantará.

Fueron a un corral a buscar un gallo, pero no lo encontraron. Rápidamente se dirigieron a otro corral y tampoco lo encontraron. El diablo se había llevado todos los gallos para que nadie le gastara una jugarreta.
Viéndose perdidos, mandaron a un mozo que a galope tendido fuese a buscar un gallo a alguna aldea vecina. Pero cuando el diablo, soltando una sonora carcajada, iba a colocar la última piedra, el mozo no había vuelto.
En el pueblo la situación se tornó muy dramática. Entonces, cuando ya se presentía lo peor, se oyó un sonoro kikirikí. El diablo, sintiéndose perdido, desapareció para siempre dejando un terrible olor a azufre. Allí quedó el que se denominó  “Puente del Diablo” al que le faltaba una piedra.

Pero. ¿de dónde había salido el sonoro kikirikí?. Al parecer, una de las doncellas que iba a ser entregada al diablo, sintiéndose perdida, fue la que lo entonó imitando perfectamente al gallo.
Como veis, los aragoneses somos más listos que el diablo.



 

jueves, 19 de mayo de 2011

¿Expolio o latrocinio?

Cada día recuerdo el expolio continuo que se ha hecho y se hace a nuestro Aragón. Por ello, permitirme hoy desahogarme un poco.

 Parece que cuando se entra en nuestra tierra, automáticamente se adquiere patente de corso. Sobretodo la provincia de Huesca es la mina para cualquier anticuario. Y a ellos se ve que les vale todo: iglesias, imágenes, campanas, trillos, jadas y hasta clavos de las puertas. Si se pueden coger aquí, sin más, ¿para qué los vas a comprar?

Cuando este expolio se realiza de manera especial y en nombre del arte, pongamos, por ejemplo, por un obispo, entonces el latrocinio –hay que llamarlo así- adquiere carácter de escándalo.

La iglesia de San Martín de Lérida, luce la preciosa portada de la iglesia de El Tormillo. ¡Lógico! ¿Para qué queremos el Alto Aragón si no es para desvalijarlo?
Y si solo hubiera esa portada… Leía en el periódico, que eran 162 obras las que actualmente estaban en litigio, para su devolución a tierras aragonesas. ¡Me parecen muy pocas! En la revista Aragón del año 1933, un articulo titulado “Aragón en el museo de Lérida” escrito por J. Soldevilla Faro, eran ya un centenar las obras de arte oscenses que encerraba el museo diocesano de Lérida, fruto la mayor parte de los requisos de los obispos Messeguer y Miralles, a pesar de la resistencia de los feligreses. En los más de noventa años transcurridos desde entonces y la cantidad de pueblos vacíos, vaya usted a saber lo que habrá ido a parar allá.

Allí, el antipendio de Berbegal y el de Tresera, tallados y pintados, sencillamente maravillosos. Allí, parte del retablo dedicado a San Antonio Abad de Monzón; y el de San blas, del retablo de Algayón; y el de San Martín de Lascuerre; y el retablo entero de Santaliestra; y una pedrera de Zaidín, y las tablas procedentes de Chalamera, de Villacardí, de Tamarite, de Benabarre, de Fraga… Y el sitial prioral de Sijena y la Virgen policromada de piedra de Zaidín… y así hasta…

¿Volverán algún día todos esos tesoros a nuestra tierra? ¿Qué opinan?

Volverán las oscuras golondrinas, pero ésos no volverán. Alguno puede pensar que soy pesimista. Esta es mi única respuesta: ¡Soy optimista! Ya veréis como nos devuelven, un candelabro de latón que se llevaron de Albelda.

Alguna vez al Alto Aragón se le llama la tierra de los castillos. Tal es la abundancia de fortificaciones, atalayas, torreones y castejones que tachonan nuestro suelo. Pensándolo despacio, quizá le cuadraría mejor el nombre de tierra de catedrales, ya que en castillos algunas provincias nos hacen la competencia. ¿En catedrales? ¡Ninguna!

Ahora mismo tenemos tres sedes y media episcopales: Huesca, Jaca y Barbastro-Monzón, con sus respectivas catedrales, y eso que la mejor tajada del reparto se nos la lleva Lérida. ¿Hasta cuando? ¡Ay, amigos!, del más amigo, la peor lanzada.

Ahora resulta que lo de “Roma locuta, causa finita”, nada. Cataluña parece reclamar una buena loncha de Aragón para redondear la diócesis de Lérida -en realidad para colonizarnos y seguir con su expolio-. Pero es que somos así. Me pregunto por qué no pedimos nosotros las tierras leridanas para nuestras diócesis. No es ningún chiste, no. La diócesis de Lérida nació en Aragón, exactamente en la diócesis de Roda de Isábena, de mucha mayor historia que esa diócesis catalana que nos perteneció. El último obispo de Roda, Guillermo Pérez, trasladó su sede a Lérida seis días después de que fuera reconquistada a los moros la ciudad, en octubre de 1149. Roda continuó, sin embargo, con la titularidad catedralicia, compartida con Lérida, con capítulo de canónigos regulares cuyos privilegios todavía confirmo cien años después, el papa Inocencio IV. Así, pues… está claro que Lérida debe volver a Aragón.

¿Cuándo la reclamaremos?

martes, 17 de mayo de 2011

El barranco “Esgarrafiestas”

Existen en nuestra geografía aragonesa, algunos topónimos tan expresivos que enseguida nos cautivan por su capacidad de sugerencia. Por ejemplo, el galayo del Contrabandista, la cueva de las Brujas, el puente del Diablo y muchos más por el estilo.

A mí me chocó uno que hoy os quiero comentar: el barranco Esgarrafiestas.

Es como todos los barrancos. ¿Quién no ha visto alguno? Zaborros, despeñaderos, juncos, maleza, poca agua hasta que se le hinchan las narices...

Ya sabéis. Lo que nos sobran son barrancos por nuestra tierra. Lo particular de éste es el nombre, que, además, es nombre familiar. No lo busquéis en el mapa; allí os pone otro nombre mucho más serio, pero mucho menos expresivo y cariñoso: barranco de Vadiello, aunque las gentes de la redolada desconocen éste su nombre verdadero.

Para los de Ardisa, Piedramorrera y Biscarrués es sencillamente el barranco Esgarrafiestas. Hay algo de frustrante en el apodo. Y, a propósito, en Biscarrués tienen también Casa Esgarrachupas. ¿Cuántas chupas destrozarían en esa familia? Tal vez sólo una, que ya dice el refrán que “por un perro que maté me llamaron mataperros”. La chupa era “un abrigallo sin mangas”, como me aclara la señora Patro.

Quizás también el barranco que mentamos no aguó más que un año las fiestas.

Y como no sabemos más, no queda otro remedio que echarle imaginación.

Yo ya he intentado desvelar el misterio, y mi saliva y mi tiempo me han costado, pero me he quedado en ayunas. Nadie sabe nada de nada.

En Ardisa celebran su fiesta mayor para Santiago, en la canícula de julio. ¡Pero qué fiestas! Si los de Biscarrués no quieren que su San Sebastián sea menos que la Santa Cecilia de Ayerbe, ellos no iban a ser menos que los de Biscarrués.

Ya no digo que compita Piedramorrera para San Babil. Primero, porque las fiestas son en invierno y no es muy fácil darles tanto aire festivo; segundo, porque Piedramorrera (Piamorrera dicen en la redolada) es así de pequeñico; y, tercero, porque hasta la iglesia dedicada al santo la tienen fuera del lugar, que ya reza el dicho “pintas menos que San Babil en Piamorrera”.

Bueno, estábamos con Ardisa y sus fiestas. Y aquel año debieron de ser muy especiales, con músicos de fuera y todo. Con ronda por la noche y rosario de la aurora por la mañana. Y tortas y coscaranas y anís y puestos de “calcagüetes” y pedorretas. Y bandeo de campanas por todo lo alto, ¡que menudas campanas tienen! Y el mayo más alto que jamás se había plantado en la Galliguera. Y corridas de pollos y albadas al amanecer.

¿Quién es el guapo que se iba a perder las fiestas?

Los de Biscarrués no, desde luego. Y, además, con su típico aire un tanto socarrón, hasta llevarían sus propias botas de vino para embromar a los “fafumaus” de Ardisa.

Los dos pueblos, como buenos vecinos aragoneses, siempre estaban peleándose. Sobre todo desde aquel año que venía la peste de la parte de Zaragoza. Los “caballos soberbios”, que así apodan a los de Biscarrués, en cuanto aparecía un ardisano por su pueblo lo tenían que desinfectar por si era portador del vibrio de Koch -ellos decían “por si llevaba cucos”- y el método más expeditivo, por lo visto, era pasarlo por la humareda de unas hogueras que prendían con hojarasca húmeda. Así quedaban desinfectados y desde entonces se quedaron con lo de “fafumaus”.

Aquel año, como echaban la casa por la ventana, los ardisanos esperaban impacientes a los de Biscarrués. Pero éstos no llegaban. Y no era por falta de ganas, no. Habían salido del pueblo al mismo tiempo que los nubarrones de la sierra de Santo Domingo.

Y se conoce que la tronada corrió más que ellos. En un decir “Jesús” en cielo se vino abajo, y “agua con piedra, sin cribar”, como dicen e Almudévar, y nuestro humilde y modoso barranco de Vadiello, que hacía su monótono recorrido de todos los días desde las coronas de Piedramorrera y el monte Cirbala para buscar el Gállego, se esbotó, se salió de madre, arrastró el pontaz del camino viejo y dejó a “fafumaus” y “caballos soberbios” con un palmo de narices. Ni de aquí para allá, ni de allá para aquí.

Los comentarios a grito pelado debieron de resonar a través del barranco:

-¡Chicos!, a ver si os dais prisa y llegáis de una vez.

-¡A ver si ponéis un puente mayor, espabilados! ¿Es que no tenéis tablones en el pueblo?

Pero los unos se quedaron sin visitantes -con lo importantes que eran las fiestas presenciadas por forasteros, que lo más sabroso era presumir delante de ellos- y los otros se quedaron sin fiestas.

A los unos les sobró el asado y los otros se quedaron en ayunas, sin que les llegaran ni las “esgarrapaderas”.

El espectáculo de ver el regreso del barranco a su respectivo pueblo por parte de los dos grupos podía parecer la vuelta de los vencidos.

Y todo por un barranco que parecía tonto o, al menos, ingenuo. ¿Quién lo iba a decir?, ¡el mosqueta muerta!

Desde entonces y ya para siempre se quedó con lo de barranco Esgarrafiestas.

domingo, 15 de mayo de 2011

Recuerdos en Quiteria Martín

Cuando llego a Zaragoza para estudiar, me doy cuenta que soy más de pueblo que un ababol, pero tampoco por entonces existía tanta diferencia entre mi lugar y la gran capital. Me instalo en el barrio de la Magdalena y junto a la iglesia de San Nicolás. Por entonces esa parte del barrio se llamaba “El Boterón” y no sé si actualmente se le sigue denominando así. Vivo en una casa particular pagando 80 pesetas al mes en lo que se llamaba estar de “patrona”.

Dura vida para un estudiante pues en mi bolsillo solo entraban 20 de aquellas pesetas para cubrir mis gastos en todo un mes. Uno se las tenía que ingeniar para sobrevivir, aumentar su economía, y poder desenvolverse con un poco de soltura.

Y aquí entra el ingenio. He sido un verdadero trasto y la vida me enseñó demasiadas formas de vivirla, pero nunca me arrepentí de lo hecho.

Aparte de que los veranos para mí termina el volver al pueblo, pasándolos en Fraga, Belber del Cinca, Binefar…, recogiendo fruta para subsistir los inviernos, también Zaragoza te da la oportunidad de ir recogiendo algún dinero los fines de semana y poder presumir fumando “Diana”, “Ideales”, y cuando jugabas a ser rico, algún paquete de “Bisonte”.

Y estoy hablando de ingenio. La necesidad te lo despierta y desde luego hoy no sería capaz de hacer las barbaridades que por entonces yo, para tranquilizar mi moral, llamaba travesuras. Pero vuelvo a repetir: no me arrepiento de lo hecho. “A lo hecho, pecho”.
El domingo comenzaba al punto de la mañana marchando a la Parroquia de La Magdalena, recogía “La Hoja parroquial” y hacía el reparto de ella por el barrio, casa por casa. ¡Que buena persona era! O eso pensaban…Toda la semana recogiendo los frascos de Penicilina con su taponcico de goma, que yo rellenaba con agua salada y vendía a las abuelas del barrio, como agua bendita del Pilar a diez céntimos el frasco. Puedo contar la ilusión con la que los compraban y lo felices que las hacía. Estoy seguro que les hacía un bien que ni la propia agua del Pilar. ¡Cómo la besaban!
Reconozco que he sido un “trasto”.
Pero tenía que hacer el reparto rápido, pues por entonces existían las mañanas en los cines, llamadas “matinales”, que se hacían para los pequeños con películas apropiadas para ellos. Yo y muchos críos por entonces, acudíamos a los ambigús de los mencionados cines, y el dueño del bar, nos colocaba unas bandejas colgadas al cuello, con todas las chucherías que por entonces se compraban. Chupones, caramelos, martillos de caramelo, chicles…
Las vendíamos en el interior de las salas y durante la proyección de la película. Que tiempos…
Y aquí entra Quiteria Martín. Una tienda y entonces también fábrica de caramelos y que se conserva prácticamente como yo la conocí, y estoy situado en los años cincuenta.
Con el dinero recogido del “agua bendita”, compraba en esta tienda los mismos caramelos que se vendían en el cine y llenaba mis bolsillos. La venta dentro de la sala de cine, la podéis imaginar: “-Quiero un chupón”, te pedía un zagal. Le dabas el chupón, lo cobrabas, y colocabas uno de los tuyos en la bandeja, pasando el dinero a tu bolsillo particular.
Terminaba el domingo vendiendo “La Hoja deportiva” en las salidas de los cines, con el grito si esto ocurría de “¡Con la victoria del Zaragoza!
Sí, reconozco que fui un “trasto”, una persona que siempre me supe buscar la vida y que el ingenio me proporcionó maneras para sobrevivir en unos años muy complicados. Cuando veo hoy la cantidad de paro, la juventud conformada, que muchos solo entienden de pedir en casa para sus necesidades, me encorajino… pero será tema a tratar en otra ocasión.
¡Quiteria Martín! Esta semana volví a entrar en ella, posiblemente después de más de cincuenta años. Me acompañaba mi amigo Chesus López al que agradezco las fotografías y mi sorpresa es encontrarla exactamente igual que la recordaba.
Carlos Calvo Nieto, que sigue regentando el establecimiento, nieto de Quiteria, y que sigue la saga de toda una familia dedicada en cuerpo y alma al establecimiento fundado ya en el año 1921, es la amabilidad personificada. Me muestra “Cinexin” que yo daba por desaparecido hace muchos años, el “Muñeco que pipa” al que le ponías un cigarro y se ponía a fumar como un bestia, caretas de cartón, coches de hojalata, martillos de caramelo, chupones… Conviene una vista pues os sorprenderá gratamente.
Prometo volver para que el establecimiento me cuente muchas cosas que con los años se convierten en olvido. Quiero recuperar los recuerdos de aquellos años que para nada fueron fáciles, pero que el ingenio supo culminar y ayudar a moldearme como persona que siempre intentó superarse ante las dificultades que la propia vida te coloca.

jueves, 12 de mayo de 2011

Nuestras antiguas escuelas

Cuando te sientas delante del ordenador, y con todos los avances de hoy día, recuerdas con cariño esos primeros años en que nada tenías claro más que jugar, pasar el rato y en la escuela tu única preocupación era esperar a salir.
Lo normal era ir poco a la escuela. A los ocho años ya te sacaban para ayudar en las labores del campo. En un curso era normal faltar a el un par de meses. La verdad es que gastabas pocos pizarrines.
¿Qué eran pizarrines? El papel era caro y los críos llevábamos en la cartera una pizarrica pequeña de piedra, enmarcada en madera. En ella escribíamos con el clarión que era como un lapicero, también de pizarra pero más blanda y color blanco. Una especie de yeso. Cuando querías borrar echabas el aliento y limpiabas con un trapico.
Estas pizarras se rompían mucho. Había unas que eran de hojalata pintada en negro, en vez de piedra, que nunca se rompían, pero se escribía peor.
Las escuelas eran todas muy parecidas. Una sala grande, con un estrado (tarima) para el maestro. Detrás de él, en la pared una pizarra grande y un mapa de España que servía para sacarnos fotos cuando venía el retratista.
Los recuerdo bien: Los retratistas, entonces llevaban un armatoste enorme con un trípode, metían la cabeza dentro de un trapo negro y disparaban la cámara al mismo tiempo que encendían un fogonazo de magnesio.

Antigua escuela de Ansó

Las paredes tenían un zócalo verde oscuro de metro y medio de altura, por toda la clase y que servía de pizarra cuando teníamos que escribir todos a la vez.
Se utilizaba poco porque el “clarión” – tiza que se dice ahora - escaseaba. Nos apañábamos muchas veces con trozos de yeso.
El suelo era de madera vieja y ratonada y me acuerdo que tenía dibujado con tinta un mapa mudo de España con las provincias.
A veces, cuando nos tocaba geografía, retiraban los pupitres y salíamos por turno a nombrar todas las regiones y provincias, pisando en cada una de ellas, mientras cantábamos: “Asturias con una, que es Oviedo; León con cinco: León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia; Castilla la Vieja con seis: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila... “. Me las sabía todas.
Ahora se dice: Cantabria, La Rioja, Castilla-León... cambian los tiempos…
Las mesas eran pupitres para dos chicos. Los chicos estábamos en una escuela y las chicas en otra, aunque juntas. El tablero estaba un poco inclinado hacia ti y arriba había una repisa con agujericos para colocar los tinteros.
Escribíamos con tinta, malica, pero tinta. La hacía el maestro y de una botella iba echando en los tinteros que eran vasicos de cerámica que encajaban en los agujeros del pupitre. Se utilizaba para la caligrafía.
Entonces no se conocían los bolígrafos, estos vinieron más tarde. O se escribía con lápices o con las plumas, un palo con una boquilla en la punta, en la que se metía la plumilla o plumín que también se llamaba. Cuando estrenabas una plumilla había que chuparla antes. Decíamos que era para que escribiéramos mejor. A mí no me gustaba la caligrafía por que tintaba demasiado y me caían borrones. Y cada borrón equivalía a un  cachete del maestro. Además era muy aburrido eso de llenar “planas” con palotes, luego ganchos y después la muestra.
Hoy los maestros no pegan. Pero os digo, los cachetes no dolían. Peor era cuando empleaba la regla y te arreaba un reglazo en la palma de la mano que tenías dolor un rato. Y para casos graves tenía la correa, por ejemplo cuando hacías “picala” (pirola), y te ibas por allí a coger nidos. Entonces venía la correa. Cuando nos la veíamos venir, algunos nos untábamos las manos con ajo y así picaba menos, pero si lo olía el maestro, entonces acababa en bofetones. En aquélla época se decía que “la letra con sangre entra”. Otras veces el castigo era ponerte de rodillas en un rincón y con los brazos en cruz.
Eso era una escuela antigua. Y conste que recuerdo con mucho cariño a Don José y nunca me entró una depresión como se dice ahora. Al maestro le teníamos un respeto muy grande. Lo recuerdo muy bien, era de Segovia, maestros republicanos que la dictadura exilió a nuestros pueblos de montaña.
El escucharnos a nosotros hablar aragonés, inconscientemente en su vocabulario, empleaba muchas palabras de nuestra lengua.
Nunca decía tiza sino “clarión”, ni lápices de color sino “pintes”, “pozal” en vez de cubo, “tochez” en lugar de palicos y así todo.
Lo mejor de la escuela era, por supuesto, el recreo. Teníamos uno por la mañana y otro por la tarde. Salíamos al patio y a correr. Conocíamos muchos juegos de perseguirnos y saltar; las cuatro esquinas, el borrico falso, la mirabá, el marro, ladrones contra ministros… qué se yo. Las chicas, que tenían el patio separado del nuestro por una verja saltaban a la comba o jugaban al descanso. Nuestros juegos eran más violentos, pero los encontrábamos mas divertidos.
Yo os reconozco, que era muy mal estudiante. Cuando hacíamos repaso, nos poníamos en “ringlera” (fila) y comenzaba a preguntar por el primero, si no sabías la respuesta ibas al final de la cola, y recuerdo que siempre me decía el maestro: -¡Bastiané! Usted como los cangrejos, ¡siempre andando pa tras!
Me hubiera gustado aprender más. Pero sí hay una cosa que siempre he hecho: leer. Entonces no había televisión y el libro era un buen amigo que te esperaba siempre y te contaba cosas. Luego el vivir en un pueblo, la naturaleza te enseñaba cosas. Además siempre me ha gustado observar. Te enseñan las plantas, los animales,  toda la naturaleza si la miras con cariño y piensas, piensas mucho…